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Raimundo Fitero

Sospechosos

Hace unos años se estableció en los ámbitos de represión que todos aquellos ciudadanos vascos que no rezaran al cristo de los faroles que pasea en procesión la legión española, que no aceptaran la bandera bicolor como manto para amasar sus fortunas o que simplemente se cuestionasen la validez total o parcial del sistema llamado democrático actual, éramos sospechosos. Seguimos siéndolo, pero esta palabra que nos ronda y se saca y se mete en los autos judiciales, en los atestados policiales o en las declaraciones de los irresponsables políticos del pesebre, con una frivolidad rayana en el autoritarismo sátrapa, ha aparecido en nuestras televisiones como nuevo capítulo de una novela de misterio por entregas policiales y en horario de noticiario.

El caso de la niña Madeleine, un fenómeno mediático que a todos nos despertó las dudas y que ahora las pesquisas policiales-mediáticas, nos han colocado ante una situación bien extraña: los padres han sido declarados por la policía portuguesa como sospechosos. Pero salen de comisaría acompañados por sus letrados con la figura erguida y con aires de incomprendidos. ¿Cuántos capítulos nos faltan para acabar este folletón trágico?

Sospechosos parecen ser todos los integrantes del equipo MacLaren de Fórmula 1. Hablan de espionaje industrial, de uso de informes secretos de la competencia directa, es decir Ferrari, que llegaron a manos de responsables técnicos. Pero de repente, cuando todo parecía una jugada de despachos, Fernando Alonso, bajo la amenaza de retirada de la licencia de conducir, se chota, canta, les entrega a la Federación Internacional algo que tenía, pasado por correo electrónico por Pérez de Rosas, es decir, un quilombo.

De las emociones de los adelantamientos en las chicanes, esos segundos coreográficos en los que una decena de expertos mecánicos cambian ruedas, cargan el depósito y dan instrucciones minimalistas a los conductores, hemos llegado a un mundo en donde todo es intriga, intereses, mentiras, y especulación. Se recuerda que el yernísimo de Aznar es uno de los personajes emergentes en este negocio, un intrigante profesional. Ahí puede estar la clave de todo este infecto episodio.

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