75 años de la aparición de «Jagi-jagi», el «semanario separatista vasco»
Hace exactamente 75 años se publicó el primer número del semanario «Jagi-jagi», una publicación cuya línea editorial, comprometida con el independentismo vasco, sufrió tanto el intento de control ideológico por parte del jelkidismo autonomista como la censura y la beligerancia de la autoridad republicana. El sector Jagista lo conformaron militantes nacionalistas de base que mantuvieron la publicación hasta la guerra de 1936.
Kepa PETRALANDA |
Nunca ha sido fácil hacer periodismo desde posiciones comprometidas con causas que cuestionan o pretenden superar el estado de las cosas y la legalidad vigente. Se pueden citar numerosos ejemplos de nuestro tiempo, pero la historia siempre ofrece claves que arrojan mayor claridad. Esta semana, concretamente el pasado lunes, se han cumplido 75 años desde que saliera a la calle el primer número de ``Jagi-jagi'', publicación que tuvo que confrontar, durante sus cuatro años interrumpidos de existencia, tanto el intento de control por parte del BBB del PNV como la represión del Gobierno republicano español.
``Jagi-jagi'' fue un semanario que llegó a alcanzar en algún momento de su corta pero fructífera historia los 23.000 ejemplares de tirada, con dieciséis páginas en sus mejores momentos, reducidas a seis o cuatro en los períodos de mayor dificultad. Sucesor del efímero ``Mendigoixale'', fue vehículo ideológico de los jóvenes montañeros vascos, nacionalistas militantes de base agrupados en torno al movimiento Jagista.
Eduardo Renobales, autor de ``ANV, el otro nacionalismo'' (Editorial Txalaparta) y que espera editar próximamente otro libro sobre el movimiento Jagi, considera que el semanario «representó la expresión más nítida del indepentismo vasco durante el sexenio republicano».
El contexto histórico en el que irrumpió ``Jagi-jagi'' fue la República española constituida en abril de 1931. Por lo que respecta a Euskal Herria, el nacionalismo vasco no acababa de salir de una profunda crisis; separados entre Comunión y Aberri, la aparición en 1930 de PNV y ANV no hizo sino aumentar la distancia entre las distintas concepciones de la nación vasca. Había grandes diferencias entre ambas formaciones, pero es que en el propio seno del PNV el pulso entre autonomistas e independentistas no acababa de dilucidarse.
Se pueden diferenciar dos épocas en la vida de ``Jagi-jagi''. La primera de ellas abarca el periodo que va desde el 17 de setiembre de 1932 hasta el 27 de enero de 1934. Durante el mismo, según autores que han analizado aquellos acontecimientos, el semanario cumplió de alguna manera el papel de vehículo de expresión de los independentistas, en el contexto de la órbita disciplinaria del PNV.
Por un frente nacional
No fue, ni mucho menos, una relación cordial. El PNV intentó una y otra vez meter en cintura a los díscolos jagistas; hubo sanciones, prohibición a los militantes de que colaboraran con el semanario, sometimiento a asfixia económica, veto a los apoyos o aportaciones.
Pese a las llamadas al orden por parte de la dirección jeltzale, la mancheta de ``Jagi-jagi'' pertenecía a la Federación de Mendigoixales, que no dependía orgánicamente del PNV. Al final, el partido sacó el semanario de los talleres en los que se editaba junto al ``Euzkadi''.
Cabe reproducir aquí el texto de la nota que el BBB remitió al director, ante la publicación del semanario: «Ante la aparición el pasado sábado 17 del semanario `Jagi-jagi', sobre cuya presentación no tenía noticia alguna el BBB, se acuerda pedir al señor director del mismo que acuda a entrevistarse con el BBB para informar si el citado semanario es del PNV y, en caso afirmativo, rogarle que cuide escrupulosamente que ningún trabajo se oponga al contenido doctrinal de nuestra organización».
Gudari, junto a quien fuera su director, Angel Agirretxe, y Trifón Etxebarria Etarte, conformaron algunas de las firmas más características de ``Jagi- jagi''. Quienes expresaban sus ideas en esta publicación nacionalista mantenían la doctrina sabiniana, independentista y, frente a la apuesta estatutista como base para establecer las relaciones con el Gobierno republicano español, propugnaban un frente nacional vasco.
El semanario habría surgido para mantener viva la misma línea política que Aberri defendió la década anterior y en este contexto se entiende el peso que tuvo en ``Jagi-jagi'' Eli Gallastegi, Gudari, convencido de que el nacionalismo tomaría la deriva a favor de postulados «pragmáticos». En cuanto a las cuestiones sociales, serían precisamente Etarte y otros compañeros en el semanario quienes reprodujeron la polémica suscitada una década atrás entre Gudari y Kizkitza en torno a nacionalismo y clases sociales.
Mayo del 34
La segunda etapa de ``Jagi-jagi'', entre su reaparición el 5 de mayo de 1934 y el golpe militar contra la República española, en julio de 1936, ya con libertad editorial y obediencia a Euzko Mendigoizale Batza, avanzó en la defensa de un abertzalismo más humano y abierto, algo más alejado del pensamiento de Sabino Arana.
Según refiere Eduardo Renobales, «ya no se trata de echar al maketo, sino de convencerle de la verdad que representa Euskal Herria o que, al menos, la respete. Y aunque desde `Jagi-jagi' se defienda la resistencia civil como norma de condcuta, tiene bien claros los ejemplos (India, Irlanda, Cuba, Marruecos) de que ningún pueblo oprimido ha recobrado su libertad fruto de concesiones generosas por parte del ocupante. En algún momento habría que luchar y para eso se preparaban los mendigoizales».
Pero, junto a las dificultades surgidas de las luchas en el seno de las diferentes familias nacionalistas, ``Jagi-jagi'' sufrió secuestros, censura, multas y litigios varios con el Gobierno republicano español. Se cifra en 19 los expedientes sancionadores registrados en el primer año de publicación, pero es que algunas crónica de la época dan cuenta de que cada sábado, cuando se iba a difundir un nuevo número, la Policía aparecía en las inmediaciones de Gran Vía 46 para entorpecer la salida y distribución.
Superando la censura
El periódico se implicó en la lucha antirrepresiva, manifestándose también en sus páginas la solidaridad con los presos vascos y sus familias, así como informaciones sobre campañas de solidaridad hacia los mismos. Los vendedores lo ofrecían en la calle al grito de «¡`Jagi-jagi', el semanario separatista vasco!» o «¡`Jagi-jagi', en la calle pese al gobernador español!».
El director de la publicación estaba obligado a enviar un par de ejemplares al Gobierno Civil antes de ponerlo a la venta en la calle, y devolvían uno de ellos corregido. No faltaron situaciones anecdóticas en torno a la redacción del semanario, como esconder ejemplares en cestas de vendedoras de pescado o sacarlos por los patios traseros.
Ante la beligerancia con que la autoridad republicana de la época atacó a ``Jagi-jagi'', la dirección del semanario decidió desafiar la imposición y los ataques a la libertad de prensa no pagando las multas impuestas y mantenie ndo una postura de insumisión a todo intento de control.
Esta actitud provocó encarcelamientos, que fueron asumidos por los jóvenes «jagis» como «sacrificio personal añadido», en aras de la libertad colectiva. El plante a los dictados gubernativos supuso plantear una mística con aureola religiosa de resistencia política. No aceptaron la imposición, aunque fuera «legal», porque no se reconocía la legitimidad del ocupante. Los militantes presos fueron tomados como ejemplo y los homenajes que se tributaban a la salida sirvieron como plataforma política para denunciar la arbitrariedad y el abuso de poder de la autoridad republicana. La cárcel de Larrinaga, tal y como se ha recordado, se convirtió en una especie de gran batzoki en el que se concentró lo mejor de la militancia abertzale.
Según escribio Eli Gallastegi, «la cárcel imponía antes, era un arma formidable contra el nacionalismo (...) Hoy, sin embargo, ese instrumento que el opresor manejaba para matar al nacionalismo y ahogar su voz se ha convertido en una fecunda arma de vida (...). Las mujeres ya no tiemblan ante ella. Y las madres, que antes se estremecían de terror, acompañan orgullosas a sus hijos hasta la puerta. Hoy, se consideraría traición la petición de lenidad para una pena impuesta».
Como curiosidad cabe destacar que el primer redactor del semanario que ingresó en prisión con motivo, precisamente, de escribir en ``Jagi-jagi'' fue Pedro Basaldua, jelkide afín al sector oficial, que más tarde llegaría a ser secretario personal de José Antonio Agirre, ya en el exilio.
Hay otro elemento que merece la pena rescatar de la época de ``Jagi-jagi'', derivado del enfrentamiento con la dirección oficial del PNV de la época. Ni en la Federación de Mendigoxales ni en el propio semanario existía la figura del liberado, de tal forma que todos los militantes «jagis» y colaboradores del periódico tenían un trabajo del que comían. No sólo escribieron en el periódico sin cobrar una sola peseta de la época, sino que algunos ejercieron labores administrativas, actividad comercial o de venta.
Llegó a alcanzar una tirada de 23.000 ejemplares, con dieciséis páginas en sus mejores momentos, reducidas a seis o cuatro en los periodos de mayor dificultad, bien por la presión del PNV o por la censura de la autoridad republicana.
La primera época se cerró el 27 de enero de 1934, con la expulsión de los talleres ordenada por el BBB. Los «jagis» mantuvieron posteriormente vivo el semanario desde el 5 de mayo de 1934 hasta el golpe militar contra el Gobierno de la II República española.
En la primera época, pese a estar en la órbita del partido, la dirección del PNV en Bizkaia prohibió a sus militantes colaborar con «Jagi-jagi», toda vez que vetó apoyos o aportaciones, propiciando la asfixia económica del semanario.
Sobre todo en su segunda época, la línea editorial de la publicación se implicó en la lucha antirrepresiva, manifestándose también en sus páginas la solidaridad con los presos vascos en la cárcel de Larrinaga y con sus familias.