Jesús Valencia educador social
No se olvide el tricornio, monseñor
Sebastián ha dado baculazos a troche y moche, ya que le encanta arremeter, siempre en nombre de Dios, contra algo o contra alguien
Ya va para quince años que, el entonces Papa Wojtila nombró a Fernando Sebastián arzobispo de Pamplona. Se dijo de él que era teólogo competente y colaborador asiduo en publicaciones progresistas. Todo haría falta en una Nafarroa repleta de opusianos y derechones, que viene a ser lo mismo. A estos no les hizo ninguna gracia el nombramiento del fraile; alguien que abriese los ventanales del búnker y dejase correr la brisa podría provocar más de un constipado mental. El 31 de julio de este año llegaba la noticia de que el Vaticano había nombrado a Francisco Pérez sucesor de Sebastián. El Arzobispo saliente, al hacer balance de su largo pastoreo por Nafarroa, encomendó a otros que hicieran la crítica a su gestión. Intentaré cumplir su encomienda
Cuando Sebastián cruzó los umbrales de Nafarroa, ésta se había convertido en foco de insumisión al Ejército español. Muchos de los insumisos encarcelados en el Estado eran navarros y contaban con un amplio respaldo social. Aquellos mozos recuperaban la tradición de sus abuelos: el Gobierno central siempre había encontrado en estas tierras un especial rechazo a las quintas. Cuando consiguió imponerlas, fueron muchos los navarros que cruzaron fronteras para no servir al Ejército español. El recién llegado arzobispo calificó la insumisión de insolidaridad e intentó justificar el derecho del Estado a imponer la mili o el servicio social sustitutorio. El tiempo resolvió aquel debate al que Sebastián había dado rango teológico y moral. Los militares y el Gobierno modificaron la estructura del Ejército optando por la milicia profesional y voluntaria. Sebastián nunca rectificó su doctrina, pero recientemente -paradojas del mosén- ha invocado la objeción de conciencia como herramienta adecuada para oponerse a las clases Educación Ciudadana
Don Fernando se ha manifestado furibundo inquisidor contra los homosexuales, a quienes ha dedicado acerados insultos: «personas psicológicamente mal resueltas... se trata de una epidemia contra la que la sociedad española tiene que reaccionar para defenderse» (¡cuánto le gusta a este claretiano belicoso convocar cruzadas!). Ha dado baculazos a troche y moche, ya que le encanta arremeter, siempre en nombre de Dios, contra algo o contra alguien. Como ya ocurriera tras el concilio de Trento, Sebastián ha mantenido una permanente caza de brujas contra los clérigos progresistas a los que ha sometido a vigilancia y sospecha. Mientras rapiñaba las iglesias impedía al pueblo llano -su verdadero dueño- que las utilizase como local de usos múltiples. Respecto a la conciencia nacional vasca ha seguido una larga y nociva tradición: España conquista y la Iglesia españoliza.
Que tenga buen viaje, monseñor; pero lleve consigo el petate de sus más sonados fracasos. Su campaña electoral a favor de la ultraderecha resultó un fiasco. Sus incondicionales aliados de UPN no atraviesan los mejores momentos. Pocos navarros se ciñeron tricornio pese a la estrafalaria pasarela que usted protagonizó. Y el corazón vasco de Nafarroa, a despecho suyo, sigue latiendo. Regrese a su patria, que nosotros nos quedamos en la nuestra.