La estación más vulgar del año es, sin lugar a dudas, el verano. Bilbo lo recorren durante estos días señores noruegos que sudan, con pantalón corto y tatuajes de sirenas de hielo en el brazo. Afrusa. Cruzando la Gran Vía respiro una frecuencia periódica de sobaco y perfume que me lleva hasta San Francisco y la peculiaridad inalterable de su olor animal.

Entro en casa y enciendo la tele. Un nuevo concurso. Cambio de canal. Otro nuevo concurso. Y así hasta 4. Canal 4. ¿Quién ha llegado a la conclusión de que en verano también queremos seguir viendo a más gente -si cabe o si entra- enriquecerse de la manera más estúpida posible? «Identity» es un programa recién estrenado el día del Carmen (por comeeeeentaaarlo) en el que un concursant@ debe acertar a qué se dedica un grupo de personas cualesquiera que están en el plató exhibiéndose al natural ante ella. El primer día concurrieron una modista de Rocío Jurado, un fakir, una modelo, un pianista, alguien que vivía en una cueva, un personaje de Andalucía 2001 (por ejemplo), etcétera. Y a partir de esta lista de datos, tiene que ubicar y hacer precisamente coincidir a cada uno de ellos. Resultó interesante observar qué tipo de tópicos y prejuicios manipulaba la concursante (la primera fue mujer, como Eva) para acoplar a cada persona con su oficio o beneficio.

Una vez superado el nivel instintivo para llevar a cabo esta prueba no hay, obviamente, nada más que ver. Bueno: deseas saber cuántos euros se ha llevado por semejante ejercicio de sabiduría, mientras estás por primera vez en este 2007 (como antes en el 2006, 5, 4 ...) 24 exactas horas en presencia y salvaje compañía de toda tu familia en el apartamento en el que está encendida esa televisión de verano y suena el Koala a lo lejos de la noche.

Y entonces deseas que entre un facóquero bramando por la ventana y se lleve a tus crías y a toda la manada por delante, para que la nueva identidad del concurso sea acertar a quién se llevó por delante a toda su familia un facóquero africano.