Nicola Lococo Filósofo
Los bribones
Leyendo la página del rebelde Anasagasti, me enteré de la bribona adquisición de los Borbones. Y van más de quince, que yo sepa. Y, a propósito de Borbones y bribones, he apreciado que tanto en ciclismo como en Fórmula I escuchamos continuamente suplantar el nombre de los deportistas por una personificación de la marca patrocinadora del equipo al que pertenecen. Así, abundan expresiones como «los Euskaltel están fuertes ésta temporada», o «los McLaren no han sabido aprovechar su ventaja». Con Alex Grijelmo a la cabeza, muchos académicos censuran tan malas costumbres y pegadizas averías con las que se explayan los periodistas del ramo, pero, con todo, me he percatado de que también en este ámbito existe cierto recato cuando en las regatas de vela participa la familia real, a quienes en modo alguno se atreven a designar con su correspondiente epíteto de «bribones», que sería lo apropiado para denominar a los miembros de la tripulación que participan en la embarcación del Bribón.
Ahora bien, es posible que muchos locutores se muerdan la lengua más por cacofonía que por respeto, dado que, como quiera que los miembros de la familia real deben sus nombres ser antecedidos por el pertinente título de Don, pudiera ser que quedara redundante al Borbón, decirle Don Bribón. Aunque bien mirado tampoco es que diste mucho en significante y significado el uno del otro, pues, para la RAE, el «bribón» puede entenderse en origen como pícaro bellaco, y también con la acepción de vago o haragán. Cualquiera que haya estudiado un poco la historia de Europa y el recorrido vital de sus monarquías, pronto puede apreciar que todas ellas, en sus inicios, fundamentan su ser en la pícara rapiña y la bellaca usurpación de su prójimo, aunque a día de hoy vean relajadas, o relajadísimas, sus formas y prefieran dedicarse al distraído placer de la más aplaudida y menos cruenta competición deportiva que entre todos les sufragamos, ésta vez sin que necesiten implicarse en nuestro despojo.