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ANÁLISIS | LA«GUERRA CONTRA EL TERROR»

Hasta yo pongo en cuestión la verdad sobre el 11 de setiembre

El corresponsal de "The Independent" Robert Fisk no secunda las tesis de complot, pero, a las puertas del aniversario de los atentados del 11-S, afirma que «a mí, como a todo hijo del vecino, me gustaría saber la verdad sobre el hecho que disparó la 'guerra contra el terror' en el mundo».

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Robert Fisk The Independent/La Jornada

Cada vez que doy por ahí una conferencia, siempre hay uno en el auditorio, a quien llamo el «delirante». Me disculpo por adelantado con todos y todas las que acuden a mis charlas con preguntas agudas y pertinentes, a mí, simple periodista, reveladoras en cualquier caso de que comprenden la tragedia de Oriente Medio harto mejor que los periodistas que informan sobre ella. Pero el «delirante» existe. Cobró forma corpórea en Estocolmo y en Oxford, en Sao Paulo y en Yerevan, en El Cairo, en Los Ángeles y, con rostro femenino, en Barcelona. No importa el país, siempre ha de haber un «delirante».

Su pregunta es poco más o menos ésta: ¿Por qué, siendo usted un periodista libre, no cuenta todo lo que sabe del 11/9? ¿Por qué no dice la verdad, a saber: que la Administración Bush (o la CIA, o el Mossad, o quien sea) hizo volar las Torres Gemelas? Se da por supuesto, en cualquier caso, que Fisk tiene una caja blindada rebosante de hechos concluyentemente probatorios de lo que «todo el mundo sabe»: la identidad de quien destruyó las Torres Gemelas. A veces, el «delirante» está manifiestamente poseído por la angustia. Un hombrem en Cork (Irlanda), me espetó la pregunta, y luego -cuando sugerí que su versión del complot era un tanto rarita¯, abandonó la sala protestando y dando coces a las sillas.

Normalmente, he tratado de contar la «verdad»; que aunque había cuestiones sin respuesta en relación con el 11/9, yo soy el corresponsal de `The Independent 'en Oriente Medio, no corresponsal de conspiraciones; que ya tengo bastantes complots reales de qué ocuparme en Líbano, Irak, Siria, Irán, el Golfo... como para preocuparme de conspiraciones imaginarias en Manhattan. Mi último argumento -concluyente, en mi opinión¯ es que la Administración Bush ha metido la pata en todo lo que ha intentado -militar, política y diplomáticamente- en Oriente Medio: ¿Cómo caramba podría haber entonces perpetrado con tal éxito los crímenes contra la humanidad cometidos en EEUU el 11/9?

Bien; sigo en ésas. Cualquier aparato militar capaz de decir -hace dos días¯ que al Qaeda está en fuga, no es capaz de poner en obra algo de las dimensiones del 11/9. «Desbaratamos a al Qaeda, provocando su huida», dijo el coronel David Sutherland hablando de la «Operación Martillo Relampagueante» en la provincia iraquí de Diyala. En unas pocas horas, al Qaeda atacó Baquba en orden de batallón y dio muerte a todos los jeques locales aliados con los americanos que cayeron en sus manos. Me recuerda Vietnam, la guerra que Bush contempló desde los cielos de Texas (lo que puede explicar por qué mezcló el final de la guerra de Vietnam con el genocidio en Camboya, cuya población fue finalmente rescatada por los mismos vietnamitas a los que los colegas de Bush más valientes que él combatieron sin cuartel).

Pero... A eso voy. Yo me siento cada vez más desconcertado con las contradicciones de la explicación oficial del 11/9. No se trata sólo de los más obvios non sequitur: ¿Dónde están las partes de las aeronaves del ataque al Pentágono? ¿Por qué los funcionarios involucrados en el vuelo United 93 (que se estrelló en Pensilvania) han sido amordazados? ¿Por qué los restos del vuelo 93 se esparcieron por un radio de kilómetros, cuando se supone que se estrelló entero en un campo? Quede claro: no hablo de la loca «investigación» de David Icke (Alicia en el país de las maravillas y el desastre del World Trade Center), a cuya lectura cualquier persona sana debería preferir la de la guía telefónica.

Hablo de asuntos científicos. Es verdad, por ejemplo, que el queroseno arde a 820 grados centígrados en condiciones óptimas: ¿cómo entonces pudieron venirse simultáneamente abajo las vigas de las dos Torres Gemelas, hechas de un acero cuyo punto de fusión se supone que ronda los 1.480 grados? ¿Qué pasó con la tercera torre, el llamado World Trade Center Building 7 (o Salmon Brothers Building), que colapsó por sí solo en 6,6 segundos? ¿Por qué se desplomó tan limpiamente, sin que ninguna aeronave hubiera impactado en ella? Dos prominentes profesores norteamericanos de ingeniería mecánica -no desde luego de la cauda del «delirante»- están inmersos en una impugnación jurídica de este informe final, alegando como fundamento el que pudiera ser «fraudulento o engañoso».

Periodísticamente, hubo muchas cosas raras en torno al 11/9. Las informaciones iniciales que hablaban del ruido de «explosiones» en las torres -que bien podría proceder del desplome de las vigas¯ son fáciles de descartar. Menos lo es la información según la cual el cuerpo de una miembro de la tripulación fuera hallado en una calle de Manhattan con las manos atadas. Vale; digamos que se trata sólo de informaciones de oídas del primer momento, del mismo modo que fue un error inicial de los servicios de inteligencia la lista, proporcionada por la CIA, de árabes suicidas, en la que se incluían tres hombres que estaban -y siguen estando¯ vivitos y coleando en Oriente Medio.

¿Pero qué decir de la enigmática carta escrita por Mohamed Atta, cuyo consejo «islámico» a sus siniestros camaradas -dado a conocer por la CIA¯ sumió en la perplejidad a todos mis amigos musulmanes? Atta mencionaba a su familia, cosa que ningún musulmán, ni el peor instruido, haría en una oración de este tipo. Recuerda a sus camaradas el deber de recitar la primera oración del día y luego cita partes de la misma. Pero ningún musulmán necesita tal recordatorio.

Repito. No soy ningún partidario de teorías conspirativas. No me vengan con delirantes y con complots. Pero a mí, como a todo hijo de vecino, me gustaría saber la verdad entera del 11/9, entre otras, por la nada despreciable razón de que fue el disparador de la «guerra al terror», una política de todo punto lunática y falsaria que nos ha llevado al desastre en Irak y Afganistán y en buena parte de Oriente Medio. El asesor felizmente ido de Bush, Karl Rowe, dijo una vez: «Ahora somos un imperio; creamos nuestra propia realidad». ¿Es verdad? Háganoslo saber, al menos. Impediría que la gente diera coces a las sillas.

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