...que al final se rompe. Este dicho popular recoge claramente el sentir de quienes observan el rumbo que ha adquirido parte de la Policía Municipal bajo los mandatos de UPN y Simón Santamaría.

La muerte (¿asesinato?) de Antonia Amador a consecuencia de los golpes recibidos por una agente de la Policía Municipal, no ha extrañado a una gran parte de la ciudadanía de Iruñea, que durante los últimos años, y sobre todo los últimos meses, ha padecido la brutalidad y la prepotencia de este cuerpo. Comisiones de fiestas, Gazte Asanbladas, Korrika, Olentzeros y cual- quier tipo de denuncia popular sobre el modo de gestión de UPN ha sido reprimido por este cuerpo policial, ya sea mediante multas, denegar permisos o golpeando a los presentes. Ese autorita- rismo militar que ha implantado Simón Santamaría para lograr el «respeto» de los ciudadanos y ciudadanas de Iruñea ha afectado a todo tipo de personas en nuestra querida Iruñea.

Esta evolución represiva, esta involución en el respeto de los derechos de los y las vecinas ha sido posible gracias a la impunidad de la que han gozado estos agentes municipales. Han sido numerosas las denuncias puestas por este tipo de actuaciones en los últimos años, sin que ninguna haya acabado en sanciones a los agentes denunciados. Tampoco los demócratas de toda la vida de UPN y PSN han alzado la voz ante tantas expresiones de violencia, y eso que ocurren en su «propia» ciudad. Parece que para ellos esto no es violencia, es la actuación del «Estado de Derecho», de «su democracia».

Estos hechos suceden a la vez que otra Policía bajo el control y responsabilidad de UPN, la Policía Foral, está siendo protagonista de cada vez más vulneraciones de derechos y violencia gratuita motivada, como en el caso de los municipales de Iruñea, por los objetivos políticos de UPN. Todo esto es un ejemplo más de la falta de democracia que padecemos en este pueblo, de ese problema estructural que nos han impuesto y que se llama «democracia a la española».