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Raimundo Fitero

Una más

Probablemente las partes responsables y protagonistas se sentirán absolutamente satisfechas con el evento otoñal que en Donostia se dedica a promocionar alfombra rojas, trajes largos y fiestas privadas y que según y cómo, y dónde, y cuándo se llama Festival de San Sebastián o Zinemaldia. Seguro que a Cayetana Guillén Cuervo le ha ido excepcionalmente. Se ha convertido en la mujer del cine en TVE, y eso da un caché, aunque la invalide para después ofertarse como actriz. Gana su parte de periodista, aunque no renuncie a su parte de artista. ¿A alguien más le ha ido así de bien este año?

No vale señalar a los que alquilan coches de lujo, ni los restaurantes, ni nada relacionado con el turismo gastronómico, de noche o de madrugada. Nos referimos al asunto que trata esta convocatoria que tanto dinero público absorbe, a la industria, a la parte de cultura que debería tener, a lo que deja y se lleva tanta pasarela, ¡al cine, cáspita!

Desde la distancia del mando a distancia se ha notado una vez más, y de manera muy visible y resaltada, la teledependencia del sector. Del propio evento, de las productoras, del sistema de cuotas, de todo. De tal manera que una de las frases más escuchadas ha sido, «hasta que una televisión no compra los derechos de emisión es difícil ponerse a producir una película». O sea, para situarnos, la película que va a los Oscar representando al cine español es una producción de Tele 5. ¿Comprendido?

Debo confesar que las crónicas de las diferentes cadenas sobre los días del festival no me provocan excesivas ganas de ir a ver ninguna película a los cines. Todas me suenan o a muy comerciales, es decir que llegarán a las teles pronto, o muy minoritarias, con lo que para cuando me entere, si es que llegan a programarse, ya las habrán quitado y como la relación con las televisiones es cada vez más exigente, no las veremos ni de madrugada. Por lo tanto todo el circo se me queda reducido a una suerte de cóctel con mucho tomate supuestamente glamuroso. Sin pararme a mirar demasiado el palmarés, me ha parecido que, por televisión, ha sido una edición más, pero de las flojas. Y no me ha llamado Paul Auster para ir a cenar y presentarme a su hija.

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