OCUPACIÓN Y RESISTENCIA EN IRAK
Bush visita Irak para paliar la humillante imagen de la retirada británica de Basora
De noche y amparados por el toque de queda abandonaron su cuartel general de Basora los últimos 550 soldados que permanecían en la segunda ciudad iraquí. La población ocupada no ocultó su satisfacción. El primer ministro, Gordon Brown, trató desde Londres de mitigar el indisimulado malestar del Pentágono. Pero los mandos británicos han decidido hablar y critican abiertamente la estrategia pergeñada por EEUU en el país árabe ocupado.
GARA | BASORA
Los últimos soldados que permanecían en Basora abandonaron definitivamente en la madrugada de ayer su cuartel general y se replegaron a una base a 25 kilómetros de esta ciudad del sur iraquí, la segunda más populosa tras Bagdad.
El Palacio de Basora, construido por el ex presidente Saddam Hussein -ahorcado en diciembre del año pasado- sobre la ribera de Chatt el-Arab, brazo de mar que marca la frontera con Irán después de la guerra que enfrentó a ambos países (1981-1989), servía al Ejército británico de cuartel general desde su llegada en marzo de 2003 a esta ciudad, situada 550 kilómetros al sur de la capital iraquí.
Los 550 últimos soldados se replegaron a una base aérea fortificada, donde está acuartelado desde hace meses el grueso del contingente británico, formado por 5.000 efectivos.
Pese a que llevaban meses sin prácticamente salir del Palacio de Basora, su retirada definitiva tiene una carga simbólica innegable. Un pequeño grupo de gente salió a aplaudir a una unidad del Ejército nativo que se apresuró a desplegar una bandera iraquí en el edificio.
Los habitantes de la ciudad, que se apresuraban a avituallarse en los mercados antes de la llegada del sofocante calor del mediodía, no ocultaban su satisfacción. «Es una victoria de la verdadera resistencia», aseguraba ufano Ali Omar, un comerciante de 35 años que acudía al trabajo. «Estoy feliz. Hemos esperado mucho tiempo la salida del ocupante para que la seguridad pueda ser reestablecida. Es un placer verles partir», insistía.
Saadun Hami, un oficial del Ejército, tampoco disimulaba su alegría. «Estamos contentos de desembarazarnos de los británicos. Ellos nos hostigaban en las calles, registraban nuestras casas y detenían a nuestros hijos. Lo que queremos ahora es verles fuera de toda la región de Basora», advirtió.
Discrepancias aliadas
Pese a haber sido largamente anunciada, esta retirada ha sido muy mal acogida por EEUU, en un contexto marcado por discrepancias crecientes entre los dos fieles aliados.
A finales de agosto, el Pentágono mostró su «inquietud» por el anuncio británico de retirada de una ciudad donde, aseguró, «impera una situación mafiosa» y «está amenazada por intereses criminales». Principal puerta para la exportación del crudo iraquí, esta ciudad de dos millones de habitantes es escenario de una creciente rivalidad de los principales grupos chiítas en torno a su control. Las Fuerzas de Seguridad, sobre todo la Policía, están totalmente infiltradas por las distintas milicias armadas.
Desde Londres, sucesor de Tony Blair en el número 10 de Downing Street, Gordon Brown, presentó la retirada como una operación «planificada y organizada» para negar que estemos ante una derrota británica en toda regla. Insistió en que sus tropas se dedicarán a tareas de «supervisión» y alardeó con que «podrán volver a intervenir en determinadas circunstancias».
Sitiados y atacados a diario
No explicó cómo ni desde dónde, habida cuenta de que sus últimas tropas, pertenecientes al cuarto batallón The Rifles, estaban prácticamente bajo estado de sitio, siendo objetivo de ataques diarios.
La prensa británica se encargó de desmentir las palabras de Brown y destacaba que estaríamos ante el preludio de la retirada total, poniendo el acento en que el repliegue se produjo de noche, a hurtadillas y bajo el amparo del toque de queda.
El propio Gobierno británico ha confirmado que espera entregar en otoño el control total de la provincia de Basora a responsables iraquíes. Ya lo hizo anteriormente retirándose de las provincias de Mayssan, Muthana y Zi-Qar, retiradas a las que siguió el saqueo de sus bases por la enfurecida población.
Y es que Brown, que llegó al cargo sin ser avalado por las urnas, es consciente de la abrumadora oposición de la opinión publica británica a la «aventura iraquí».
Si EEUU no oculta su enfado con su principal aliado, el Ejército británico, que ha perdido 168 soldados desde la invasión de Irak, critica cada vez más abiertamente la estrategia de postguerra liderada por Bush.
El general Tim Cross, máximo responsable militar británico en Irak, ha tildado recientemente esa estrategia como «mortalmente defectuosa». El jefe del Estado Mayor Conjunto británico durante la invasión, general Mike Jackson, la criticó por «intelectualmente insolvente».
Movimientos tácticos
Los distintos grupos políticos -con su respectiva milicia armada- firmaron recientemente una tregua en su lucha por hacerse con el control de la estratégica ciudad.
Las Brigadas Badr, de la gubernamental Asamblea Suprema para la Revolución Islámica en Irak (ASRII), las milicias del partido Fadhila y el Ejército de El Mahdi, del movimiento de Moqtada al-Sadr, protagonizaron hace meses enfrentamientos armados en las calles, ya libres de cualquier presencia británica, de Basora.
A esta frágil tregua se ha sumado el llamamiento de al-Sadr de una tregua unilateral de seis meses de duración tras los sangrientos sucesos de la semana pasada en la ciudad santa chiíta de Kerbala.
Frente a los análisis interesados que desde Occidente interpretan este gesto como una prueba de debilidad del movimiento, los analistas más avezados califican la decisión de movimiento táctico.
«Es posible que permanezca en calma durante los próximos meses, pero está claro que retomará sus objetivos, aunque sea discretamente, en un corto plazo, sobre todo después de la retirada británica y, a más largo plazo, tras el inevitable repliegue estadounidense», asegura Adel Darwish, experto en Oriente Medio afincado en Londres.
Joost Hiltermann, especialista en Irak del International Crisis Group, explica que al-Sadr quiere purgar a elementos incontrolados de su milicia para retomar su lucha. Una lucha que tiene como objetivo la «revolución social» que preconizara su padre, el gran ayatolah Mohamed Sadek Sadr, en nombre de las clases humildes chiítas. Una lucha, en definitiva, que inevitablemente entra y entrará en colisión con el tradicional establishment chiíta y sus hoy valedores en el Ejecutivo.
La visita sorpresa ayer de George W. Bush -la tercera desde la invasión de 2003- a Irak se inscribe en un momento político especialmente tenso y clave en EEUU, en vísperas de la reanudación de los trabajos por parte del Congreso y a menos de quince días de la presentación ante este foro de un muy esperado informe sobre la situación en Irak.
El presidente Bush trata de defender con uñas y dientes su decisión estratégica de enviar en enero pasado 26.000 soldados más al país ocupado con el objetivo oficial de «poner fin a la violencia y ayudar a la estabilización del país». Consciente de lo crucial del momento, Bush pisó suelo iraquí en compañía de los más altos responsables de su Adiministración, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, el jefe del Pentágono, Robert Gates. y su consejero nacional de Seguridad, Stephen Hadley.
La decisión de Bush de enviar refuerzos es cada vez más criticada en EEUU, no sólo por la mayoría demócrata sino por cada vez más líderes republicanos.
Muchos de ellos han cursado visita a Irak en los últimos meses, entre ellos el influyente senador republicano John Warner, quien a su regreso exigió un inicio inmediato de la retirada estadounidense. En julio, el senador republicano más influyente en política exterior, Richard Lugar, abogó por la creación de un fórum diiplomático sobre Irak seguido de una retirada de la mayor parte del contingente estadounidense en los siguientes meses.
La situación en Irak es cada vez peor percibida por los estadounidenses. Según recientes encuestas, el 60% asegura que ha perdido la confianza en el presidente. El Congreso retomará hoy sus trabajos con el análisis de un informe muy crítico del GAO, organismo estadounidense de control de la acción gubernamental, En la semana próxima se esperan las audiencias públicas con el general David Petraeus y con el embajador de EEUU en Bagdad, Ryan Crocker.
Charlotte HILL