En su discurso de despedida Josu Jon Imaz fue directo al cuello de la izquierda abertzale. Explicó por qué el año pasado no estuvo en la charla de la víspera del Alderdi Eguna con los de EGI. Estaba en Loiola reunido con PSE y Batasuna. «Creíamos estar tocando la paz con la punta de los dedos». Pero afirmó que «de la noche a la mañana» ETA le hizo cambiar a Batasuna, «trató de garantizar que conseguía imponer el futuro de este país, no con los votos, sino con las armas. Y les dijimos que no. Que este partido, como demócrata y como abertzale, nunca aceptaría que el futuro de los vascos lo construyese nadie que no fuera su libre voluntad democrática».

La frase de Imaz queda bien en un mitin, pero cojea si se analiza. Le falta un elemento de peso: ¿A qué propuesta dijo no el PNV? A finales de julio, a través de la prensa afín y de los medios públicos de EiTB, el PNV dio su versión de las conversaciones de Loiola. En el último capitulo del serial, titulado «El PSE se levantó de la mesa ante las elevadas exigencias de Batasuna sobre Navarra», se dice que la izquierda abertzale pedía «nada menos que eliminar la capacidad de veto de las Cortes Generales españolas sobre el acuerdo final que alcanzaran las mesas de partidos del País Vasco y Navarra». Además consideraba imprecisas las atribuciones y funciones del Órgano Institucional Común vasco-navarro». Temía que tuviera «un mero papel testimonial». Pedía un parlamento a cuatro «con capacidad para determinar el futuro». [Y por fases y atendiendo a la voluntad de la ciudadanía de Nafarroa y la CAV] El PSE se levantó y el PNV le secundó.

¿Un partido nacionalista vasco escandalizándose de querer evitar el veto de las Cortes españolas a la decisión del pueblo vasco? ¿Un partido nacionalista vasco negando en la mesa el territorio y diciendo después en público que la propuesta de Estatuto a cuatro de Batasuna es menos que el Plan Ibarretxe?

Josu Jon Imaz se va, pero -como recordó él mismo- el PNV, este PNV, se queda.