Protección especial para los testigos del juicio contra el sacerdote argentino
Los testigos del juicio contra el sacerdote Christian Von Wernich, cómplice de los represores argentinos durante la dictadura, contarán con protección especial para evitar casos como el de Julio López, testigo clave en el «caso Etchecolatz» que permanece desaparecido.
Stella CALLONI «La Jornada» |
Inmutable, esbozando una sonrisa y observando a quienes estaban en la sala para declarar en su contra, el sacerdote católico Christian Von Wernich, capellán de la Policía bonaerense durante la dictadura militar (1976-1983), compareció el jueves en la primera sesión del juicio que se sigue en su contra por delitos de lesa humanidad. En concreto, a este cura cómplice de los represores argentinos, que permanece en prisión preventiva procesado por otros doce delitos de privación de libertad y torturas, se le imputan, en este caso, siete homicidios, 42 secuestros y 31 casos de torturas. El jueves, tras escuchar las acusaciones en su contra, se negó a declarar.
La vista, que se reanudará el martes, arrancó en medio de un gran despliegue policial y movilizaciones ante el tribunal de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. Su actitud fue similar a la que mantuvo cuando, en mayo de 1985, declaró en los juicios contra las juntas militares. Von Wernich fue confesor del general Ramón Camps, jefe provincial de Policía en Buenos Aires y responsable de miles de desapariciones y otros delitos.
El sacerdote, reconocido por testigos como cómplice en torturas y «asesinatos» cuando era visitante asiduo de los centros clandestinos de detención, fue condecorado por Guillermo Suárez Mason, general que trabajó con la CIA y figura clave en la Operación Cóndor.
El cura vistió el jueves un chaleco antibalas y estuvo protegido para evitar agresiones, mientras los testigos declararon sobre sus crímenes cometidos en cinco campos de concentración del denominado «circuito Camps»: Arana, la Brigada de Investigaciones y la Comisaría 5ª, Puesto Vasco, el Pozo de Quilmes y el COT 1 de Martínez.
«Situación de suma gravedad»
Según un grupo de querellantes que habló con «La Jornada», «este nuevo juicio oral nos pone en una situación de suma gravedad. Se cumplieron ya nueve meses de la desaparición de nuestro compañero, Julio López, y desde entonces las amenazas y las agresiones a testigos, familiares, abogados, funcionarios judiciales y militantes populares no han cesado». Para evitar que algo así vuelva a suceder, los 126 testigos tendrán protección especial del Gobierno.
Von Wernich deberá ser juzgado nuevamente en el futuro por otras causas y otros represores deberán dar cuenta de los mismos delitos que se investigan en este juicio. Por eso, los querellantes denuncian que «esta mecánica dilatoria es un aporte más a la impunidad. Sin embargo, nuevamente participaremos del proceso oral representando a la mayoría de los querellantes. En este juicio nos proponemos mostrar que Von Wernich fue pieza clave de ese genocidio».
En este juicio atestiguarán 70 sobrevivientes de los centros clandestinos, algunos de los cuales fueron compañeros de Jorge Julio López, el albañil que sobrevivió a los horrores en tres de estos lugares de tortura y muerte, y que desapareció poco después de dar su testimonio, que sirvió para la condena por genocidio de Miguel Etchecolatz, el hombre de inteligencia y segundo de Camps, con quien el cura comparte prisión.
El sacerdote católico Christian Von Wernich está siendo juzgado, en este caso, por su participación en siete homicidios, 42 secuestros y 31 casos de torturas, pero tiene más causas pendientes.
En 1985, familiares de detenidos denunciaron cómo utilizaba su supuesta «asesoría espiritual» para hacerles hablar a los detenidos y la forma en que les dio su «ayuda» para lograr documentos que les facilitan viajar al extranjero.
La Corte Suprema de Justicia de Argentina se prepara para anular los indultos a los militares responsables de delitos de lesa humanidad durante la dictadura, decretados por el ex presidente Menem.
Olvaldo Romo Mena, el más brutal torturador de la dictadura que encabezó Augusto Pinochet en Chile, fue enterrado el viernes en absoluta soledad en el cementerio general de Santiago. Sólo un sepulturero y un cura católico, que no rezó ni bendijo al muerto, acompañaron el féretro que contenía el cadáver de Romo, fallecido el miércoles a los 70 años en un hospital penitenciario.
Al morir, Romo, al que se considera responsable directo de más de cien desapariciones, «asesinatos» y torturas, sumaba condenas por 92 años de prisión.
Conocido como agitador izquierdista durante el Gobierno de Salvador Allende, apareció tras el golpe militar de 1973 como agente de la DINA, la policía secreta de la dictadura, en la que se ganó fama como uno de los más feroces torturarores.
En el cementerio donde fue enterrado se levanta un monumento a la memoria de más de 3.000 víctimas de la dictadura, en al menos cien de las cuales Romo tuvo una responsabilidad directa, según los expedientes judiciales. Una gran parte de los nichos permanecen vacíos esperando los restos de detenidos aún desaparecidos.
Jamás mostró arrepentimiento y hace unos años afirmó que el gran error de Pinochet fue no haber matado a todos sus adversarios. Además, señaló que le gustaría que su epitafio fuera: «Aquí yace un torturador».