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CRíTICA cine

«Caótica Ana»

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Koldo LANDALUZE

Por fortuna, Julio Medem es un creador atípico y eso es algo que no sólo se refleja en su personal discurso si no en los variopintos comentarios que siempre genera su apuesta cinematográfica. Con «Caótica Ana», ha llevado ha cabo su propuesta más arriesgada y, probablemente, la que mejor define su concepto del medio. Resulta muy novedoso que, en una estructura cinematográfica tan piramidal y previsible como la del Estado español, alguien como Medem decida «desnudarse» en su propia obra y muestre sin artificio alguno el caudal emotivo que albergan sus entrañas. Lejos de ser una terapia sicológica contra el dolor legado por una pérdida, el autor redefine su idea primitiva de hacer un filme basado en el imaginario pictórica de su hermana desaparecida para crear un feroz alegato contra la mayor injusticia que ha padecido la humanidad: el desprecio del hombre hacia la mujer. Tras la excelente declaración de principios plasmada en el prólogo, el símil de la cetrería adquiere su dimensión verdadera a través del viaje involuntariamente iniciático que deberá emprender la protagonista a los infiernos de la conducta del hombre. Obligada a salir de su hermético paraíso ibicenco, el personaje encarnado por Manuela Vallés abre la primera de sus infinitas puertas cerradas con la llave que mejor define sus inquietudes más silenciadas: sus cuadros. A partir de ese instante, Ana se convertirá en portavoz de todas las mujeres que, alguna vez y desde tiempos pretéritos, padecieron la injusticia del hombre. Su recorrido incierto, repleto de dolor sicológico, culmina ante su última y definitiva puerta; aquella que dará sentido a toda la herencia de dolor físico que alberga su subconsciente y deba enfrentarse al padre de todos los halcones. Al igual que hiciera Lars Von Trier en «Europa», Medem estructura su filme a la manera de una sesión de hipnosis lo cual permite al espectador ser testigo de excepción de los cambios progresivos que sufre la protagonista en cada una de las escalas de su viaje circular. Este recurso desconcertante, sobre todo en lo referido a sus conclusiones más evidentes, se amolda a la perfección a un diseño visual pletórico de matices y simbolismos y en el cual Medem se desenvuelve con total libertad de movimientos. Los cuadros que definen el ideario íntimo de la «otra» Ana, refuerzan el paisaje onírico de esta obra que rezuma vitalidad detrás de cada una de las múltiples puertas que completan este laberinto emocional que, en todo momento, pone a prueba al espectador.

Para completar este juego caleidoscópico, este retrato íntimo y rabiosamente poético, el cineasta se sirve de un elenco interpretativo en el cual cabe destacar su valiente apuesta a la hora de delegar el protagonismo en la debutante Manuela Vallés, ya que sobre sus espaldas recae todo el peso emotivo que subyace en el filme. La presencia de la cantante y actriz Bebe aporta el necesario contrapunto desdramatizador del filme y la veterana Charlotte Rampling imprime con su presencia ese poso inquietante y magnético que nace de su mirada gélida. Otro de los aspectos más destacables es la magnífica utilización del sonido y la música gobernada por la compositora Jocelyn Puck. Sonidos y música, lejos de resultar apabullantes, dictan los cambiantes tempos sensoriales, las etapas vitales, que protagoniza Ana. La inclusión en la trama de conflictos como el del Sáhara o la guerra de Irak nos descubren a un Julio Medem que, a pesar de su afición por perderse entre naturalezas oníricas, se muestra como un autor muy coherente y con los pies pegados a la tierra.

Ficha

Dirección y guión: Julio Medem.

Intérpretes: Manuela Vallés, Charlotte Rampling, Bebe, Asier Newman, Nicolas Cazalé, Raúl Peña y Gerrit Graham.

País: Estado español, 2007.

Género: Drama.

Duración: 119 m.

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