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CRíTICA cine

«El final del espíritu»

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Mikel INSAUSTI

Vaya por delante que «El final del espíritu» es una película religiosa honesta, porque no pretende imponer ningún punto de vista excluyente. Jim Hanon ha sabido mantener una posición de cineasta independiente en todo momento, sin dejar que la producción se convirtiera en mera propaganda de la Iglesia Evangelista. Defendió a su actor Chad Allen, al que los inversores sectarios quisieron vetar por su declarada homosexualidad, llegando a decir que su interpretación de un misionero mártir era tan irreverente como si Madonna hiciese en la gran pantalla de la Virgen María.

Hanon ha sido consecuente con la modestia de medios con la que ha contado, mostrándose profunda y sinceramente humilde en sus planteamientos. En lo posible ha sostenido un nivel de autenticidad etnográfica encomiable, utilizando la lengua indígena «embera» en la mayor parte del metraje. En los títulos de crédito finales, que sólo se perderán los que tengan excesiva prisa por abandonar la sala de proyección, recupera en unas tomas muy reveladoras a los dos protagonistas reales de la historia, a los que dedicó un documental previó titulado «Beyond the Gates of Splendor». Pero lo más importante es que a la hora de llevarlos a la ficción los ha retratado con equidistancia moral, en un hermanamiento entre culturas bienintencionado y que deja el suficiente espacio abierto al debate.

Lo bueno es que el espectador puede sacar sus propias conclusiones respecto a la versión que se le ofrece de unos hechos reales, cuyo epicentro se sitúa en la matanza, ocurrida a mediados de los 50 en las selva amazónica de Ecuador, de cinco misioneros norteamericanos a manos de guerreros de una tribu «huaorani», en la película rebautizados como «waodani», e histórica y genéricamente conocidos como «aucas». La intención del grupo que se adentró en territorio virgen no era invasora, sino que en teoría pretendían defender a los nativos de la acción del gobierno local, dispuesto al exterminio genocida, así como de la propia violencia tribal interna. Esa misión de paz con fines evangelizadores, no lo olvidemos, fue continuada por las viudas de las víctimas, que, lejos de buscar venganza, prefirieron seguir el ejemplo de martirologio cristiano ofrecido por quienes ni siquiera hicieron ademán de utilizar sus armas. La cuestión susceptible de ser rebatida es la de la bondad de dicho contacto entre la civilización y un modo de vida salvaje, sostenida por los interesados en cuanto que se supone ha contribuido a detener la mortandad y posible extinción de la etnia «huaorani». Sin embargo, las imágenes contemporáneas nos muestran a unos indios domesticados que se han vuelto sedentarios, entrando en kilos y perdiendo definitivamente su forma física de guerreros, y con ella la fuerza y la libertad de la supervivencia en su hábitat natural.

En términos puramente cinematográficos, «El final del espíritu» representa un curiosísimo cruce entre «La misión» y «Apocalypto». La sombra de Mel Gibson es alargada y arrastra también consigo «La pasión de Cristo», de la que se toma toda la iconografía ligada al poder simbólico para los cristianos del lanzazo en el costado.

Pese a ello la distancia es mucha, dado el amateurismo en que se mueve Jim Hanon, con un reparto que se resiente por el lado norteamericano, menos convincente de lo que resulta la aportación latina en los roles tribales. Louie Leonardo sale victorioso en su altiva caracterización de Mincayani, al que sólo le traiciona en última instancia el hecho de envejecer mal.

Ficha

Título original: «End of the Spear».

Int.: Louie Leonardo, Chad Allen, Jack Guzmán, Christina Souza, Chase Ellison, Sean McGowan, Chemo Mepaquito, Ninabet Bedoya.

País: EEUU, 2005.

Duración: 108 minutos.

Género: Drama religioso.

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