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Fede de los Ríos

«Ze parea, karakola eta barea»

En esta semana se han conmemorado el fallecimiento, hace ahora diez años, de dos hembras de la especie humana: Diana Spencer, alias Lady Di, y Agnes Gonxha Bojaxhiu, alias Teresa de Calcuta. Princesa una y religiosa la otra, ambas convertidas en iconos de masas por los medios de comunicación. Las dos decían que el sentido de sus vidas se lo daban los pobres del mundo. Sabían, las dos representantes del Antiguo Régimen, que sin pobres es muy difícil la persistencia de la monarquía y el clero. Alguien debe pagar los diezmos para su manutención. Productivas, lo que se dice productivas, no eran.

Resulta curioso los repetidos rende vu por parte de personas, a simple vista normales, hacia estos dos parásitos sociales. La estupidez, como el universo, está en constante expansión.

A la de Gales, le han llamado «princesa del pueblo», oxímoron similar a «monarquía democrática» o «círculo cuadrado». A la albanesa, una apologeta del sufrimiento, protectora de los pobres. Toda su vida defendió la pobreza y, por tanto, fue amiga de los ricos. Las dos se admiraban mutuamente.

¿Por qué se tiene por buena la labor de estas dos mujeres que aparecen como ejemplo a seguir en los libros de texto?

¿Qué tiene de edificante una princesa inglesa cuya fortuna es resultado del expolio al que el imperio inglés sometió a gran parte de la humanidad con resultado de millones de muertos y de países enteros depauperados? «Princesa del Amor», la llamaron los moralistas. Carlitos la engañaba con Camila, pobrecita. Ahora sabemos que Casanova, al lado de Diana, era un Manolo de playa. Con los amantes aparecidos se pueden recomponer los Tercios de Flandes.

La buena de Teresa, representante de un cristianismo medieval, apoyó a dictadores, a políticos corruptos; criticó el divorcio como atentado a la familia, excepto el de Diana, que lo vio bien; atacó a la Teología de la Liberación. Entre millones de pobres y desahuciados, la amiga de Wojty a dijo que el mayor mal de la humanidad es el aborto. Su cinismo no conoció límites. ¿Resulta beatífica la santificación de la pobreza y el culto basado en el sufrimiento de los pobres?

A diez años de sus muertes, su reguero de baba inunda nuestros hogares a través de periódicos, revistas y televisiones.

A una la van a hacer santa, a la otra ya la hicieron virgen.

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