L a realizadora libanesa no podía haber escogido un título mejor para su primer largometraje. Amable, optimista, algo naif, como ella misma nos confesaba ayer, su película es un canto a la esperanza entre tanta desolación. Y el público ha sabido captar su mensaje.

De hecho la acogida que la cinta ha tenido tanto en su propio país, el Líbano, como en el festival de Cannes o aquí en Donostia lo certifican. Labaki nos contaba que le había sorprendido que en el país asiático hubieran hecho «suya» la cinta y cómo este gesto le ha conmovido profundamente. Llegada del ámbito de los videoclips y la publicidad la joven cineasta participó en 2004 en el programa Residencia del festival de Cannes para poder escribir el guión de «Caramel», una historia de mujeres ambientada en las calles de Beirut con un centro de estética como punto de encuentro y refugio para todas ellas. Allí vemos como los problemas del día a día que tiene cualquier mujer se suman a los que generan las costumbres propias de cada cultura y religión. El universo femenino retratado por estupendas actrices no profesionales nos habla de la vida y la esperanza, de las tristezas y las alegrías que rondan a la condición de mujer. Nadine Labaki, con su peluquería nos muestra un país donde la vida fluye al margen de los conflictos políticos que asolan a sus habitantes. Quizá el Líbano soñado por Nadine, en el que conviven hombres y mujeres, musulmanes y cristianos, no sea un reflejo del tiempo en el que vivimos, pero para eso está el cine, para soñar.