GARA > Idatzia > Kolaborazioak

Daniel C. Bilbao Periodista y escritor

«Irabazi dugu!»

En la diáspora existen la solidaridad y el compromiso con Euskal Herria, pero también encontramos traidores a su pueblo y oportunistas que han marchado con ellos durante años y tratan ahora de reacomodarse

Eso que llaman España, la Cenicienta de Europa, provoca náuseas. No se pueden alcanzar cotas más altas de hipocresía y estulticia. El hedor del franquismo rebosa por los poros del PSOE. José Rodríguez y María Fernández a la cabeza, dos nadies, esputan sus mensajes sin ningún pudor. ¡A por los vascos, que perdemos las elecciones!

No hay vallas, no hay reglas, no hay ley. Todo vale. No importa a qué abismo conduzca. Les han encomendado sostener durante un período la vigencia del lema «España Una, Grande y Libre» y ellos cumplen. Mientras la paga sea buena. Han tirado todo por la borda: la ideología y la memoria de sus muertos de la guerra, que no murieron para que su partido se convierta en la izquierda de los vencedores.

Perritos falderos del Partido Popular cuando estaban en la oposición, se disfrazan ahora de mastines de la Monarquía y el dinero español, y no son más que esperpentos goyescos que avergüenzan a la conciencia verdaderamente democrática, que sobrevive en los repliegues del estado en cada una de las resistencias obreras y populares.

Incapaces, mal preparados, dotados de escasos valores intelectuales, son marionetas en manos de operadores políticos. Simples gerentes cuyo valor consiste en ser permeables a las decisiones que se toman por arriba de ellos. Y cobardes, bajo la mirada torva de las fuerzas armadas fascistas, la guardia pretoriana con la que amenaza el verdadero poder: «Si no lo hacéis vosotros, lo harán ellos».

Y hay que tener claro que lo que está ocurriendo con los independentistas vascos sucede en Europa, no en una republiqueta bananera de los años 50, ni en un convulsionado e inviable territorio africano. La Europa del poder y el dinero mira y calla. Otorga. Permite que al modelo de prolongación de una dictadura por otros medios lo llamen «democracia». Les permiten a los juramentados del franquismo y su Constitución que se llamen «demócratas, mientras los que luchan por su libertad y por los derechos de su pueblo son calificados de «terroristas».

No hablo de los detenidos y los encarcelados. No cuenta, a pesar del dolor de saber a nuestros amigos presos. Como alguna vez dijo un luchador sindical colombiano, perseguido y luego asesinado: «¡Yo no soy un hombre, soy un pueblo!». Detrás de los compañeros y compañeras detenidos hay otros, que ya ocuparon los lugares vacíos. Y detrás de ellos hay otra fila formada, para cuando toque. Y en la calle ya está el pueblo. Hombres y mujeres, jóvenes y ancianos. Y niños que acompañan a sus padres y aprenden así lo que es formar parte de un pueblo, el pueblo vasco.

Ni siquiera importan los cipayos, colaboradores de la represión, represores. Serán derrotados también. Los mismos cipayos que enviaron una orden a miles de kilómetros de distancia para que durante la Semana Nacional Vasca (6 de octubre), en Rosario (Argentina), prohibieran la charla que daría Batasuna en la Euskal Etxea. Han informado de que fue Iñaki Aguirre, de la Secretaría de Acción Exterior, quien levantó el teléfono para ensuciarse una vez más. Pudimos escuchar algunas voces de afiliados del PNV diciendo que era una vergüenza. La protesta quedó de manifiesto en declaraciones de repudio que ya están llegando a todos los medios. No hay silencio posible.

En la diáspora existen la solidaridad y el compromiso con Euskal Herria, pero también encontramos cipayos y fenicios, traidores a su pueblo y oportunistas que han marchado con ellos durante años y tratan ahora de reacomodarse. En esa lucha muchos tenemos la misma convicción que los gudaris de ayer, de hoy y de siempre. La misma decisión que tienen los militantes que pueblan las cárceles y el pueblo que sale a la calle a proclamar todos y cada uno de sus derechos: Irabazi dugu!

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo