En un gesto difícil de calibrar, los militares birmanos permitieron a la premio Nobel de la Paz en 1991 salir brevemente de su casa para saludar y charlar brevemente con los monjes budistas que desde el pasado martes han salido a las calles contra la Junta Militar que gobierna el país. Habitualmente, policías armados bloquean la avenida junto al lago Inya, donde se encuentra la residencia de Aung San Suu Kyi, pero ayer alrededor de un millar de monjes, junto a un número similar de «civiles», pudieron traspasar las barreras y acecarse hasta la vivienda, donde ha pasado la mayor parte de los últimos 18 años.

Aung San Suu Kyi, de 62 años, salió de la casa en compañía de dos mujeres y no pudo reprimir las lágrimas, según relataron varios testigos.

Bajo una incesante lluvia, los religiosos permanecieron en el lugar unos quince minutos mientras recitaban el salmo de metta sutha, las palabras de Buda para la fraternidad. «Que tengas salud» y que «pronto seas liberada», fueron algunas de las consignas que gritó la gente.

Una vez que los monjes continuaron la marcha, la Policía volvió a bloquear los accesos, según confirmaron testigos.

La última vez que permitieron a Suu Kyi salir de su casa fue en noviembre de 2006 para entrevistarse durante una hora con el enviado especial de Naciones Unidas Ibrahim Gambari, al que esperan de nuevo en Ragún el próximo octubre.

Desde el pasado martes los monjes han iniciado un movimiento de protesta tras los acontecimientos del pasado 19 de agosto en Mianmar, cuando las manifestaciones se sucedieron contra el aumento masivo de los precios de los combustibles y los transportes públicos.

La protesta de Rangún no fue la única que se desarrolló ayer en Myanmar. En Mandalay, segunada ciudad del país que cuenta con numerosos monasterios y escuelas religiosas, alrededor de 2.000 religiosos se concentraron ante la pagoda de Eintawyar.

Aung Thu Nyein, analista birmano exiliado en Tailandia, calificó de «acontecimiento destacado» el breve encuentro entre los monjes y Suu Kyi. Consideró que el régimen, extremadamente «prudente» estos últimos días, pretendía a toda costa evitar una escalada «mientras que el movimiento de protesta se intensifica, la Junta Militar intenta aliviar la situación y disminuir la tensión».

Además de las manifestaciones, los monjes han comenzado a boicotear las limosnas de los militares, lo que constituye una afrenta y el equivalente de una excomunión para los budistas.

El ex presidente peruano Alberto Fujimori, en el centro de la imagen, llegó ayer a Lima tras ser extraditado por Chile. El ex mandatario, que gobernó entre 1990 y 2000, será juzgado por violación de derechos humanos y corrupción.