Raimundo Fitero
Paradójico
Bienvenidos al único espacio laico de la televisión que se rige por la voluntad del cielo: El tiempo.» Alguien capaz de presentarse de esta guisa, promete. Y Javier Gómez, el showman del tiempo en La Sexta no pierde la oportunidad de dejar su impronta, tanto en la entrada y salida de su minúsculo espacio, como en la misma función de transmitirnos las nociones del tiempo que nos va a venir. O que nos ha venido. El sábado sin ir más lejos, en una de sus entregas empezó asegurando que tenía prisa porque Mariano Rajoy le había solicitado el plató, y acabó con un escueto «ya me voy Mariano». A la noche entró disciplente pero se nos despidió con un susurrado: «me voy porque no me gusta que me vean». Entre medio nos contó las apreciaciones que sobre el tiempo y las temperaturas había colegido de los análisis y los servicios específicos, pero realizado con una sabia y divertida distancia, una retranca que le convierte en uno de los espacios con más humor de la cadena.
Es paradójico en todos sus gestos, actitudes y versiones, y lo es también en su propia configuración genérica: hace bromas con el tiempo, con la meteorología que es asunto delicado y más cuando los noticiarios están abriendo con una de esas catástrofes cíclicas, en las que las agudas caídas del cielo buscan su lugar de viaje hacia el mar que desde el último cataclismo allá por el terciario dejaron las montañas y los valles en la configuración actual. Buscan las aguas sus regatos de siempre, porque tienen memoria histórica, pero solamente encuentran cemento y se enfadan, se unen todas las aguas y abren huecos para escapar de las otras aguas que vienen por detrás.
No es nada más que una acción de defensa, una angustia de las aguas buscando una salida en ese laberinto de cemento. Claro, en su camino de liberación se encuentran con la especulación inmobiliaria criminal y con el despropósito administrativo y político que ha dejado construir allí donde no hace tanto estaban las rieras, las ramblas, los lugares por donde transcurrían las aguas en las fechas indicadas por la costumbre y el sentido común: el otoño mediterráneo. Ahora es un drama social por negligencia.