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Fede de los Ríos

Simulacro de vida o la vida como simulacro

La voz latina simulacrum posee varios usos: imitación fingida que se hace de una cosa como si fuera cierta y verdadera. Otro: «maniquí de mimbre en el cual se encerraban a los hombres para quemarlos vivos en honor de los dioses».

¿Y si nada fuera real? ¿Y si todo fuese simulación? Nos hablan de café descafeinado, de cerveza sin alcohol, del parto sin dolor, de leche de soja e incluso de arroz, de coches que no contaminan, del trabajo como realización del ser humano, de aguas que adelgazan, de monarquías democráticas, de democracias con partidos ilegalizados, de empresarios creadores de puestos de trabajo, de entidades bancarias que te informan lo que ganan con tus ahorros y lo dedican a obras sociales, de que Hacienda somos todos, de ejércitos en misiones de paz, de jueces imparciales...

Nos dicen que existen las eyaculaciones hacia adentro, orgasmo interior lo llama Sánchez Dragó, amigo del budismo. Parece muy molesto estar relleno de semen, pero en fin... estamos en una democracia, haga cada cual lo que le plazca con sus fluidos corporales.

Nuestro paisaje natural lo conforma algo tan artificial como las mercancías, ellas constituyen nuestra identidad, por ellas nos reconocemos, sin ellas no somos nada, ni siquiera deseo. La civilización de la mercancía acabó con la cultura.

Pero la teatralidad de nuestras vidas no nos hace actores sino voyeurs. El espectáculo lo montan los buenos. Nosotros, aislados espectadores, jugamos a seducir o ser seducidos siguiendo un guión aprendido desde niños. Seducción es sinónimo de engaño. Engañamos y nos engañan, eso sí, con gestos y posturas ensayados, observados hasta la náusea en cientos de programas televisivos al uso. Nos han creado narcisos y, en un acto de misericordia, nos dejan el zapping para el espectáculo en fragmentos, que tomamos por vida, con el fin de que aburrimiento y hastío no inunden nuestra simulada existencia. La vida en Power Point. Somos imbécilmente felices a trocitos, a imágenes, porque es imposible aguantar la película de un tirón. Todo es moda, pasajero y banal. Para nuestros cuerpos se inventaron el lifting y la silicona. Siempre nuevos y atractivos.

Otegi y tantos otros siguen encarcelados por negarse al espectáculo. Aquí, los buenos, dicen que vivimos en Democracia. Lo decía Nietzsche hace años: cuídate de los buenos.

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