GARA > Idatzia > Mundua

Análisis | movilizaciones contra la junta militar

Los protagonistas de la actual coyuntura birmana

 

p023_f01_148x092.jpg

Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

El autor analiza el papel de los principales actores de la realidad de Myanmar, donde el enviado especial de la ONU, Ibrahim Gambari, se reunió ayer con la líder de la NLD, Aung San Suu Kyi, y miembros de la Junta Militar en un intento de reconducir la situación.

La oposición «oficial» y preferida por Occidente es la que se articula en torno a la figura de Aung San Suu Kyi y su partido, la Liga Nacional por la Democracia (NLD), a quien habría cogido por sorpresa el cariz que estarían adquiriendo las protestas. Con un pasado ligado siempre a la elite política, fue en 1988 cuando adquirió el papel de protagonista tras su vuelta al país. A partir de entonces ha estado sometida a detención y encarcelamiento en diferentes ocasiones, y los gobiernos occidentales apuestan por ella como recambio de la Junta Militar.

La propia Suu Kyi aceptaría con gusto ese papel y lo antepondría a una verdadera unión de las fuerzas opositoras, lo que significa de facto una clara debilidad ante la Junta Militar. Algunos analistas señalan que dentro de la propia NLD estarían enfrentándose dos tendencias, la «radical», partidaria de una ruptura y que compartiría la posición de sectores más progresistas (estudiantes, comunistas y otras organizaciones), y la «conservadora», alineada con Suu Kyi y que estaría maniobrando por un cambio pactado con los militares, con el beneplácito de sus apoyos occidentales, y al que el clero dirigente budista apoyaría. En este sentido cabría también interpretar las demandas «limitadas» del clero budista a la Junta Militar.

El otrora poderoso Partido Comunista de Birmania (CPB), ilegal y clandestino en la actualidad, todavía está recuperándose de las disidencias internas y de la enorme represión a la que ha sido sometido tras apostar por la lucha armada contra el régimen militar birmano. No obstante, todavía tiene un papel que desempeñar y, junto a otras organizaciones progresistas y estudiantiles, ha tomado parte en las protestas y en la demanda de un cambio profundo. Los llamamientos en el pasado de estos grupos para trabajar unida toda la oposición y formar un Gobierno interino y nuevas elecciones multipartidistas han sido rechazados por Suu Kyi.

Por su parte la Junta Militar parece que de momento controla la situación. Según Renaud Egreteau del Ceri, «el mayor peligro puede venir de una escisión o de divergencias dentro del propio Ejército». De ahí que desde Occidente se haya puesto en marcha una maquinaria para extender rumores y noticias sobre la supuesta mala salud y enfermedades de algunos dirigentes. También se quieren sobredi- mensionar algunas supuestas rivalidades o luchas con raíz en los diferentes clanes, que buscarían mostrar una imagen de enfrentamiento entre los dos hombres fuertes de la Junta Militar, el general Than Shwe y Mahung Aye.

Los militares birmanos llevan tiempo controlando la situación interna del país, y no sería descabellado pensar que puedan buscar una salida negociada a medio o largo plazo para mantener buena parte de sus privilegios y no ser condenados o perseguidos por sus excesos represivos durante estas décadas. La Junta Militar ha calibrado su respuesta represiva para que no alcance los niveles de 1988 y para que las protestas no lleguen a aquellas dimensiones.

El ultimo papel de este guión birmano lo interpreta la llamada «comunidad internacional», aunque no se presenta con una única voz.

La importancia geoestratégica de Myanmar, sus importantes recursos energéticos por explotar e importar, unido a las rivalidades entre algunos de esos actores, hace que el tablero birma- no sea el lugar idóneo para que esa «comunidad internacional» enfrente sus diferencias e intereses por encima de las demandas del pueblo birmano.

En este contexto llama la atención que Bush haya dado ahora tanta importancia a la situación en Myanmar. Bajo el paraguas del discurso de «fomentar la democracia», Washington ha puesto en marcha una campaña diplomática y mediática para propiciar un cambio de régimen. La propuesta de endurecer las sanciones contra el Gobierno de la Junta Militar debe interpretarse más en clave de consumo interno (ante las próximas elecciones presidenciales, necesita presentar algún «éxito»).

También China e India llevan hasta Myanmar su pulso por dominar y capitalizar la influencia en el continente. Llama la atención en este sentido las presiones que se quieren depositar sobre el Gobierno de Beijing para que presione y potencie un cambio en Myanmar, mientras que se olvida intencionadamente el papel indio, a quien no se le solicita las mismas actuaciones. En esta situación, Washington y sus aliados quieren utilizar la proximidad de los Juegos Olímpicos del 2008 en China para presionarle, y quizá dé el resultado que desean, pero no hay que olvidar que China ha sabido moverse por la escena internacional ajena a las presiones de ese «club en defensa de la democracia de corte occidental».

Finalmente nos encontramos con Europa, que fiel a su triste realidad, no es capaz de dar una imagen unitaria. En esta ocasión, la llamada UE actuará como siempre, defendiendo los intereses económicos y geoestratégicos por encima de las demandas de cambio de la población birmana y sobre todo pasando por alto su propio discurso oficial de «defensa de los valores democráticos».

La Junta Militar sabe que debe buscar una salida a la situación, de ahí que haya diseñado una estrategia para encaminarse hacia una especie de transición. Ese proceso tiene muy buenos ejemplos en lugares no tan lejanos, y los militares birmanos estarían buscando un acercamiento con los sectores «moderados» de la dividida oposición y con el apoyo de las clases empresariales y la elite política actual para diseñar esos pasos hacia «una democracia con label occidental» que deje inmune a los protagonistas del pasado y que en realidad sería «cambiar para que nada cambie».

Si la llamada comunidad occidental quiere de verdad que sus propuestas «democratizadoras» sean tomadas en serio debería actuar de la misma manera ante los regímenes corruptos de otras zonas del mundo, o ante sus aliados en las petromonarquías del Golfo, donde los derechos humanos y las libertades brillan por su ausencia.

Un cambio pactado puede ser la solución que se esté cocinando, con un Ejército que «domine la situación tras el telón», pero alejado de la fotografía política oficial; con una nueva elite política dispuesta a no hacer cambios que no gusten a Occidente y con un clero budista que puede seguir manteniendo su status quo sin ver limitadas sus actuaciones ni su poder. Si así fuera, los deseos de cambio de los manifestantes y de buena parte de la población de Myanmar serían olvidados.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo