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Alvaro Reizabal Abogado

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Avanza este, hasta ahora, fresco y lluvioso julio, y entre cornada y cornada sanferminera se filtran rumores sobre la vuelta a los ruedos de la política del eterno líder sociata castellano-manchego. Es curioso, pues aunque tenga nombre de cantante rockero irlandés, se comporta más como un torero de esos que se cortan la coleta, jurando que es la definitiva y que lo dejan por la familia y porque quieren estar más tiempo con los niños, para volver al cabo de un par de años con unos kilos más en la tripa y unos cuantos menos en el bolsillo, debido a la proverbial alegría en el gastar de los maestros en el arte de Cúchares.

En ese momento glorioso del retorno, el diestro en cuestión declara que torero se nace, que se lleva en la sangre, y que no puede vivir sin vestirse de luces cada tarde y enfrentarse a los temibles morlacos, cuando, en realidad, está pensando que esto le pasa por su mala cabeza, por pulirse la choja a esas velocidades y que jódete tú volviendo a los ruedos a esta edad, con esta panza y, sobre todo, con este canguelo, con lo bien que se está haciendo sillón-ball. Pero qué se va a hacer, que mas cornás da el hambre.

Y es que todo el mundo da por seguro que el socialista católico encabezará las listas de su provincia, para llenar la cesta del partido de esos miles de votos que son patrimonio personal del manchego y que tan bien pueden venir al partido para compensar la habitual sangría que suele sufrir en la capital del Reino. Y no sólo eso, sino que, además, se insiste en que su vuelta a la fiesta nacional es para hacerse cargo de la presidencia del Congreso. Apenas un año después de dejar la vida política por motivos familiares, vuelve a los ruedos.

Muchos dicen que este ex ministro de Defensa, hijo de alcalde franquista, ha pasado más tiempo entre caballos que con la familia, pero eso qué más da. Lo importante es que regresa al cabo de un año desde que se cortó la coleta. Y es que político, también, se nace, y, seguramente, no podrá estar sin ponerse el traje de luces y sin chupar cámara.

En cualquier caso llama la atención que desde Mon- cloa no se desmienta lo de la presidencia del Congreso, pues recuerda a lo de vender la piel del oso antes de cazarlo, como se ha encargado de poner de relieve un visiblemente mosqueado Manuel Marín, al que algunos llaman ya Capello, porque tiene sustituto antes de acabar la temporada.

Pero además, no parece que el perfil de José Bono sea el idóneo: no se acierta a comprender cómo va a ordenar los debates y decir a sus señorías que no hablen tanto, cuando su incontinencia verbal es manifiesta. Ni tampoco se comprende cómo va a ejercer de hombre ecuánime, quien diciendo ser cristiano y por tanto amar y perdonar a sus hermanos, se dedica a decir que éste o aquel es un «egcremento de la egpecie humana», y que el día que la palme las campanas de las gentes de bien no doblarán, sino que repicarán.

Demasiado odio en vena para presidencia buena.

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