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Testimonio

La simpática declaración de Pascual Maragall informando sobre el diagnóstico de su enfermedad, es un testimonio que nos abre un campo de interrogantes. Hasta hace apenas unos meses era president de Catalunya, fue descabalgado de su partido, el PSC, del que se ha borrado, y sobre sus opiniones, ocurrencias o reflexiones se han hecho demasiados editoriales, muchas descalificaciones y se ha vertido un montón de escarnio. Esto último es algo habitual en el tertulianismo actual, pero ahora, colocada la memoria inmediata en su auténtica dimensión, sabiendo que hace unos meses se le descubrió el Alzheimer, se podrían encontrar algunas respuestas a actitudes y comportamientos que entonces resultaron absolutamente incomprensibles y desmedidos.

La enfermedad del silencio, la que borra la memoria de una manera pausada y constante, la que convierte a las personas que la padecen en una mueca de sí mismos, no es algo que sobrevenga de un día para otro, sino que es un proceso que se manifiesta con pequeños síntomas, detalles inapreciables, cosas que se toman como normales, porque normales parecen. El ocaso de la memoria, el apagamiento de los controles neuronales, la opacidad de la memoria, es decir de aquello sobre lo que viajamos hacia el futuro, es una destrucción realmente incesante de la personalidad, como un vaciamiento del cuerpo que empieza a tener problemas de control .

Todos estos síntomas, todas estas situaciones, en sus primeras manifestaciones pueden ser un comentario jocoso de los seres cercanos, pero si esto le sucede a alguien con cargo de alta responsabilidad, como es el caso al que nos referimos, las incógnitas se hacen mayúsculas, porque se crea un cortocircuito con la realidad, con el pasado y con el presente. Es una maldita enfermedad, lo importante de este gesto y que ayude a la concienciación colectiva de la necesidad de la predicción precoz para intentar paliar sus consecuencias. Y pido un primer paso muy sencillo en nuestra vida cotidiana: cuando se nos olviden las llaves, cuando tengamos un lapsus no hagamos bromas, porque los familiares de quienes tienen un caso cercano se pueden sentir molestos. Y si se repiten los olvidos, a mirarse.

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