Ha sido Paul Haggis quien, en esta su segunda experiencia detrás de la cámara, se ha atrevido a mostrar el papel directo que los soldados norteamericanos juegan en las barbaridades cometidas durante sus campañas invasoras. El soldado deja de ser un ente intocable y se muestra como el monstruoso brazo ejecutor del Gobierno. Si bien esta conclusión nos llega en la recta final del filme, el excelente hilo argumental se encarga de guiarnos a través de esta senda tenebrosa en compañía de un magnífico Tommy Lee Jones, el cual no ha desaprovechado la oportunidad que le brindaba el rol de un veterano exoficial de la policía militar que investigará los sucesos macabros que rodearon el asesinato de su hijo: un soldado curtido en las campañas de Bosnia e Irak. Estructurada a la manera de un thriller que coquetea con la fórmula de las buddy movies, goza de un elaborado trato narrativo, que se ve correspondido con unas magníficas interpretaciones.

Haggis ya demostró en «Crash» su capacidad para sacar todo el partido posible a un reparto variado y abierto a la sorpresa; «En el valle de Elah» confirma su buen ojo y pulso a la hora de sacar todo el rédito a intérpretes que, como en el caso de Charlize Theron, demuestran que son capaces de lograr caracterizaciones magníficas y muy creíbles, sin la ayuda de maquillajes y prótesis. Bien colocada a la sombra del intratable Jones, Theron aporta, junto a la testimonial Susan Sarandon, el grado de humanidad que requería este particular descenso a los infiernos que protagoniza un ferviente patriota que ha visto morir a sus dos hijos soldados. La progresión dramática adquiere su verdadera dimensión cuando la presencia rocosa de Jones se resquebraja progresivamente, mientras visiona los vídeos y fotografías que su hijo hizo en Irak. El padre orgulloso choca frontalmente contra el estamento castrense. El «cambio» en la conducta y sentimientos del protagonista apenas se intuyen; la pose granítica que exhibe el protagonista durante su periplo es inalterable y ni siquiera se resquebraja cuando una silueta fantasmal le anuncia la trágica noticia de la muerte de su hijo y debe trasladarse hasta el tanatorio. Pero, sobre todo, merece la pena destacar la escena que da sentido al título del filme y que cobra forma en la versión, en clave de cuento infantil, de la leyenda bíblica según la cual David se enfrentó a Goliat.