Decenas de familiares de presos y exiliados políticos vascos se concentraron ayer en Arantzazu, en el contexto de la misa presidida por el obispo de Donostia, Juan Mari Uriarte, con motivo de la celebración de la Natividad de María.

Mari Luz Sebastián, esposa de Juan José Rego e Irati Aranzabal, compañera de Iñaki de Juana, solicitaron a Miren Azkarate, portavoz del Gobierno de Lakua, que «en este nuevo curso político pongan sobre la mesa la política penitenciaria y sus graves consecuencias y que de una vez por todas adquieran compromisos prácticos y firmes para terminar con este sufrimiento».

Sebastián entregó a Azkarate, que acudió a Arantzazu junto a otros representantes institucionales y políticos, un dossier que aborda la situación de los presos gravemente enfermos «que no son puestos en libertad, como es el caso de mi marido; familiares presos que han cumplido las condenas en su totalidad y tampoco los ponen en libertad», junto a otros datos relacionados con la dispersión, el régimen de aislamiento, y el riesgo para la vida de los familiares que suponen los viajes.

En su homilía, el obispo de Donostia dijo que a la Iglesia le corresponde «anunciar incansablemente ante una sociedad tentada de pesimismo, que la paz y la reconciliación son posibles», así como «seguir requiriendo todos los derechos humanos y, muy particularmente, el derecho a la vida, a la seguridad, a la integridad y a la dignidad de las personas».

Anteponer paz a intereses

Uriarte pidió a las formaciones políticas «anteponer el bien superior de la paz a los intereses de partido y las rivalidades mutuas» y añadió que para acabar con «esta inhumana confrontación» es también necesario «clamar públicamente por la paz y reprobar categóricamente la vuelta de ETA a las armas».

Juan María Uriarte manifestó que «en una sociedad en la que las consideraciones oportunistas desplazan con frecuencia a los criterios éticos, tenemos el deber de recordar, aunque duela, que una paz lograda al margen de la ética es una falsa paz». Asimismo, indicó el obispo de Donostia que «suscitar mediante la educación actitudes pacíficas, pacificadoras y dialogantes es otro servicio que no queremos ni podemos sustraer a nuestro pueblo».

En ese sentido, Uriarte dijo que «realizar gestos y acciones pacificadores y favorecer en los creyentes la oración individual y comunitaria por la paz es un deber» que la Iglesia cumplirá «diligentemente».

El obispo aseguró que «este pueblo espera de todos nosotros la grandeza de ánimo y la altura de miras para anteponer el bien superior de la paz a los intereses de partido y a las rivalidades mutuas» y, en ese sentido, advirtió de que, «poco podremos avanzar si la confianza y la lealtad recíprocas no son procuradas con empeño».