Vamos en su coche rojo. Conduce prudente, pero aquello parece la central de Telefónica. Al sin manos le llaman amigos, conocidos, periodistas, su compañera... Todos en diez minutos, uno tras otro. Y todos empeñados en preguntarle cómo se encuentra. A lo que responde, con optimista visión de la realidad, que «ondo, oso ondo». Cuando la verdad es que tiene un castañazo de cama y miel. Curiosamente el fin de semana fueron las fiestas del barrio Los Castaños, al lado mismo de Sopuerta, donde vive Murugarren. Y, claro, hubo chufla hasta que se fue el último caracol. Controlada la situación, entre primera y quinta marcha, más algún frenazo, charlamos de «Marjinalia» con su singular y brillante autor.

Ahora que ya tiene costumbre de ver editados álbumes y presentarlos, ¿qué significado tiene el hecho de grabar y publicar un cedé?

Grabar un disco siempre es un salto al vacío. Aunque las canciones estén definidas y bien dibujadas, el estudio es como un ente propio donde tienes que estar muy atento para que no se te deforme la canción. Editado el disco, es el momento de empezar a pensar en otras cosas.

¿Cuando tiene el esqueleto de la canción se imagina con facilidad cómo va a quedar cuando esté completa?

Yo tengo una idea bastante clara, casi siempre, de cómo quiero la canción final. Pero hay tantas variables por el camino: la aportación de los músicos, una mala elección del tempo de la claqueta, un estado de ánimo determinado..., que resulta complicado intuir la forma exacta. Al final, son todos esos elementos los que modelan la canción de forma dinámica.

¿En qué momento se da cuenta real de lo que puede dar de sí la música?

Creo que al poco de empezar a trastear con algún instrumento, me di cuenta de que las cosas que se dicen normalmente adquieren otra dimensión cantándolas, se convierten en otra cosa mejor y más emocionante. Ese primer impacto es el que permanece todavía cada vez que hago una canción.

¿Cómo es su vida musical fuera de las actuaciones en directo: está en casa, coge la guitarra, mira al cielo...?¿ En el trabajo le viene la musa y corre al papel? ¿Todo lo ve musicable?

Casi todos los días escribo algo, todo eso lo guardo en el ordenador para cuando me veo con cuerpo para tocar. Hay temporadas que me distancio de la música (no de las actuaciones en directo, donde llevamos una temporada sin parar). Las pausas no suelen ser muy largas, pero necesito un tiempo de vacío para volver a empezar. Todo me parece musicable, en el coche hacia el trabajo o hacia casa. Podría hacer la banda sonora de ese día y hasta puedo oírla en la cabeza, pero luego me da mucha pereza empezar a trabajar en esos parámetros. Las canciones buenas son las que no has oído, quiero decir que son las que no tienen un sonido en tu cabeza antes de salir. Esas suelen ser las que merecen la pena.

¿Cómo es que cada vez le vemos un poco más relacionado con la cultura balcánica...?

Tengo una relación que va de largo con los países del Este y especialmente con Rumanía. Mi chica es de Bucarest y solemos ir una vez o un par de veces al año. Me gusta el desorden y el ímpetu que tiene la cultura balcánica, la trágica alegría que les hace únicos. Me fascina ese cruce, para nosotros tan radical, entre vida y muerte, dolor y alegría, eso se ve en el mismo nombre de las bandas: bandas de bodas y funerales.

¿Escucha música nueva o se pierde curiosidad con los años?

Todavía no he perdido la curiosidad. Escucho montones de música, y me gusta descubrir nuevas bandas y canciones. No he perdido la capacidad de emocionarme con propuestas tan dispares como Anthony and the Jonsons o Art Brut. Para poder escuchar música en el coche sin tener que estar cambiando el cd y tener el coche lleno de discos, me compré por Internet un multilector. Me hago unos DVDs con mp3 en los que me entra una cantidad bárbara de discos, una media de 50 por DVD. Según el día, hago que surfee por todo el DVD o escucho un disco en concreto.

¿Cómo ve a veteranos activos del pelo de Bob Dylan, Neil Young, Tom Waits, Benito Lertxundi, Mikel Laboa...?

Creo que no existe una edad determinada para hacer o dejar de hacer música, lo que interesa es tener cosas que contar, seguir manteniendo el interés por expresar lo que te apremia.

¿Qué tema le daría, a esta hora, para una letra?

Hablaría de la inquietud que nos produce la lluvia cuando no estamos bien protegidos. Me están arreglando el tejado y se me ha llenado la casa de agua.

¿Qué cuenta una portada tan alegórica?

Con el diseño hemos querido dar a entender lo cómico y lo trágico de la vida. Siempre están mezclados. Todo tiene dos caras. Lo más trágico puede convertirse en cómico y viceversa. He querido jugar con la idea de los artistas ambulantes un poco decadentes, un poco ridículos y, sobre todo, mal pagados.

¿Estamos estancados o vamos a nuestra velocidad?

Creo que la revolución musical está en los locales de ensayo, en la cabeza de los que se ponen delante de un instrumento, no en las radios, que es más de lo mismo.

¿Qué dos o tres canciones suyas le gustaría que versioneasen?

Cualquiera del primer disco. Se hizo una grabación rápida, con músicos que tenían muy poco contacto con lo que iban a tocar, a pesar de que el trabajo que hicieron me gusta.