«El jugador más importante en la historia del Baskonia». Así ha definido a Luis Scola el presidente de la entidad Josean Kerejeta en más de una ocasión.

Aunque la definición ha creado alguna que otra discusión en cuanto a su aportación en la cancha, la afirmación no parece exagerada en una visión global, sobre todo si tenemos en cuenta que el pívot porteño es una especie de espejo del crecimiento de la entidad en los últimos años. Y es que Scola es quizá el ejemplo más claro de la política que ha permitido crecer al club en una manera que pocos esperaban hace una década.

Siguiendo la vía abierta con Nicola, a finales del siglo XX el Baskonia realizó una apuesta inusual con un ala pívot de 17 que cautivó a Alfredo Salazar y que prefirió Gasteiz a tres universidades estadounidenses. La operación supuso un montante 450 millones de pesetas y un contrato por 10 años que terminaría el año que viene.

Si bien es cierto que le ha faltado ese puntito para ser el dominador de la zona que debiera, especialmente en las grandes ocasiones en las que nunca ha podido dar su mejor nivel, Scola ha respondido con creces a la confianza depositada en el en su día. Ofensivamente imparable y con una implicación y una profesionalidad intachables, los tangos de Scola bajos los aros han sido todo un lujo para los aficionados de Zurbano.