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Nueva Orleans, sin medios para afrontar otro Katrina

El 29 de agosto de 2005 el huracán Katrina anegó el 80% de Nueva Orleans, que quedó física, social y económicamente destruida, y otras poblaciones de Louisiana y Mississippi, en el Golfo de México. En Louisiana fallecieron más de 1.400 personas, sin contar a los desaparecidos. Centenares de miles fueron desplazadas.

David BROOKS

«La Jornada»

El desastre quedó registrado en imágenes de cadáveres flotando en calles convertidas en ríos, barrios devastados, personas atrapadas en las azoteas de sus casas clamando ayuda, pacientes muriendo en hospitales, 30.000 personas que consiguieron llegar al estadio Superdome -sólo para encontrarse con escasa asistencia y promesas de ayuda que tardaron en cumplirse-, días de desesperación que casi lograron la desaparición del jazz y arrasar con la historia de Nueva Orleans; y un presidente que observó todo desde su avión, porque decidió no acercarse al desastre, y después felicitó al responsable de la gestión de emergencias por su buena labor, en medio de uno de los peores fracasos del Gobierno en el cumplimiento de sus deberes en la historia del país.

Después de dos años y de más de cien mil millones de dólares en gasto público federal, la ciudad no se ha recuperado y, tal vez lo más impactante, aún no cuenta con los medios para enfrentar otro Katrina.

Se considera (sumando las consecuencias del huracán Rita que impactó en la misma región poco después) el peor desastre natural en la historia de EEUU. Sin embargo, la causa principal de la devastación no fue la naturaleza, sino los políticos. Ingenieros, investigaciones científicas independientes y dos series de reportajes habían advertido meses y años antes, con gran precisión, exactamente lo que ocurrió. Se sabía que el sistema de diques y canales era insuficiente y que la erosión de las barreras naturales que protegían toda esa zona, causada por el «desarrollo» urbano, hacían más vulnerable a la ciudad, y se sabía qué era necesario hacer para evitar la catástrofe.

Pero los políticos de Washington ignoraron las advertencias y, peor aún, recortaron los fondos para las agencias que tendrían que responder ante tales desastres, y/o desviaron los recursos a la guerra de Irak. Walter Mosley, un gran autor afroestadounidense, escribe sobre este aniversario: «No sólo falló el Gobierno en responder al llamado de sus ciudadanos más vulnerables durante ese periodo fatal; aún fracasa cada día en reconstruir, redimir y rescatar a aquellos que son ignorados por su pobreza, su raza, su paso a la tercera edad».

En un artículo publicado en el diario «The Nation», agrega: «Dos años han transcurrido y los muertos aún están muertos y los moribundos aún se están muriendo... Dos años han transcurrido y seguimos exportando la democracia mientras vivimos bajo la oligarquía semibenévola de empresas internacionales y sus candidatos». Afirma que «si nos llamamos a nosotros mismos estadounidenses (y nos importa), entonces todos somos víctimas del Katrina».

Tensión entre comunidades

Sin embargo, frente a quienes consideran una «bendición» la reciente migración hay también quienes la califican de «invasión» o de «otro golpe casi mortal», como es el caso de las comunidades afroestadounidenses más afectadas por la inundación y menos atendidas por las autoridades en los meses siguientes al paso del Katrina. La llegada de latinoamericanos ha sido causa de tensión con los afroestadounidenses, que creen que los latinos están quedándose son sus empleos y oportunidades e, incluso, hay quienes les acusan de traer enfermedades y trabajar por salarios miserables.

El futuro de la ciudad dependerá, en parte, de la capacidad de los residentes más afectados -la mayoría pobre y de raza negra- a la hora de incidir en las decisiones sobre qué tipo de ciudad se construye sobre las ruinas de la vieja Nueva Orleans. Y esa capacidad dependerá cada vez más de la capacidad de lograr conformar alianzas y promover la cooperación con los recién llegados, los migrantes latinoamericanos. El jazz y el blues tendrán que incorporar un sabor latinoamericano para resucitar esta histórica ciudad.

Bush dice a sus habitantes que el Estado «no les dejará tirados»

En el aniversario del desastre del Katrina, el presidente de EEUU, George W. Bush, acudió a Nueva Orleans, a cuyos habitantes aseguró que el Estado «no les dejará tirados», al tiempo que reiteró el compromiso de su Gobierno con la reconstrucción. Afirmó que «la ciudad está volviendo en sí, está mejor que ayer y va a estar mejor mañana». También los candidatos demócratas han pasado estos días por la ciudad, donde arremetieron contra el Ejecutivo de Bush por su mala gestión del desastre. Las autoridades federales y locales rechazaron su responsabilidad en la lentitud de la reconstrucción, que achacaron a la burocracia. GARA

La ciudad está a medio reconstruir y los delitos han aumentado un 30%

Dos años después de que el huracán Katrina enfilara hacia Nueva Orleans, Beryl Kramer sigue viviendo en una casa rodante que no es suya en una ciudad a medio reconstruir. El 27 de agosto de 2005, Kramer y el resto de habitantes de la ciudad escucharon cómo el alcalde, Ray Nagin, los «conminaba» a salir de allí porque el Katrina había cambiado su rumbo y se dirigía hacia Louisiana. Lo que no sabían era que, en menos de dos días, los diques que protegían Nueva Orleans de las olas del mar y de la corriente del delta del Mississippi iban a ceder ante las aguas, que éstas iban a inundar el 80% de la ciudad y que la reconstrucción tardaría años.

Pero todo eso ocurrió y destrozó su vida. Ella resistió la tentación de suicidarse, pero otros no. Pese a todo, dice que le gustaría viajar, aunque teme que mudarse le deje sin la indemnización prometida por el Gobierno y sin las pocas opciones de recuperar su casa. Esta situación padecen las 300 familias que, como ella, viven en casas rodantes en el barrio de Saint Bernard, o las otras 42.000 que comparten su suerte y luchan contra la burocracia estatal y las compañías de seguros.

Fred Valdez, que llegó hace cinco meses por trabajo, asegura que «estar aquí es deprimente», no sólo porque dos años después la ciudad siga destrozada sino porque el Katrina «traumatizó» a sus habitantes. Algunos afirman que los delitos han aumentado un 30% -la mayoría contra inmigrantes latinoamericanos-, las enfermedades mentales se han duplicado y la mitad de los que huyeron no han vuelto. No obstante, si uno pasea por la zona turística de la ciudad es difícil imaginar la destrucción provocada por el Katrina.

Hace dos años, el Katrina se preparaba para matar a 1.500 personas en Nueva Orleans y, al hacerlo, desataba una tormenta peor para la ciudad.

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