Mira que son graciosos. Después de la fantochada de Lizartza, va el «Abc» y editorializa con el título «Apartheid en Lizarza». No escriben bien ni el nombre del pueblo. Y va Ildefonso Ussia en «La Razón» y habla de la okupa como «La heroína». Empezamos bien.

Según «Abc», «lo ocurrido el pasado lunes en la localidad guipuzcoana de Lizartza es un síntoma más del profundo deterioro que ha causado en la convi- vencia, sobre todo en el País Vasco, la errática política antiterrorista del Gobierno durante toda la legislatura». ¡Anda la osa! Y dice que en esa localidad, «ni el PNV, que hasta ahora regía la localidad, ni EA, ni ningún otro partido se ha atrevido a presentar listas en este feudo abertzale por miedo a las amenazas y las coacciones de los proetarras, a quienes iban dirigidos 186 votos que fueron contabilizados como nulos tras la suspensión judicial de la lista que ANV pretendía imponer». ¿No será que lo han hecho por vergüenza torera? Y para seguir en el disparate, va y nos cuenta que «en este escenario, la actitud de Otaola y de los ediles que la acompañan merece, sin duda, mucho más que respeto institucional. Merece, por lo que reúne de demostración de valentía personal, coraje político y sentido de la responsabilidad, el elogio unánime de los demócratas y de todos los que realmente creen en la causa de la libertad sin hacer una utilización retorcida y mendaz de ella». Pues que pongan su nombre a la plaza de Lizartza...

Y el tal Ildefonso Ussia (que se hace llamar Alfonso) hablaba de Lizartza como de «una localidad envilecida por la ETA y su entorno, marcada y manchada por la exhibición en el edificio del Ayuntamiento de los retratos de un grupo de asesinos». ¿Tendrá cuajo Ussia para decir eso mismo en la plaza del pueblo?

Y para coronar el dislate y la bravuconada del provocador canijo acompañado del matón bruto, Ussia lo adornaba: «Existen muchas Reginas en nuestra tierra vasca. Y Pilares, y Marías, que estas tías sí que llevan el antiguo y humillado orgullo de los vascos en sus figuras, en sus dibujos de soledad valiente, en sus acuarelas de mujeres heroicas rodeadas de bestias. Porque aquellos que berreaban, o bramían, o ladraban en Lizarza a una mujer valiente que cumplía con la Ley, son unas bestias». Se retratan solitos.