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CAZA DE ESPECIES PROTEGIDAS

Pajarillos y ranas, víctimas del furtivismo

La captura de pajarillos, ranas, cangrejos y otros animales de forma furtiva todavía es una práctica bastante habitual, a pesar de las elevadas multas previstas para este tipo de delitos. Cada especie tiene su propia valoración económica, que en el caso de Nafarroa va desde los 18 euros que cuesta un petirrojo hasta los 12.000 euros que tendría que pagar quien mate un quebrantahuesos, un águila perdicera, un urogallo, una avutarda o una nutria.

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Iñaki VIGOR

La caza furtiva ha sido una práctica muy habitual en Euskal Herria, y quizás más en Nafarroa, donde la mayor extensión y variedad de especies ofrecen más posibilidades que en otros herrialdes. El furtivismo es algo que se ha transmitido de generación en generación, casi como los genes, con la diferencia de que hace unas décadas se practicaba para matar el hambre, y hoy en día se hace por placer o incluso por sibaritismo. Todavía es bastante frecuente que algunos establecimientos ofrezcan a sus clientes selectas raciones de pajarillos, ranas e incluso cangrejos autóctonos, y que esos clientes hagan después pública ostentación de haber degustado estos platos prohibidos.

En ocasiones, algunos establecimientos comerciales y hoteleros son denunciados por comercializar con especies no cinegéticas de valor gastronómico, pero rara vez los responsables acaban en la cárcel, a pesar de que el Código Penal tipifica este delito en su artículo 34: «El que cace o pesque especies amenazadas, comercie o trafique con ellas será castigado con pena de prisión de seis meses a dos años o multa de ocho a venticuatro meses; la pena se impondrá en su mitad superior si se trata de especies en peligro de extinción».

Hasta hace poco más de una década la caza de pajarillos apenas estaba perseguida, y en ocasiones se realizaba incluso dentro de los cascos urbanos, como ocurría en Iruñea. Cuando nevaba, no era extraño ver a algunas personas que colocaban redes o ligas en la Vuelta del Castillo, en la Bajada del Labrit o en patios y zonas verdes de barrios periféricos.

La presión del movimiento ecologista y la mayor concienciación ciudadana consiguieron acabar con estas prácticas en lugares céntricos, pero la caza de pajarillos continuó en el monte, sotos o incluso huertas privadas, donde algunas personas todavía colocan sus cepos sin temor a ser descubiertos.

Las actuaciones de la Policía Foral confirman que el furtivismo todavía no se ha erradicado en Nafarroa. En el año 2003 los agentes especializados de este cuerpo realizaron 20 actuaciones, en 2004 fueron 23, en 2005 ascendieron a 41 y el pasado año fueron 35 las denuncias policiales realizadas, a las que hay que añadir las 9 denuncias administrativas y actas de inspección remitidas al Departamento de Medio Ambiente entre enero y junio de este año.

Además del patrullaje habitual por zonas específicas donde habitan los pajarillos, los agentes realizan esperas en lugares donde es habitual esta práctica, controlan la recogida de hormigas aladas, que son usadas como cebos para la captura de pajarillos, y realizan controles de personas y de vehículos que acceden o salen de parajes donde anidan estas pequeñas pero codiciadas aves.

Además, controlan las artes que se utilizan para este tipo de caza, requisan las que están prohibidas o las que se utilizan sin autorización administrativa, e inspeccionan bajeras donde tienen información de la existencia de pajarillos.

Papamoscas, mosquiteros y petirrojos

En Nafarroa, el papamoscas cerrojillo, el mosquitero común, el mosquitero musical y el petirrojo son las especies más atradas en cepos, ligas y redes japonesas. Estas artes de caza están prohibidas por la Directiva de Aves de la Unión Europea, si bien las redes japonesas pueden ser utilizadas por personas que disponen de permiso para anillamiento de aves, como científicos o miembros de organizaciones ecologistas.

Las especies víctimas de estas prácticas suelen ser aves migratorias, que en esta época veraniega apenas tienen carne. Pero antes de iniciar la migración de cientos o miles de kilómetros, estos pajarillos acumulan abundante grasa en sus depósitos, que en algunos casos supone hasta el 40% de su peso. Es entonces cuando estas pequeñas especies se convierten en verdaderos manjares para muchas personas y son perseguidas por los furtivos.

La Ribera de Nafarroa es una de las zonas donde más adeptos tienen estas prácticas prohibidas. En octubre del pasado año, el personal de campo del Departamento de Medio Ambiente denunció a 14 personas de Tutera, Corella, Fitero, Cintruénigo, Milagro, Marcilla y Caparroso por capturar hormigas aladas, también conocidas como anderetes o alaicas, y colocar cepos para pájaros insectívoros. Fue una de las actuaciones de este tipo más sonadas.

El Departamento de Medio Ambiente constata que los pájaros insectívoros son beneficiosos para la agricultura, ya que «suponen un elemento de ayuda a los agricultores en el control de las plagas en huertos y fincas de cultivo».

Fuentes de este departamento y de organizaciones ecologistas coinciden en que, en la actualidad, ninguna especie animal se haya en peligro de desaparición a causa del furtivismo. Antonio Munilla, en nombre de Gurelur, constata que en los campos navarros cada vez hay menos pajarillos, pero culpa sobre todo a la utilización desmesurada de productos fitosanitarios y a la ocupación y alteración del medio ambiente por la acción humana.

«En la actualidad, hay más cardelinas, verderones, verdecillos y pardillos en Pamplona que en el campo. Estas especies -explica- se han tenido que refugiar en la ciudad porque en los campos está desapareciendo todo. Cada vez hay menos insectos, menos bosquetes... y estos pajarillos se quedan sin alimento y sin refugio».

Antonio Munilla critica por otro lado la actitud del Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Nafarroa, al que acusa de «dar permisos a los pajareros para que capturen especies catalogadas, incluidas algunas en peligro de extinción».

3.125 euros por una grulla

Pero el vicio puede resultar caro. Las multas por coger estas hormigas aladas no bajan de los 150 euros, a los que hay que añadir las multas por capturar los pájaros insectívoros, que oscilan entre 600 y 1.500 euros. Pero todavía hay más. A estas multas hay que sumar el valor de cada pájaro, que en el caso de Nafarroa viene recogido en un baremo establecido en 1993 y que todavía no ha sido actualizado, a pesar de los 14 años transcurridos.

Según informaron desde el Gobierno de Nafarroa, este baremo se realizó tomando como base las estimaciones de los técnicos de Medio Ambiente, basadas en criterios como el nivel de protección legal, la rareza de la especie y la población existente en Nafarroa, que puede variar mucho respecto a la de otros territorios. Por ello, este baremo sólo es de aplicación en este herrialde.

Las especies más baratas son el vencejo común y el petirrojo, que salen por 18 euros cada ejemplar. El mirlo acuático, el mirlo capiblanco, el papamoscas cerrojillo, roqueros, alcaudones y otros similares salen por 42 euros la unidad. Si se trata de alondras de Dupont, chovas o gorriones alpinos, el cazador deberá pagar 120 euros por cada pieza, y la «broma» se dispara hasta los 300 euros en el caso de capturar torcecuellos, pájaros carpinteros, alcaravanes, perdices pardillas, gangas, chotacabras, rabilargos o treparriscos.

Somormujos, cormoranes, garcetas, garcillas, cigüeñelas y otras anátidas no cinegéticas salen por 476 euros la unidad, pero quienes capturen un pico negro se arriesgan a tener que desembolsar 600 euros, o el doble si se trata de un pico dorsiblanco o un pico mediano. La misma valoración tienen el buitre leonado, el alimoche, el águila calzada, el águila culebrera, el aguilucho lagunero, el aguilucho cenizo, el aguilucho pálido, el halcón abejero, la lechuza común o el milano real.

Garzas, avetorrillos, espátulas y cigüeñas blancas están valoradas en 1.800 euros, por debajo de los 2.380 euros que cuesta un alcotán, un gavilán o un cernícalo primilla, o de los 3.125 euros que tendría que pagar un furtivo en caso de ser descubierto con una perdiz nival o una grulla.

Menos arriesgado puede resultar la captura de aves acuáticas como anades, patos, pollas, gaviotas o zarapitos, ya que cada ejemplar está valorado en 90 euros. Pero si alguien mata un águila real, un águila pescadora, un halcón peregrino, un azor, un búho real, una cigüeña negra o un avetoro, se expone a desembolsar 6.000 euros por ejemplar. Esta cantidad se duplica en el caso de tratarse de un águila perdicera, un quebrantahuesos, un urogallo o una avutarda.

Los huevos de estas aves tienen la misma valoración que se asigna, por unidad, a la especie reproductora.

Según este baremo elaborado hace 14 años, las culebras están valoradas en 120 euros, mientras que otros reptiles o anfibios, como la tortuga o el tritón alpino, ascienden a 360 euros.

«Hay gente que se lleva sacos enteros de ranas»

Además de los pajarillos insectívoros, en Nafarroa también suele ser habitual la captura de ranas bermejas, ya que sus ancas son un bocado exquisito. Estos saltarines animales de color pardo abundan en los bosques húmedos, principalmente hayedos. Cuando llega la época de freza, acuden por miles desde cinco o seis kilómetros a la redonda a determinadas charcas para reproducirse. Muchas personas creen que se trata de ranas de pasa, porque las ven pasar a cientos. Pero no es así. Son animales que tienen allí su hábitat y que se desplazan a zonas encharcadas impulsadas por su instinto reproductor. La época de freza varía en función de las condiciones climáticas, y suele tener lugar entre los meses de diciembre y marzo.

«Es un espectáculo de la naturaleza muy llamativo. Cuando la noche es propicia, tienes que ir apartando las ranas para poder moverte. El bullicio que hacen es impresionante», relata Antonio Munilla, que en ocasiones ha tenido que ejercer de «guarda», junto con otros miembros de Gurelur, para evitar el furtivismo. Y es que machos y hembras acuden por miles a estas charcas, lo que facilita su captura. «Nosotros no estamos en contra de que la gente de los pueblos coja dos docenas para hacerse una merienda. Pero lo que no se puede permitir -agrega Munilla- es que algunos se lleven sacos y sacos enteros de ranas, porque en este caso eliminan casi todos los ejemplares del hayedo». Cada rana bermeja está valorada en 21 euros.

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