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Reuniones entre partidos vascos

PSOE y PNV rechazaron concretar en noviembre un acuerdo tras dos borradores de consenso

Las reuniones habidas en otoño pasado en Loiola entre Batasuna, PNV, PSOE fueron dadas a conocer con detalle por GARA en mayo y junio, junto con otras informaciones sobre encuentros anteriores y posteriores. El último gran intento, y el de mayor calado, se produjo en mayo, en plena campaña electoral, cuando delegaciones del Gobierno y ETA, por un lado, y del PSOE y Batasuna, por otro, realizaron una intensa ronda de negociaciones de forma simultánea en un mismo lugar de Europa. Sobre los encuentros trilaterales de Loiola, reproducimos en esta página la información ya publicada el 3 de junio por este diario, ahora repescada como novedad (aunque con evidentes lagunas) por algunos medios:

Ramón SOLA

La comisión negociadora de la izquierda abertzale expresó en una comparecencia realizada anteayer (1 de junio) el «colapso» en que se halla el proceso de búsqueda de un acuerdo político que resuelva el conflicto. A este punto se ha llegado después de las dos negativas dadas tanto por PSOE como por PNV a la fórmula de autonomía planteada por la izquierda abertzale: la primera en el pasado otoño -en doce reuniones trilaterales realizadas entre los meses de setiembre (3 reuniones), octubre (6) y noviembre (3)-, y la segunda tras la presentación pública de la propuesta de «autonomía a cuatro», puesta de largo en el Polideportivo Anaitasuna de Iruñea en marzo.

Como han admitido públicamente diferentes interlocutores presentes en esos contactos, centralizados en Loiola en su mayor parte, en la fase intermedia de estas doce decisivas reuniones se llegó a un acercamiento en torno a las dos grandes cuestiones a debate: el derecho a decidir y la vertebración territorial. GARA ha podido comprobar que este intento de síntesis llegó a materializarse en dos borradores, pero pasó a vía muerta después de que Batasuna reclamara una concreción a PSOE y PNV en los dos ámbitos.

Los prolegómenos de esta fase crucial de la negociación frustrada ya han sido narrados en estas páginas en las últimas semanas. Las doce reuniones de otoño llegaban precedidas de seis años de contactos privados entre PSOE y Batasuna en los que el partido que lidera José Luis Rodríguez Zapatero aceptó ya desde 2002 la necesidad de buscar una solución política al conflicto en una mesa multi-partita. Y quedaban facilitadas también por el alto el fuego de ETA o por la decisión del PSOE de dar vía libre a la fase de la negociación después de la primera gran crisis, superada aparentemente en la reunión del día 29 de mayo. Un segundo atasco se produciría en agosto, cuando superado sin acuerdo alguno el plazo fijado por PSOE y Batasuna en mayo (concluía el 31 de julio), la comisión negociadora de la izquierda abertzale compareció públicamente para hablar por vez primera de «crisis» y «bloqueo». Poco después, tanto desde el PSOE como desde el PNV se daba el placet a las reuniones intensivas a tres bandas, en busca de un preacuerdo al que posteriormente pudieran dar contenido todos los agentes vascos en una mesa sin exclusiones.

Esta decisión constituyó un salto cualitativo. Por primera vez, entre los tres partidos se constituyó una auténtica mesa de negociación que abrió un debate netamente político con un objetivo: tratar de dar una solución definitiva al conflicto. Atrás quedaban cinco meses, los transcurridos desde el alto el fuego, en que la izquierda abertzale había percibido y denunciado la intención de «despolitizar» el proceso por parte del PSOE y del PNV.

Acuerdo político y recorrido

Esta fase intensiva de diálogo, llevada a cabo con notable discreción, no sólo resultó novedosa por su formato y por haber reunido a los tres vértices principales del intento de abrir un proceso de resolución, sino también por el orden del día establecido. Las discusiones tuvieron dos puntos centrales: búsqueda de bases políticas para un acuerdo de futuro y establecimiento de una «hoja de ruta» o esquema general para el desarrollo del proceso. Estos dos ámbitos refundían el guión netamente político elaborado por la izquierda abertzale a principios de año y asumido inicialmente con naturalidad por PSOE y PNV.

En la vertiente «de fondo» del debate, los interlocutores de las tres formaciones abordaron cuatro cuestiones que requerían consenso: concepción de Euskal Herria como nación, derecho a decidir, aceptación de todos los derechos y vertebración institucional. Y en la parte «de forma», se discutió sobre el método y el calendario del diálogo multilateral que había que poner en marcha para terminar de dar forma al acuerdo. Cabe recordar que en la reunión entre Batasuna y PSOE de mayo que desbloqueó el proceso se había acordado poner en marcha la mesa multipartita en octubre; en cualquier caso, en setiembre la fecha de arranque no pasaba de ser una cuestión de segundo orden frente a la necesidad central de lograr un acuerdo político.

Las tres reuniones trilaterales celebradas en el mes de setiembre incluyeron un primer borrador destinado a ayudar a dar forma a los dos bloques citados. Pero es en el mes de octubre cuando se avanzaría de forma más sustancial en los debates y se lograría acceder a un segundo borrador más trabajado y que venía a recoger las bases de un posible acuerdo que traería consigo la resolución del conflicto.

En octubre, mientras la atención de la opinión pública permanecía fijada en otras cuestiones polémicas como la legalización o no de la izquierda abertzale o la huelga de hambre de Iñaki de Juana, en un silencio absoluto en Loiola se llevaron a cabo cinco reuniones intensivas en las que se dio cuerpo a ese segundo borrador avanzado.

La hora de la concreción

La sexta y última reunión del mes de octubre terminó siendo decisiva y con el tiempo ha dado pie a diferentes versiones, y tergiversaciones, por parte de portavoces políticos. En ella, tanto Batasuna como el PNV y el PSOE estaban llamados a definir su postura sobre el trabajo llevado a cabo hasta el momento. Fue en esa cita cuando Arnaldo Otegi y sus compañeros destacaron positivamente los elementos válidos del borrador, pero alertaron de la existencia de «vacíos» y «ambigüedades» que podían resultar peligrosos a la hora de desarrollar un acuerdo.

De los cuatro puntos sometidos a debate en la parte «de fondo» de la negociación, existían dos en los que el borrador era considerado como completo e inequívoco por parte de Batasuna: el reconocimiento de Euskal Herria como nación y la aceptación de todos los derechos. Pero no ocurría lo mismo con los capítulos del derecho a decidir y la vertebración territorial.

La izquierda abertzale advirtió a los interlocutores jeltzales y del PSOE de que los planteamientos al respecto incluidos en ese segundo borrador resultaban lo suficientemente indefinidos como para que tanto su desarrollo como su cumplimiento final quedaran a merced de la voluntad política posterior. En consecuencia, consideró que era necesaria más concreción para evitar opciones de «fraude» y para que efectivamente el proceso de negociación concluyera en el acuerdo político y el cambio de marco que había sido aceptado en años y años de conversaciones privadas.

Propuesta de autonomía

Así las cosas, Batasuna pone entonces sobre la mesa la propuesta de un estatuto de autonomía para Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa que pueda servir como elemento de desbloqueo pero, sobre todo, como elemento de necesaria concreción que evite los riesgos mencionados.

El planteamiento supone un evidente movimiento por parte de la izquierda abertzale, aunque se trate de una fórmula con amplias raíces históricas en la trayectoria de los independentistas. Y tiene aparentemente el valor añadido de contactar con el discurso del PNV y con planteamientos del PSOE no muy lejanos en el tiempo. Se corresponde además con el compro- miso de implicar a los cuatro herrialdes en un acuerdo resolutivo adoptado por los tres interlocutores en las conversaciones previas. En la reunión de mayo, como ya reveló GARA, el PSOE había aceptado tratar de incorporar al PSN a este proceso multilateral de conversaciones, aunque por el momento no se había producido tal cosa. Ni el partido liderado por Carlos Chivite habló con la izquierda abertzale ni envió siquiera algún representante a algunas de las numerosas reuniones llevadas a cabo con Batasuna por Jesús Eguiguren o por Rodolfo Ares.

Junto a ello, la fórmula trasladada por Arnaldo Otegi, Rufi Etxeberria, Olatz Dañobeitia y el resto de interlocutores establece expresamente que el derecho a decidir incluido en ese estatuto de autonomía no excluirá la opción de la independencia. Y con todo ello Batasuna entiende que se pone la definición necesaria a las cuestiones ambiguamente redactadas del derecho a decidir y la vertebración territorial, y se evita además que en el recorrido posterior del proceso puedan producirse desviaciones debidas a diferentes interpretaciones del consenso de base.

La demanda de los independentistas se basaba en la indefinición del borrador, pero estaba apuntalada por otra razón relativa al contexto: la desconfianza extendida por cuestiones como el ataque ininterrumpido a la actividad política de la izquierda abertzale, pese a los siete meses transcurridos desde el alto el fuego. Esta cuestión, de hecho, había estado en el germen tanto de la crisis de mayo -la citación a ocho mahaikides desencadenó la reunión del día 29- como de la de agosto -seguía la prohibición de manifestaciones como la anual de Donostia, así como las exigencias a Batasuna para que se legalizase-.

Aunque en esta última reunión de octubre, y tras la exposición de Batasuna, tanto los interlocutores del PSOE como los del PNV adoptan el compromiso de redactar sus propuestas y planteamientos para una próxima reunión, la demanda de definición hecha por la izquierda abertzale se había convertido en un punto de inflexión para ambos partidos, que en contactos posteriores evidenciarían su intención de mantener los borradores en su ambigua redacción o incluso tratar de recortarlos.

El PNV se planta, el PSOE recula

Noviembre llegaba con cierta incertidumbre, pero con todas las opciones abiertas para alcanzar un acuerdo que diese continuidad a los dos borradores. El primer contacto del mes, sin embargo, no deparó un mayor acercamiento, sino más bien al contrario. Frente a la propuesta de autonomía a cuatro con derecho a decidir, incluida la opción de la independencia, los representantes del PNV plantearon que el borrador se quedara como estaba.

La interlocución del PSOE, por su parte, «contratacó» con una nueva posición: planteó algunas modificaciones sustanciales y rebajas en los contenidos de los dos borradores, pese a que ambos habían suscitado ya un claro consenso entre las tres partes. Visto con perspectiva, cabe intuir que los enviados del partido de José Luis Rodríguez Zapatero estimaron quizás que la izquierda abertzale planteaba en realidad una nueva negociación y trataron de situarse en posiciones más retrasadas. Sin embargo, la propuesta de Batasuna no suponía un salto, sino más bien una concreción sobre el terreno ya consensuado.

En noviembre se realizarían dos reuniones más, pero tan infructuosas como ésta. Ni PSOE ni PNV aprobaron la propuesta de Batasuna, cuyas líneas maestras no serían dadas a conocer públicamente hasta meses después, y con ello se frustraba la opción de un acuerdo que había levantado enormes expectativas y declaraciones políticas muy esperanzadas.

La izquierda abertzale planteó la posibilidad de consensuar una línea de acción compartida que llevara al escenario de ese estatuto de autonomía con derecho a decidir, pero recibió otro no por respuesta.

La negociación quedaba bloqueada sin acuerdo tras una fase de debate político de una profundidad sin precedentes, con tres sensibilidades políticas principales del país como protagonistas sentadas en la misma mesa durante doce reuniones intensas, colofón de otras decenas y decenas de contactos bilaterales. Los motivos de discrepancia volvían a ser las dos cuestiones señaladas como «nudos a desatar»: territorialidad y derecho a decidir. Dos cuestiones que habían sido la base de un guión perfilado durante seis años y madurado más que nunca en estas semanas de otoño.

Un intento intensivo por implicar a PSOE y PNV

El formato trilateral de los contactos políticos, el famoso «triángulo», no ha sido cuestionado por ninguna otra fuerza política. Pero quizás requiere una explicación, que tiene que ver con una decisión tomada por la izquierda abertzale en junio. Hasta entonces, el liderazgo en la búsqueda de apertura de un proceso resolutivo había quedado en manos del PSOE y Batasuna, aunque en ambos casos con una interlocución fluida con el PNV y otros agentes. Tras la decisión del PSOE de pasar de la fase de interlocución a la de negociación a finales de mayo, Batasuna constató que los mayores obstáculos a la puesta en marcha de un proceso de diálogo resolutivo -con la obvia salvedad de la derecha tanto española como francesa- estribaban en los partidos de Imaz y de Zapatero. De hecho, otros partidos (EA, Aralar, EB, IUN, Zutik, Batzarre...), agentes sindicales y sociales habían apostado con claridad por la mesa de partidos, habían suscrito el Acuerdo Democrático de Base o habían impulsado la manifestación por el diálogo multipartito que reunió a 84.000 personas en Bilbo el 1 de abril. Para Batasuna, por tanto, lograr un acuerdo con PSOE y PNV aparecía como la premisa para dar estabilidad absoluta al proceso de solución.

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