Maite SOROA
Ermua se traslada
Ahora que (casi) todo el mundo coincide en que lo que llamaron Espíritu de Ermua ha desaparecido de la vida política, va «La Razón» y nos cuenta que no puede decirse eso sino que «estaba tomando cañas, lerelele».
En su editorial de ayer acreditaban el grado de descomposición intelectual al que han llegado algunos: «es erróneo creer que el espíritu de Ermua se ha disuelto en el éter, sin dejar rastro ni legado. Al contrario, pervive y resiste en actitudes tan ejemplares como la de Regina Otaola». O sea, que es un espíritu deambulante. Como la santa compaña de los gallegos.
Y en el mismo rotativo, Santiago Abascal aseguraba con tono de cruzado que «Ermua no fue nunca un espíritu colectivo. El nacionalismo vasco nunca -dígase claro-, nunca, aceptó Ermua porque aquella reacción traía una factura que debían abonar quienes se habían beneficiado del terror». Según Abascal, los del PNV y EA «se conjuraron ante el cuerpo caliente de Miguel Ángel, haciendo de plañideras en el funeral, para descabalgar a la sociedad vasca del corcel que pretendía pisotear a los asesinos y para no pagar los platos rotos por el nacionalismo que había convertido el miedo en un instrumento para someter a los vascos españoles». A partir de ahí reconoce: «Ermua no ha muerto, ni tiene que resucitar. Un espíritu de Ermua reformulado, con contenido, con programa, con más vigor, más verdadero, sin titubeos, ha tiempo que ha renacido en inolvidables manifestaciones de entre los rescoldos nunca apagados de julio de 1997». Cómo recuerda a los himnos épicos de los de la camisa azul, ¿verdad?
Y no para el tío: «Hoy no gritamos como en el 97 aquella beatería de `ETA, aquí tienes mi nuca'. Hoy proclamamos, con gallardía, desde la convicción de que España es una gran Nación, `asesinos, aquí tenéis vuestros barrotes, vuestras cárceles, vuestro sino'. Sí, ya lo sé. El poder, las instituciones públicas, el Gobierno, han arrojado la bandera de Ermua como si de una toalla sudada se tratase. Pero la España de la calle hace tiempo que ha recogido esa enseña desgastada del suelo, enarbolándola con fuerza, exigiendo libertad y demandando la victoria. Y hoy la bandera de Ermua no es otra que la bandera de España, nuestra única pancarta, nuestro único anhelo, nuestro único futuro». Hala, todos desfilando por rutas imperiales, con la camisa que tú bordaste en rojo ayer. Están peor de lo que pensaba.
OLASO