XVII Congreso del Partido COMUNISTA CHINO
La China de Hu aspira a atajar los graves daños colaterales del crecimiento
El presidente, Hu Jintao, que será ratificado para un último mandato, ratificó ante el Congreso sus ideas-fuerza: atajar, desde el liderazgo del PCCh, las desigualdades y los problemas medioambientales derivados del crecimiento exponencial de la economía de China.
Dabid LAZKANOITURBURU
El presidente de China, Hu Jintao, abrió ayer el XVII Congreso del Partido Comunista Chino con un discurso en el que profundizó en las líneas maestras de su mandato, iniciado en la anterior cita quinquenal de 2002. Líneas maestras que pasan por la defensa de un crecimiento más armónico y social y por la promoción de reformas políticas pero siempre bajo el liderazgo indiscutible del PCCh.
Tampoco se esperaban sorpresas en un Congreso que se perfila como el de la consolidación para Hu, número uno de la llamada «Cuarta Generación», que no cederá hasta 2012 sus riendas a una nueva hornada de líderes.
Hu insistió en la necesidad de «un desarrollo equilibrado para asegurar un crecimiento rápido pero sano» del gigante asiático, el país más poblado del mundo (1.300 millones de personas) y actualmente tercera economía del planeta. Así, el secretario general del PCCh reconoció la existencia de «una fosa no justificable entre lo que hemos logrado y lo que el pueblo espera de nosotros».
«El crecimiento ha costado muy caro en términos de recursos ecológicos», mientras «ha sancionado la desigualdad entre las zonas urbanas y rurales, entre las distintas regiones y entre sectores económicos y sociales», añadió, para apostar por el reparto de beneficios, el empleo, la protección social y la educación, siempre manteniendo «la reforma y la apertura al exterior» que han catapultado a la economía china a un crecimiento anual de más del 10% en los últimos años.
Los analistas coinciden en que la lucha contra el despilfarro de recursos y las desigualdades sociales marcará los próximos años en China. La tarea es gigantesca y no falta quien, como Shen Minggao, analista de Citigroup, vaticina que «será difícil reducir realmente la fosa social a corto plazo», aunque reconoce que «la tarea es evitar que se ahonde». Fosa que se ha incrementado en los últimos años, aunque con menor ímpetu. En 2006, el PIB medio de los habitantes de las ciudades (alrededor de 1.130 euros) fue 3,28 veces superior al del campesinado rural, frente a un 3,21 en 2004.
Pese a ello, la introducción en la Constitución del concepto confuciano-maoísta de «sociedad socialista armoniosa» y del de «desarrollo científico» -frente al derroche de recursos y la polución medioambiental- son los retos de Hu para este Congreso y «marcarán una nueva hoja de ruta para una inflexión en el modelo de crecimiento», augura Jean-François Huchet, economista experto en China.
Pugna por el poder
Esta apuesta por la regulación del crecimiento está en el origen del calificativo de «socialdemócratas» -otros le endosan el denostado «populistas»- que desde Occidente se da al liderazgo en torno a Hu. Frente a ellos se situarían los neoliberales o elitistas alineados en torno al antecesor de Hu, Jiang Zemin, más conocidos como los princelings (hijos de la élite política) y que defienden los intereses económicos de las grandes ciudades costeras.
Todo apunta a que este Congreso reforzará la posición de Hu, que tratará de rodearse de un equipo de dirección más leal que el que pudo arrancar en 2002 y para ello promoverá a viejos cuadros de las Juventudes Comunistas -de las que el propio Hu procede-. Lo que también se da por descartado es que su sucesor en 2012 será aupado a la una posición preminente en el Comité Permanente del Buró Político (núcleo del poder).
Todo ello sin olvidar la necesidad de consenso entre las dos principales facciones. Un consenso que marcha la toma de decisiones en la China de los últimos años. Lejos quedan los tiempos del liderazgo no ya de Mao Ze Dong sino de incluso Deng Xiaoping (El Pequeño Timonel), quien dio cobertura ideológica a la apertura económica.
En su propia línea, Hu apostó por «profundizar en la reforma política (...) al ritmo del desarrollo del socialismo» y reivindicó «el papel motor del Partido Comunista en la dirección de las líneas maestras y en la coordinación de la acción de las partes».
En ese marco situó su apuesta por «incrementar la participació ciudadana ordenada» y su defensa de la progresiva elección de diputados y representantes de las asambleas populares en circunscripciones urbanas y rurales. Lejos, en todo caso, del modelo «parlamentario occidental», lo que lleva a grupos disidentes y a sus corifeos occidentales a lamentar que Hu no sería digno heredero de su mentor, el reformista Hu Yaobang, defenestrado en 1987.
Hu Jintao, que ha heredado en su mandato la mejor situación económica en términos generales de China de su historia, se marca como objetivo su regulación consensuada.
Hay también quien asegura que el PCCh continuará, eso sí con mucha prudencia, introduciendo mecanismos de participación. «Saben que deben hacerlo, que deben experimentar (...) Lo están haciendo, pero van a ser muy prudentes», augura Sidney Rittenberg, sinólogo estadounidense y antiguo colaborador de Mao. «China afronta actualmente grandes retos y la tendencia es la de la extrema prudencia», asegura.
Hu apostó por la firma de un «acuerdo de paz» con Taiwán pero puso como línea roja la integridad de China. No hizo, eso sí, mención alguna al uso de la fuerza. El Gobierno de Taipei, controlado por los independentistas, rechazó la invitación del presidente.
Li Chengrui, quien fuera jefe de la Oficina Nacional de Estadísticas, firmó, junto a 169 ex altos dirigentes, una carta abierta criticando el viraje capitalista del PCCh. Criticó asimismo el veto al debate. «Marx no tenía miedo al debate», aseguró.
Muchos antiguos dirigentes del PCCh asistieron en primera fila a la jornada inaugural, entre ellos Jiang Zemin, quien fue sustituido por Hu Jintao en el anterior Congreso de 2002 y los ex primeros ministros Li Peng y Zhu Rongji.
Para el PCCh, la mayor formación política del mundo, el Congreso es la ocasión de presentar las grandes líneas de la política de los siguientes cinco años y de remozar a parte de su liderazgo. El primer congreso, en 1921, fue una pequeña asamblea en un aula de una escuela de niñas cerrada por vacaciones en Shanghai. El partido no tenía entonces más de 50 miembros. Actualmente cuenta con más de 70 millones de afiliados, el 5% del conjunto de la población china.
Desde hoy y hasta el domingo, congrega 2.217 delegados, cerca del 80% varones y elegidos entre octubre y junio por las asambleas del partido.
Su tarea es designar al Comité Central (198 miembros de pleno derecho y 158 suplentes sin derecho a voto) que consagrará el nuevo o, más que seguro, actual liderazgo, si bien con algunos ceses y decisivas incorporaciones: el cargo de secretario general (Hu Jintao desde 2002). el Buró Político (25 miembros) y su Comité Permanente, formado desde aquel mismo año por nueve miembros y en la práctica el corazón, del poder, además de la Comisión Militar Central, organismo de control del Ejército Popular.
Reunido cada cinco años desde 1977, el partido no celebró congreso entre 1956 y 1969, período marcado por el fracaso del Gran Salto Adelante (industrialización a marchas forzadas lanzada por Mao Ze Dong) y el inicio de la Revolución Cultural.
1.135 corresponsales extranjeros y 800 periodistas chinos están acreditados para seguir las sesiones en el imponente Palacio del Pueblo, en la Plaza de Tiananmen, uno de los símbolos de la República Popular China, que cumple ya 58 años.