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CRíTICA Gasteizko Jazzaldia

Balance irregular en el día de los ritmos del Sur

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Javier ASPIAZU

El día dedicado a los ritmos del sur en el festival registró un saldo irregular. Si al comienzo casi no se le pueden poner peros, el resto fue otro cantar. Con el uruguayo José Reinoso al piano, el argentino Horacio Fumero al contrabajo y el catalán David Xirgú a la batería, el grupo de Antonio Serrano atesoraba tanta calidad y exhibía un entendimiento tan perfecto que todo funcionó a las mil maravillas. Serrano demostró que su armónica puede sonar como un bandoneón y registrar todos los matices asociados al instrumento rioplatense.

Éste era un homenaje a Astor Piazzolla registrado ya en el disco «Armonitango», aunque, dado el momento dulce de forma que vive el armonicista madrileño, le creeríamos capaz de tocar en todas las claves y estilos. Como prueba, la magistral improvisación a dúo, fuera ya de cualquier marcaje rítmico, que protagonizaron Xirgú y Serrano al comienzo de «Adiós Nonino»; último tema de un excelente concierto que hubiera merecido un escenario más amplio.

En Mendizorrotza, el guitarrista flamenco Niño Josele presentaba en concierto su disco titulado «Paz», dedicado a la música de Bill Evans, uno de los pianistas más influyentes que ha dado el jazz. Aunque reproducir las complejidades armónicas del pianismo de Evans es una tarea casi imposible para un guitarrista, Niño Josele demostró atrevimiento y una sensibilidad por momentos cercana al universo evansiano. Si bien fue su interacción con un desenvuelto Joe Lovano, capaz de entrar con parecido entusiasmo a los quites flamencos que a los viejos standards, la que salvó un concierto que de otro modo habría naufragado irremisiblemente, dado su vacilante comienzo.

Fue precisamente el tenor de Lovano quien encandiló al respetable en el momento oportuno con la melodía «The Peacocks», seguida por un oportuno quiebro flamenco. Después, justo es reconocerlo, el trío se desempeñó con acierto en una balada de hondura incomparable, «My foolish heart», lo que conmovió al numeroso público presente. Aquí los solos del bajo Pablo Martín, unidos al eficaz rasgueo de Josele, ejercieron efectos catárticos, y nuestro Borja Barrueta, a la batería, dejó abundantes muestras de su clase manejando con sutil mano maestra las escobillas.

En cuanto a Concha Buika, poco puedo decir. Quien esto escribe, en sus limitaciones, nunca ha podido explicarse determinados fenómenos mediáticos. Por eso, confieso no haber conectado en ningún momento con la especial sensibilidad de esta intérprete. Ni su voz velada y algo ronca, pero dramática y expresiva, ni su puesta al día de la copla andaluza, ni su singular popurrí de géneros (no sólo copla, sino también flamenquito, soul y standards del jazz: a este respecto, por cierto, admito no haber oído nunca una versión tan «especial», o debiera decir pueril, del «Bye, bye, blackbird») consiguieron interesar a este humilde cronista.

Sí debo reconocer, sin embargo, las dotes al piano del maestro «Melón» Lewis, o las indudables de ese gran trompetista, acompañante de la Buika en varios temas, Terell Stafford, que cada vez me inspira más conmiseración dadas las papeletas que le toca solventar, demasiado a menudo, en este pintoresco festival de los encuentros.

Ficha

Grupos: Antonio Serrano Quartet,

Niño Josele, Concha Buika.

Lugar y fecha: Teatro Principal y Polideportivo de Mendizorrotza,

18-7-2007.

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