Entrevista a Arnaldo otegi
«En Madrid todavía no hay madurez para alcanzar un acuerdo resolutivo»
Iñaki IRIONDO
¿Cómo fueron la detención (el 8 de junio en Donostia) y el trato recibidos?
La detención se produjo cuando me dirigía, junto a Pernando Barrena y Juan Joxe Petrikorena, a dar una rueda de prensa. Fui interceptado por miembros de paisano de la Policía Nacional, que me detuvieron.
Fui conducido a dependencias del Gobierno Civil, y desde allí a la cárcel de Martutene. El trato recibido por parte de la Policía fue correcto en todo momento.
¿Estaba preparado?
Sabía, porque así me lo habían dicho diversas fuentes periodísticas de Madrid, que si el Tribunal Supremo ratificaba la sentencia sería inmediatamente encarcelado. Así lo había dicho un magistrado, durante un receso del juicio sobre el 11-M a un grupo de periodistas 72 horas antes de que se viera la vista en el Tribunal Supremo.
¿Por qué cree que le detuvieron de esa forma, cuando a otros con penas más graves les dan fecha de ingreso y eligen cárcel?
Se trataba de dar un golpe mediático. Hacerlo de esa manera permite dar una imagen de «firmeza», que sólo refleja un intento de vender a la opinión pública española una visión de las cosas que no se corresponde con la realidad.
¿Cuál es su régimen de vida?
El mismo que el de cualquier otro preso o presa internado en la cárcel de Martutene. El propio del resto de compañeros del colectivo en prisión aquí.
¿Cómo se ve la situación política actual desde la cárcel?
Apenas llevo un mes y medio en la cárcel, por lo tanto veo las cosas prácticamente igual que como las veía en la calle. Si acaso, la cárcel permite situarse fuera de la vorágine diaria y analizar las cosas desde una cierta distancia.
¿Cómo percibe la situación, el trabajo por hacer, un «animal político» como usted en una situación de encarcelamiento?
Es cierto que hay muchas cosas que hacer. Lo principal es retomar la vía del diálogo y de la negociación para tratar de superar definitivamente y en términos democráticos el conflicto político en Euskal Herria.
La cárcel limita la capacidad de movimiento, pero no la capacidad de aportación política. En cualquier caso la tarea fundamental corresponde a los compañeros y compañeras que están en la calle.
¿Cuál es el papel de un dirigente político encarcelado?
Lo primero situarse correctamente en el nuevo contexto. Lo segundo, entender que las labores de dirección política no se pueden desarrollar desde la cárcel. Lo tercero, empujar y aportar junto con el conjunto del colectivo de presos y presas a favor de una solución justa, estable y duradera del conflicto político.
¿Ha pensado en invitar o a que le visiten sus interlocutores?
No lo he pensado, sinceramente. No tendría inconveniente en recibirlos. Nunca me he negado ni a dialogar ni a mantener relación con nadie, y tampoco lo hago en estas circunstancias.
¿Qué piensa de su encarcelamiento por hablar de Argala, sabiendo que militares españoles reconocieron en «El Mundo» su participación en su atentado y están en libertad?
Creo que refleja con exactitud cuál es el precio en términos de justicia política derivado de la llamada transición «democrática» en el estado español.
En su opinión, y a propósito de las informaciones publicadas por GARA, ¿por qué fracasó el último intento negociador, llevado a cabo en plena campaña electoral?
Quiero en primer lugar dejar sentado que yo no confirmo ni desmiento los contenidos de lo publicado por GARA. Creo que es necesario mantener la prudencia en cualquier circunstancia. Dicho esto, también quisiera plantear que un esquema de proceso negociador no puede definirse en términos de intentos «últimos». El principio de diálogo y negociación debe ser permanente, cualquiera que sea el contexto o la coyuntura política, y sobre el mismo hablar, contrastar y en definitiva trabajar por la búsqueda de las condiciones necesarias para una negociación resolutiva.
Yo no hablo de fracaso. En cualquier caso, se puede afirmar que hemos avanzado, pero no hemos alcanzado un acuerdo resolutivo final. Y no lo hemos hecho porque todavía no existe ni la ambición ni la madurez suficiente por parte del Gobierno español para alcanzarlo. Pero no hay que desistir, hay que seguir hablando, trabajando sobre lo ya avanzado... Eso es lo que demanda nuestro pueblo. Es lo que hay que hacer.
Hay quien ha acusado de fraude a la izquierda abertzale por no romper el proceso antes de las elecciones...
Durante la campaña electoral existía todavía la posibilidad de alcanzar un gran acuerdo político. No nos engañemos, es fundamentalmente el PNV de Imaz quien esta lanzando estas afirmaciones, y lo hace con una sola intención: ocultar su fracaso electoral.
¿Qué queda del proceso? ¿Qué conclusiones saca tras estos años de trabajo?
Estos años de trabajo intenso nos han permitido avanzar. Hoy se puede afirmar sin riesgo a equivocarse que el «proceso» no tiene alternativa.
La apuesta por la vía de la represión y del enfrentamiento es una estrategia baldía, algo que está sobradamente demostrado, y si a esto se le añade algún intento de reeditar un nuevo fraude político con un planteamiento de reformas estatutarias, sólo servirá para alargar una situación de conflicto.
Sólo un acuerdo político que devuelva e instale en Euskal Herria un marco democrático puede resolver este conflicto.
¿Qué opina sobre el emplazamiento de eurodiputados a ETA y al Gobierno español a mantener la calma? ¿Y qué opina sobre la implicación de la Unión Europea?
En estos momentos es importante saber que la solución al conflicto también se juega en el escenario europeo. La Unión Europea también está mirando a Euskal Herria. Es por eso que en momentos como los actuales, hay que mantener la apuesta por el diálogo, por la prudencia y también por la movilización popular.
¿No se ha acabado todo? Decir que se puede retomar, ¿no es una frase hueca?
Quiero insistir en la idea de que el proceso debe entenderse en términos dinámicos. No hay alternativa al proceso. El proceso se debe retomar, eso sí, con garantías y con bases sólidas. Con voluntad y alternativa política real para llegar a un escenario final que supere definitivamente las causas del conflicto.
Hemos recorrido una etapa, hay que alcanzar la meta. Todas las partes debemos contribuir a hacerlo, esa debe ser nuestra prioridad política.
El PNV dice que no hay interlocutores en la izquierda abertzale, ¿qué opina?
Es la estrategia del calamar. A palabras necias oídos sordos se podría responder.
Lo que a mi me gustaría es conocer a interlocutores del PNV capaces de plantear en la mesa de negociación alguna posición diferente a las que mantienen los interlocutores del PSOE.
¿Cuál es su opinión en torno a la actitud del PNV hacia la izquierda abertzale?
Los actuales portavoces del PNV, sobre todo Josu Jon Imaz, están obsesionados con la izquierda abertzale. Están nerviosos y además divididos.
Creo que tienen razones poderosas para la preocupación. Desde mi punto de vista las últimas elecciones han desgastado su posición, y este desgaste se debe a dos razones: a la posición de seguidismo del PSOE en el proceso de paz, y a la existencia de una corriente social y popular creciente que desconfía enormemente del modelo de gestión que ofrece el PNV. Esta corriente popular busca ya, sin tapujos, una alternativa política e institucional a la hegemonía del PNV (en la CAV) y de UPN (en Nafarroa).
En este sentido, estoy convencido de que sólo la izquierda abertzale es capaz de aglutinar esa corriente popular que busca el cambio en Euskal Herria.
Para ello, la izquierda abertzale debe trabajar por la consecución de un marco democrático liderando un proceso que nos debe llevar a un escenario de paz y libertad, y asimismo ir construyendo una alternativa popular y socialista que nos conduzca a la independencia por la izquierda.
Esta es la responsabilidad histórica de la izquierda abertzale.
¿Es posible un proceso de resolución sin el PNV?
Estamos hablando de un proceso de soluciones, y por lo tanto, es necesario el concurso del conjunto de fuerzas políticas, sociales y sindicales de nuestro pueblo.
Dicho esto, un proceso de soluciones democráticas exige un acuerdo que abra las puertas en condiciones de igualdad a la consecución de todos los proyectos políticos, incluido el proyecto independentista.
El PNV no ha sido capaz hasta el momento de poner encima de la mesa una propuesta que configure ese escenario democrático para los cuatro territorios del sur de Euskal Herria. Sin embargo, soy de la opinión de que la puesta en marcha, con carácter público y transparente de las Mesas de Diálogo, obligaría a todas las partes a «retratarse» frente al pueblo vasco.
En ese escenario, todas las fuerzas políticas estaríamos obligadas a exponer nuestras propuestas, y el PNV y el PSOE se verían obligados a poner negro sobre blanco cuales son sus alternativas para solucionar el conflicto.
¿Qué opinión le merece el artículo de opinión recientemente publicado por el presidente del PNV, Josu Jon Imaz?
Agradecí hace algunos meses el auténtico striptease político que estaba realizando Josu Jon Imaz. Su último artículo de opinión refleja la posición que ha mantenido el PNV en el proceso de diálogo.
Se trata de enmascarar la falta de un proyecto nacional y trasluce sus obsesiones políticas: mantener la estructura de la Comunidad Autónoma Vasca para seguir haciendo negocio.
Nosotros también somos partidarios de un acuerdo integrador y democrático que sea sometido a consulta popular. Pero sin trampas: ese acuerdo debe resolver el problema de la vertebración territorial y regular el derecho de la ciudadanía vasca a decidir libre y democrática y pacíficamente su futuro político e institucional, sin más límite que el respeto a la voluntad popular.
¿Y cuál es su consideración sobre los llamamientos del PNV y de Ibarretxe a ANV para que condene a ETA?
Esos llamamientos nos retrotraen al pasado, y no se puede construir un futuro diferente con recetas del pasado. Esta es una reflexión que debe guiarnos a todos, también a la izquierda abertzale.
¿La izquierda abertzale quiere imponer sus principios?
La izquierda abertzale plantea un escenario y una propuesta muy simple: que nuestro proyecto político se pueda materializar por vías pacíficas y democráticas mediante la adhesión democrática de la ciudadanía de Euskal Herria. Hasta que ese escenario sea posible, planteamos una alternativa de carácter táctico que consiste en la creación de un marco de Autonomía vasco-navarro, que resuelva el derecho de decisión de la ciudadanía.
Se les acusa de romper el esquema o el método planteado en Anoeta, ¿es cierto?
El método planteado en Anoeta es un método que sigue teniendo toda su vigencia a día de hoy. Me consta que esto es así, y que así es entendido por todas las partes.
Pero hay un hecho que no debemos obviar: un proceso sincero que dé solución al conflicto debe abordar con honestidad las raíces que lo alimentan, y es necesario que fundamentalmente se haga desde la óptica del Gobierno español, con una gran dosis de pedagogía política.
No se puede encarar un proceso de este tipo, sin que el Gobierno, su presidente e incluso los medios de comunicación estatales tengan el arrojo y la valentía de dirigirse a la opinión pública española en términos políticos para explicar con claridad que existe un problema político que debe resolverse en términos políticos. Mientras se trate de intoxicar a la opinión pública en términos «antiterroristas», cualquier paso, cualquier «gesto» se considera poco menos que la antesala de la rendición de España.
La izquierda abertzale debe al mismo tiempo adecuar su estrategia de negociación, y hacer también su propia pedagogía, con respecto a la opinión pública del Estado. El proceso de soluciones políticas debe ser observado como un proceso de suma y no de resta.
No puede plantearse en términos de victoria/derrota, sino en términos de ganancia neta para el pueblo vasco, y también para el conjunto de pueblos del Estado español.
¿Cree en la voluntad del Gobierno español para superar el conflicto? ¿Era sincera esa voluntad?
No nos debe obsesionar el debate sobre «voluntades». Lo cierto es que nos encontramos en una fase en la que la batalla esta centrada en la asignación de responsabilidades en la ruptura del proceso.
Esta es una fase que debemos superar con el tiempo. Los hechos han avalado para nuestro pueblo la absoluta disposición de la izquierda abertzale para alcanzar un acuerdo. Ahora lo que toca es volver a construir, desde lo ya construido, las condiciones que permitan alcanzar un acuerdo resolutivo.
Para ello, hay que seguir manteniendo abiertas las vías de comunicación, y además ser conscientes de que le toca liderar a la izquierda abertzale todas las iniciativas que conduzcan a la creación de nuevas condiciones.
¿La división entre el PP y el PSOE ha sido un lastre? ¿Cree que el PP ha frenado al PSOE, o el PSOE ha utilizado al PP para dar marcha atrás?
El problema es que el proceso se puso en marcha sin que existiera un Estado homogéneo en cuanto a su propia posición.
El PP optó en todo momento por instrumentalizar el proceso en términos electorales. Esta situación derivó en una fuerte ofensiva contra la naturaleza política del proceso de soluciones. Lo más conveniente sería la formalización de un Pacto de Estado dirigido a la consecución de un escenario de solución del conflicto. A día de hoy no es posible.
Es evidente que la situación ha sido «aprovechada» por el PSOE, que se ha escudado permanentemente en las posiciones del PP, para mantenerse en posiciones auténticamente inmovilistas.
¿Tiene una visión positiva sobre la intervención de Jesús Egiguren?
No se trata de tener una visión positiva o no. Lo cierto es que llevamos años intentando que el conflicto se resuelva en términos democráticos.
Espero que el futuro próximo haga posible el acuerdo. El acuerdo es necesario y es posible. Hay que seguir trabajando, con pisada de buey y la perspectiva puesta en un horizonte razonable.
¿Qué ha hecho mal la izquierda abertzale?
Tengo una idea bastante clara de las cosas que hemos hecho mal. Las más importantes las he transmitido dentro de nuestras reflexiones internas.
En cualquier caso, creo que hemos transmitido un esquema de proceso un tanto compulsivo: hoy todo bien, mañana el abismo.
También a nosotros nos toca hacer pedagogía: hay que plantear un proceso sin prisas, sin blanco o negro, un proceso en el que la garantía del éxito pivote sobre los acuerdos, sí, pero sobre todo en la confianza en las fuerzas de la izquierda abertzale y del pueblo vasco.
¿Cuáles son las tareas para los próximos meses?
La izquierda abertzale tiene un reto histórico: construir la alternativa organizativa, política e institucional que lidere a la mayoría social de Euskal Herria. Este reto exige tomar decisiones y adecuar líneas de trabajo político e institucional.
Desde mi punto de vista, sólo es y será posible construir esa alternativa si somos capaces de liderar un proceso que nos lleve a un nuevo marco democrático y de paz por un lado, y acoplarle una alternativa real al modelo nacional y social impuesto por el tandem PNV/UPN por otro que nos haga avanzar en la dirección de nuestro proyecto político.