Música para mostrar el conflicto entre disciplina y liberación
«Cuatro minutos»
El último gran éxito del cada vez más recuperado cine alemán es la película «Cuatro minutos», que triunfó en sus premios anuales y en varios festivales internacionales. Es el segundo largometraje de Chris Kraus, profesor de cine y televisión que reflexiona sobre las diferencias entre docentes y alumnos dentro de los cerrados límites de una cárcel.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
El cine alemán atraviesa por un periodo de resurgimiento que ya se venía apuntando en los últimos años, pero el 2006 ha resultado decisivo para la confirmación de ese renacer. El descubrimiento del prometedor cineasta Florian Henckel Von Donnersmarck, con «La vida de los otros», no iba a ser el único. También se ha hablado mucho y bien de Matthias Glasner, cuyo duro largometraje «El libre albedrío» ganó diversos premios en la Berlinale. Pero el mayor éxito cinematográfico de ese productivo año iba a ser «Cuatro minutos», que para el mes de abril ya había sido vista por 250.000 espectadores con tan sólo 70 copias en distribución.
Sin embargo, su realizador Chris Kraus quiso demostrar desde el primer momento que no buscaba únicamente hacerse con el mercado local, por lo que se la jugó en el extranjero. La película fue presentada en el Festival de Shanghai, donde fue premiada como la mejor película, al igual que en los festivales de Sofía y Reikjavik. De regreso a casa, todas esas expectativas abiertas iban a encontrar su merecido eco en los premios anuales de la academia alemana y en los del cine bávaro.
Pero el éxito de «Cuatro minutos» no ha sido ni mucho menos casual o repentino, pues Kraus ha invertido casi una década en su preparación y desarrollo. Ha sacado tiempo para el proyecto en los ratos libres que le deja su labor docente en la Escuela de Cine y Televisión de Berlín, la misma en la que se graduó. Su ópera prima, «Shattered Glass», también le costó sacarla adelante, lo que finalmente logró gracias al Premio al Mejor Guión del Desarrollo Cinematográfico Alemán, recibido en 2002.
Clases de música en la cárcel
La experiencia le sirvió para conocer a la productora Meike Kordes, a quien le presentó posteriormente su idea de «Cuatro minutos cuando ésta fundó la compañía Kordes & Kordes con su hermana Alexandra. Las hermanas Kordes quedaron inmediatamente impresionadas por el argumento, que venía a ser un tratamiento de ficción a partir de una noticia aparecida en los diarios. Kraus tuvo conocimiento de la existencia de una profesora de piano octogenaria que había dado clases de música en una cárcel berlinesa, de forma ininterrumpida durante la friolera de sesenta años. Pensó entonces que una figura tan singular y persistente habría que confrontarla, a fin de exprimir sus infinitas posibilidades dramáticas, con otra más joven que ejerciera de directa oponente. El enfrentamiento de carácteres entre profesora y alumna, dentro de unas circunstancias tan adversas como las de la privación de libertad, presentaba para Kraus la oportunidad de un profundo debate interno sobre la tensión creativa de la cual dependen las manifestaciones artísticas.
La analogía más recurrente es la del conflicto que se establece entre la disciplina técnica y el talento natural. La profesora cree que la metodología musical es imprescindible para hacer de su pupila una gran concertista, mientras que la muchacha lo fía todo a su genialidad instintiva. En medio de las diferencias insalvables entre ambas posturas aparece la falta de motivación que sufre la precoz pianista, a la que no basta su enorme potencial innato para sentir verdadera pasión por la música. Sabe que tiene un don, pero lo considera inútil y no siente ninguna necesidad de compartirlo con los demás, de acuerdo con su personalidad asocial.
La anciana Traude Krüger, a la que sus alumnas se dirigen como Frau Krüger, es un personaje que también tiene sus ambivalencias. De hecho, no deja de ser una prisionera como la díscola Jenny y el resto de las internas del penal. La diferencia es que ella ha elegido ese encierro por sí misma, seguramente para purgar de forma voluntaria por supuestas culpas del pasado. Es una mujer muy religiosa, así que se ha pasado la existencia buscando la redención, que ahora cree tenerla al alcance de la mano, siempre y cuando consiga el milagro de redimir antes a la violenta y en teoría irrecuperable Jenny, a todas luces un caso perdido. No obstante, la palabra imposible no existe en su diccionario, por lo que su última gran obra en este mundo consistirá en dedicarse en cuerpo y alma a hacer que Jenny gane el concurso musical. Por medio de unos breves y puntuales flash-backs se intuye que su mortificación espiritual proviene de la II Guerra Mundial, cuando ejerció de enfermera para el Tercer Reich, a la vez que tuvo que reprimir sus tendencias lésbicas. En el fondo no deja de ser una versión actualizada y más compleja de la conocida obra de William Gibson «El milagro de Anna Sullivan», que enfrentó en los escenarios, en los platós y en la gran pantalla a Anne Bancroft y a Patty Duke.
Selección de las protagonistas
Chris Kraus sabía que el mayor escollo para llevar a cabo «Cuatro minutos» residía en dar con la actriz adecuada para el papel de Frau Krüger. Ninguna actriz de ochenta o más años, incluso estando en un perfecto estado de salud, podría con un rodaje tan duro y exigente. Su decisión última fue la de optar por una gran actriz de menos edad y recurrir al maquillaje, aún a riesgo de que el efecto resultara algo teatral. Teniendo en cuenta todas esas pegas, se inclinó por la profesionalidad de la veterana Monica Bleibtreu, que es la madre del emergente actor Moritz Bleibtreu, recientemente visto en «Las partículas elementales». Ella es sexagenaria y con la ayuda de unas cuantas arrugas más ha dado con la caracterización perfecta, tal como lo rubrica la cantidad de premios de interpretación recibidos. Se ha hecho con la auténtica dimensión de la señora Krüger en base a un trabajo muy físico, el propio de una persona enjuta y resistente, de baja estatura pero dispuesta a crecerse ante una rival de cuidado.
Para encontrar a la Jenny ideal, tal como ocurre en la mayoría de las producciones que persiguen el descubrimiento de un nuevo rostro, hizo un exhaustivo casting por el que pasaron 1.200 chicas. La elegida fue Hannah Herzsprung, quien aportó una excelente química en sus planos con la consagrada Monica Bleibtreu, lo que no era nada fácil. Lo que a primera vista podría parecer una lotería para la actriz novel iba a convertirse en un verdadero suplicio. El personaje de Jenny exigía una doble preparación encaminada a cubrir tanto su vertiente agresiva como la artística, para lo que necesitó clases diarias de boxeo y de piano. Sólo gracias a ese tan completo entrenamiento las escenas en que propina una paliza al guardián mandándole al hospital, o aquellas en que debe doblar la ejecución al piano con un estilo virtuosista, resultan creíbles. El resto lo hacen las composiciones de Schubert, Bach y Beethoven, conducidas a la catarsis final en un estallido concertístico que pondrá a prueba el corazón de los espectadores más melómanos. La narración de Kraus juega muy bien con el suspense, porque todo el público desea que Jenny ceda y triunfe en el concurso. Al respecto, hay que recordar que esta es una película de vocación realista y que la convicta ha de luchar contra si misma y contra el resto de reclusas que, celosas, llegarán a quemarle las manos.
Título original: «Vier minuten».
Dirección y guión: Chris Kraus.
Producción: Meike Kordes y Alexandra Kordes.
Fotografía: Judith Kaufmann.
Música: Annette Focks.
Intérpretes: Monica Bleibtreu, Hannah Herzsprung, Sven Pippig, Richy Müller, Jasmin Tabatabai, Stefan Kurt, Vadim Glowna, Nadja Uhl, Peter Davor.
País: Alemania, 2006.
Duración: 113 minutos.
Género: Drama carcelario.
La rivalidad musical y las tensas relaciones entre maestros y discípulos constituyen el meollo del cine melómano. «Amadeus», según la obra teatral de Peter Shaffer adaptada por Milos Forman, es un claro ejemplo, con el histórico duelo entre Mozart y Salieri. En la misma línea se sitúa la reciente «Mi nombre es Bach», sobre el postrero pulso que el músico mantuvo con el poder representado por Federico II de Prusia. Las tensiones de la enseñanza musical están también reflejadas en «Todas las mañanas del mundo», de Alain Corneau; «El profesor de música», de Gérard Corbiau; y «Copying Beethoven», de Agnieszka Holland.
M. I.
Para encarnar a la profesora de música octogenaria, Chris Kraus optó por una actriz de menos edad y echó mano del maquillaje. Así, eligió a Monica Bleibtreu para caracterizar a la señora Krüger, una mujer dispuesta a crecerse ante su rival.
Hanna Herzsprung superó un exhaustivo casting en el que participaron 1.200 personas para hacerse con el papel de Jenny. El personaje exigía una doble preparación que consistió en clases diarias de boxeo y piano, para cubrir sus aspectos agresivo y artístico.