GARA > Idatzia > Editoriala

El dopaje sacude el Tour, pero la afición vasca conquista el pódium en los Pirineos

La etapa reina de los Pirineos. Una cita inexcusable que, aunque se repita a cada edición, siempre logra dejar una impronta diferente. Este año la cosa estaba complicada. Digamos que el ambiente general no era el más propicio. La Grande Boucle llegó a tierras vascas el día después de que los organizadores de la prueba pusieran en la calle nada menos que a Vinokourov tras dar positivo el kazako en el control antidopaje. El mismo día en que la carrera se paseaba por Zuberoa y Nafarroa se conocía de un segundo positivo, Moreni. Pero no todas las sospresas desagradables quedaron ahí. Cuandos los numerosos aficionados vascos desplazados a los Pirineos plegaban las ikurriñas para volver a casa saltaba la liebre: el maillot amarillo, Rasmussen, se marchaba a casa, esta vez sin haber dado positivo... pero con la sombra de la sospecha. Pero, todo hay que decirlo, la mancha no sólo cubre al corredor por saltarse un control por sorpresa dentro de ese plazo de 45 días antes de una gran prueba que fija el reglamento antidopaje, sino también a Rabobank, a los organizadores del Tour y a la UCI que, sabiéndolo, ni dijeron ni hicieron nada.

En ese ambiente enrarecido, marcado por un agrio debate sobre el doping, la forma de hacerle frente, sus responsables... el Tour surcó en medio de una marea humana de aficionados vestidos de naranja las cimas vascas. A quien no estuvo presente en esa fiesta, la retransmisión televisiva -ésa que por depender de la televisión francesa impide robar planos en los que aparezcan pintadas, banderolas, camisetas...- le mostró un paisaje humano diferente al de otras etapas, el formado por un pueblo que se asienta a ambos lados de los Pirineos y que se expresa como tal de muchas formas, y con especial pasión en esta prueba deportiva. El arraigo del ciclismo en Euskal Herria es indudable, pero no es menos evidente que la cita con el Tour tiene un valor añadido, como es el de mostrar ante los millones de espectadores que siguen a lo largo y ancho del mundo esta carrera que, siquiera por unas horas, por un centenar de kilómetros, el Tour se adentra en un país diferente y se deja agasajar por miles de aficionados dispuestos a apoyar a los suyos pero también a reconocer el esfuerzo que, pese a todos los escándalos y polémicas, sigue siendo la seña de identidad del deporte de la bicicleta.

Los pactos ruedan

Mientras el Tour acaparaba gran parte de la atención de los ciudadanos, en el plano político las referencias volvían a fijarse en los pactos de gobierno. El panorama surgido de los comicios del 27 de mayo, fuertemente condicionado por la ilegalización de listas de la izquierda abertzale, ha hecho esa labor complicada. De hecho, quienes remarcan el «espectáculo» que se vive en Nafarroa, deberán reconocer que lo vivido este jueves en Araba no desmerece en absoluto. De hecho, tiene su mérito el llegar al pleno de investidura de diputado general con cuatro candidaturas en pie y ni un amago de entendimiento político. A partir de ahí, el pleno de suspense estaba asegurado y, al final, el candidato del tercer partido más votado, el PNV, hizo podium. Eso sí, lo vivido en la sesión merece algunos comentarios añadidos. El primero pasa por mostrar un asombro con mayúsculas ante la actitud mostrada por EB-Aralar y por ambos socios de coalición por separado. Acudieron al pleno de la mano y salieron cada cual por su lado. Es decir, se ofrecieron a votar a Txarli Prieto (PSE), candidato al que la aureola de valedor del cambio y artífice de la transver- salidad que le endosaron le viene más que grande, para a lo largo de la sesión cambiar de idea y luego dividir el voto. El anuncio de ANV de que, de verse la necesidad por lo ajustado de la votación, emplearía sus cuatro votos para evitar un nuevo gobierno del «unionismo español» en Diputación, tuvo el efecto de un terremoto. El juntero de Aralar, Iñaki Aldekoa, entre quejas, se bajó como pudo del tren descarrilado y optó por anunciar su abstención, dejando a su compañero de coalición, EB, votando solito a favor de Prieto. Como resultado, Araba dejará de estar en manos de quienes pilotados desde Ferraz y Génova amagaban cambios de cromos con Nafarroa, aunque tampoco tendrá un gobierno con mayoría, ya que el PNV sólo logró el apoyo de los dos junteros de EA, lo que le deja con una exigüa mayoría de 16 junteros sobre 51, y le obliga a buscar apoyos.

Xabier Agirre, quien nada más hacerse con la makila anunció su disposición a entenderse con todos, sin excepción, aclaraba unas horas después que sus preferencias se decantan por acuerdos con el PSE, lo que llevaba al alcalde de Gasteiz, Patxi Lazcoz (PSE) a fantasear ya con apoyos mutuos. A la espera de que se clarifiquen más las cosas, lo que cabe desear es que el cambio de color en Diputación deje atrás una etapa marcada por el uso y abuso del gobierno foral. En su condición de nuevo diputado general, a Xabier Agirre le toca demostrar, de manera añadida, que está disuesto a abrir una forma de hacer política más integradora, que permita dejar en el cajón del olvido no sólo al PP sino también a la gestión de gobiernos forales que, bajo la tutela jeltzale, no se caracterizaron precisamente por seguir esa línea.

Lo actuado por el PNV en otras instituciones, como Ondarroa y Mendexa, donde presidirá gestoras integradas por políticos ajenos a la vida de esas localidades, no va en la línea de impulsar un proceso democrático. Y sin embargo, ésa es una necesidad imperiosa en este país.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo