Fede de los Ríos
El solitario detenido, mecachis en la mar
Decía Marx que un filósofo produce ideas, un poeta poemas, un clérigo sermones, un profesor tratados y un criminal crímenes. Y que esta última rama de la producción, la criminal, produce además el conjunto de la Policía y de la Justicia, fiscales, jueces, jurados, carceleros, etcétera, o lo que es lo mismo, diferentes negocios lucrativos. El criminal es otro sector de la producción capitalista.
Pero, qué queréis, yo le había tomado cariño a El solitario, el atracador de bancos detenido por culpa de un vecino burgués resentido y delator. Catorce años de servicio en activo sin poder dar con él. Atracar bancos es ilegal, de acuerdo, pero ¿inmoral? Unicamente para los que profesan la moral de los esclavos y para los banqueros, naturalmente. ¿Quién con una hipoteca no ha fantaseado con atracar a los que practican el latrocinio legal?
Leed la Biblia, la palabra de Dios, allí se condena el préstamo con usura, aunque le llamen euribor. Los amigos del condenar callan en este tema, incluso hay un banco del Espíritu Santo ¡tiene cojones la cosa!
Lo he visto en las fotos y... me cae simpático. No lo puedo remediar. Sonríe todo el tiempo, le gustan Eric Clapton y Chuck Berry, toca la guitarra en un grupo, tuvo una gran trifulca con la Telefónica al no darle el servicio que contrató, siendo separado cuidaba de sus dos hijos y mandaba dinero a su novia. En la foto policial levanta el pulgar.
Pero don Carlos tenía razón, la plusvalía sustraída en sus atracos es pecata minuta, amén de los sueldos de policías, jueces y carceleros invertidos en su caso, comparada con el beneficio que radios, periódicos y televisiones van a obtener de la noticia. Ya tenemos serpiente de verano.
Nada más producirse la detención en Portugal, los sinvergüenzas se pegaban por salir en la caja tonta. Unos en forma de psiquiatras forenses que, sin conocerle de nada, dictaminaban acerca de su carácter en respuesta a estúpidas preguntas realizadas por estúpidos presentadores. Se entrevistaba a presuntos vecinos que, certificando la maldad del detenido, conseguían tener sus minutos de gloria en televisión. Una enlacada y presunta rubia decía que no pegaba en el barrio, sospechaba de él porque vestía «tipo obrero».
Tuvo un único fallo, ahí la cagó, se fue a vivir al burgués barrio de Las Rozas en Madrid. En Vallecas, todos con hipoteca, hubiese hecho amigos.