CRÍTICA Belicismo versus pacifismo
La presencia militar germana en Afganistán divide a los Verdes
a cúpula de los verdes y, sobre todo, su grupo parlamentario tienen un problema peliagudo: la base del partido les exige que voten en el Bundestag contra de la presencia militar alemana en Afganistán. Los poderes fácticos ejercen una fuerte presión sobre el partido, advirtiendo que ha dejado de ser un posible socio de gobierno. L
Los Verdes parecen no haber perdido del todo su pasado pacifista a pesar de haber apoyado las agresiones militares de la OTAN desde 1999. En el congreso celebrado el pasado fin de semana en Göttingen, la mayoría de los delegados decidió que el grupo parlamentario deberá votar en contra de la prolongación de la presencia militar en Afganistán. El resultado no dejó lugar a dudas: de los 638 delegados 361 apoyaron la moción. La Presidencia del partido fracasó rotundamente con su propuesta de que los parlamentarios no deberían estar sujetos a la decisión. La cúpula recibió sólo 264 votos en su favor. Con esta decisión, el partido verde ha entrado en una crisis que se ahonda día a día. En juego no está sólo su cohesión interna, sino su papel como socio de gobierno junto a la derecha cristianodemócrata (CDU/CSU) o de nuevo con la socialdemocracia (SPD).
Durante el primer gobierno rojiverde a nivel nacional (1998-2005), los verdes dejaron de ser definitivamente un partido pacifista. Su estrella mediática, el entonces ministro de Asuntos Exteriores y vicecanciller, Joseph Joschka Fischer, llevó junto con el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, el país a la primera guerra desde 1939. Gracias a la postura de los verdes fue posible que la OTAN pudiera atacar a Yugoslavia. Dos años más tarde, los mismos políticos llevaron a Alemania a otra guerra de agresión, esta vez contra Afganistán.
implicación creciente
Hoy en día unos 4000 militares alemanes prestan su servicio en el país asiático. La mayoría están desplegados en la capital, Kabul, aunque hay otro importante contingente en el norte, en la ciudad de Kunduz. Desde esta base operan también los cazas Tornado, que efectúan misiones de reconocimiento contra los talibán. La presencia de la Fuerza Aérea ha causado un aumento de los ataques suicida contra soldados y policías alemanes. Con los muertos ha crecido el rechazo de la intervención militar que nunca ha contado con un amplio respaldo de la sociedad alemana.
En esta situación, el Parlamento Alemán tiene que decidir la prolongación de la operación militar en Afganistán en pocas semanas. La coyuntura se ha complicado porque la OTAN y Washington están exigiendo al Gobierno de la canciller Angela Merkel (CDU) que sus tropas intervengan también en los combates que se están librando en el sur del país contra los talibán afganos.
El «no» de la base verde se explica también por el hecho de que que el nuevo partido de izquierda Die Linke se ha puesto a la par de los verdes en los sondeos porque ha adoptado un incondicional discurso pacifista. El lema de su presidente, el ex socialdemócrata Oskar Lafontaine, es: «Alemanes fuera de Afganistán».
Al mismo tiempo la derecha ejerce mucha presión sobre los verdes. El diario «Frankfurter Allgemeine Zeitung» (FAZ) sentenció que «los verdes se están reconvirtiendo en un partido de ilusionistas» con el cual la CDU no podría gobernar. Cara a la decisión en el Bundestag es posible que el grupo parlamentario ignore la decisión del congreso, aludiendo a la conciencia de cada diputado.
Ingo NIEBEL