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Entre experiencias, ilusiones y jamón de jabugo

Todo acontecimiento teatral que se precie debe disponer de alguna propuesta que provoque discusión, que parta en dos bandos a los opinantes. En la Fira, una experiencia titulada «Braakland» es la elegida para ello. Otra experiencia fue escuchar cuentos sufíes o, la más metafísica, catar un excelente jamón de jabugo.

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Carlos GIL Crítico

Toca posicionarse. La experiencia que plantea la Compagnie Dakar bajo la dirección de Lotte van de Berg, basándose, según se nos cuenta, en relatos del Nobel Coetzee, es muy conceptual, cerebral, intelectualizada, una sofisticación del teatro burgués en busca de unas sensaciones absolutamente fuera de norma, como un acto de distinción y encuentro con algo que desde su rareza impide la racionalización. Sucede en pleno campo. Allá, el público, a pleno sol, sentado en unas extrañas gradas, ve cómo van apareciendo desde el horizonte unos individuos que asisten a la violencia de otros sin tratar de evitarla, despojan a los muertos, violan, se matan y se meten en una fosa. Todo sucede en silencio, pero es imposible sentir ningún tipo de emoción, ni sentirse involucrado, ni hay una posibilidad de implicación intelectual debido a la distancia. Es asistir a un paisaje con acciones inconclusas, a un acto iniciático, a una experiencia de elegidos. Y, si esto se presenta como nuevas dramaturgias, debemos señalar que dudamos de que esto sea dramaturgia o sea nueva, y nos remite a una extraña retro-vanguardia tan en boga que nos hace sentir pánico ante esta tendencia que se vislumbra en algunas propuestas, en las que la implicación emotiva es casi una manera solitaria de sentirse miembro de un club privado consumidor de rarezas, espectador de algo que no es que sea sólo efímero, sino incomprensible y absolutamente intranscendente. Rectificaríamos si encontráramos alguna argumentación en contrario, porque aquellas voces que nos han hablado de este trabajo en términos favorables lo han hecho a base de impresiones muy subjetivas, basadas en el propio argumentario del elitismo cultural, del sentirse formando parte de algo que al suceder debe ser bueno, y se debe asentir por el temor a ser excluido de la manada de los que entienden.

Más sencillo, cercano, con muy buen rollo, con reminiscencias de autoayuda y paseo interior, casi hippie, es la propuesta de la compañía de Kiku Mistu, un creador de amplio espectro que en esta ocasión ofrece «Histories per a homes y dones bons», una colección de cuentos de inspiración zen y sufí que se ilustran en ocasiones con sombras chinescas, con la música de un sitar y con el público sentado en grandes cojines en el suelo de una haima iluminada con velas, tomando té y pastas. Relajante, una experiencia de crecimiento, de afirmación del yo, teatralmente sugerente y en el territorio del contacto emocional y físico. Y te recuerda que la llave de la felicidad está en ti mismo y que, si compartes la luz, no la pierdes, sino que la amplías.

Circo contemporáneo

Con este buen rollo uno puede afrontar cualquier otra contingencia ferial. Y, si se trata de la del Ateneu Popular Nou Barris, iniciativa barcelonesa con escuela de circo que cada año realiza un montaje, miel sobre hojuelas. Este espectáculo se titula «El circo de Sara». Parte de una historia interna, dramaturgia mínima, sobre la cual se van intercalando los números de acróbatas, payasos y personajes historiados, muy definidos, bajo la dirección de Piero Steiner y con una compañía muy joven en la que en ocasiones se ven todavía los rasgos escolares y la limitación de repertorio. Espectacular la rueda alemana, buen trato actoral, narración que intenta contar algo más que las emociones creadas por las ejecuciones de los números.

Lo mismo sucede, pero con estética más fría, con otro tempo, con los daneses de Zícaros, troupe circense muy joven, contando también una historia y con una puesta en escena que ordena las acciones, con cuerda floja y trapecio espectacular. Una historia y un ritmo que quizás necesiten hacer más vital para los públicos sureños, pero demuestran calidad y una buena concepción del circo actual.

Vayamos a experiencia más tangibles, como la de Andalucía, que se hizo presente con manzanilla y un excelente jamón de jabugo cortado en directo, algo que concitó la aceptación generalizada del personal feriante. O la de la sobrasada mallorquina. Los momentos del aperitivo se convierten en una suerte de recorrido de comidas típicas. La aceptación de la vaca al burduntzi, total. El director artístico la quiere incorporar al programa.

Corremos a seguir viviendo experiencias o viendo espectáculos, y preferiríamos lo último.

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