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Antonio Alvarez-Solís Periodista

¿Era ése el verbo apropiado?

El lío lingüístico del señor Zapatero es tremendo. En su presunto contenido intelectual solamente caben las armas

Pronunció la frase de modo cortante, con el gesto adusto, con teatral ira fría: «El Estado democrático -dijo- está muy fuerte, muy preparado para este combate». Faltaban escasos días para el desfile militar por la Castellana de Madrid. En el IV Año Triunfal de su Victoria.

Demos ahora unas vueltas a la frase con serenidad, intención cívica y lenguaje analítico.

Combate. «Pelea entre personas o animales. Acción bélica o pelea en que intervienen fuerzas militares de alguna importancia» (Diccionario de la Real Academia de la Lengua española). Nota: obviamente descartamos lo que se refiere a los animales.

Combate. «Cada episodio de acción ininterrumpida en una guerra o lucha material» (Diccionario de María Moliner).

Combate. «Pelea, batalla» (Diccionario ideológico de Julio Casares).

En una palabra: belicidad, acción o ánimo bélicos.

Demos un paso más, siempre con la intención de buscar la realidad que yace en las palabras, ya que, como escribiera el primer Wittgenstein, «los límites de mi lenguaje son los límites del mundo». ¿Y cuáles son los límites del mundo del Sr. Zapatero cuando insiste con su lenguaje en la preparación del Estado para el combate, o sea, para la batalla, para la guerra o lucha material? Evidentemente no son límites políticos, sino de guerra o imperio. Tanto empecinamiento revela en este hablar que llega a confundir el Estado con el Gobierno, ya que el Estado solamente puede combatir con otro Estado, de soberanía a soberanía, y no contra sus ciudadanos. A los ciudadanos se les gobierna, aunque sean ciudadanos forzosos, como son los vascos. El Gobierno sí puede maltratar bélicamente a sus ciudadanos si no acierta a gobernarlos ¿Quiere decir, acaso, el Sr. Zapatero que considera ya estado a Euskadi para proceder a dirimir sus diferencias por medio de la guerra expresada en ese «estar listo para el combate»? Por otra parte, el estado es una pura estructura de instituciones y de funciones, ergo puede cobijar múltiples formas de ser y realizarse. No es una forma viva sino un molde para vidas diversas ¿No hablará el Sr. Zapatero del Estado-nación en que la segunda, la española, se apodera de la herramienta estatal y se declara dominante, así como presta a imponerse por la fuerza a las otras naciones a las que el Estado no sirve sino que subordina? ¿No hablará de un estado militarmente ocupado, ideológicamente contaminado, policialmente manejado, judicialmente vigilado frente a ciuda- danías que reclaman su libertad y su realización democrática, como son, por ejemplo, la vasca y la catalana? Volvamos a Wittgenstein: hay que limitar el campo de lo decible.

El lío lingüístico del Sr. Zapatero es tremendo. En su presunto contenido intelectual solamente caben las armas. El Sr. Zapatero firma sus pragmáticas con un cañón.

Sr.Zapatero, ¿qué pensaba usted realmente mientras los carros de combate que usted ha enviado al parecer en misión civil a Afganistán -curiosa misión civil- y la Legión desfilaban ante la tribuna en que solamente cabían su bandera y su rey?

¡Ay, Sr. Zapatero, qué poca educación cívica! Vigile usted ese lenguaje de cecina y puchero si de verdad quiere figurar en la lista de estadistas que, digamos de paso, el Sr. Ansón, en un arrebato psicológicamente muy curioso, encabeza con el nombre de don Felipe González como el mejor político español de los tiempos modernos.

Si viviera Wittgenstein y tuviera su residencia en España, habría pasado ya por el Tribunal de Orden Público o como se llame ese martillo de herejes.

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