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Fidelidad confuciana al partido, desde abajo y en la propia cúspide

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Dabid LAZKANOITURBURU

Un apparatchik de 64 años de edad, Hu Jintao navega ideológicamente entre su fidelidad a Mao Zedong y la actualización de las enseñanzas del filósofo Confucio en un mar chino embravecido por la apertura de su economía al diktat del mercado. Su objetivo, preservar el poder del Partido Comunista en el país más poblado del planeta..

De talla mediana y estilo sobrio -siempre marca distancias con los periodistas-, Hu llegó a la cúspide del poder en 2002 tras una carrera sin tropiezos en el aparato político, en la que accedió relativamente joven, con sólo 40 años, a puestos importantes.

jefe de filas de la Cuarta Generación de dirigentes comunistas chinos tras Mao Ze dong, Deng Xiaoping y Jiang Zemin, se le reconoce la habilidad de sortear los peligros, siempre con la ayuda de su buena estrella. Hu tiene un don poco habitual para evitar los errores.

Su fidelidad al Partido Comunista la labró como instructor político en la Universidad Tsinghua de Beijing, donde estudió para convertirse en ingeniero hidráulico y donde conoció a su compañera, Liu Yongqing, con la que tiene dos hijos

Durante el apogeo de la Revolución Cultural, Hu acudió al llamamiento del presidente Mao y se ofreció como voluntario para ir a la desértica y aislada provincia de Gansu.

Fue precisamente el primer secretario del partido en Gansu, Song Ping, quien lo promovió coincidiendo con el llamamiento en 1980 de Deng Xiaoping a buscar cuadros «más revolucionarios, más jóvenes, dotados de mejores conocimientos y mayor especialización». Así, Hu ascendió a líder de la Liga Juvenil Comunista en 1984.

Pero no todo fue un camino de rosas y Hu Yaobang, líder del partido y reformista que caería en desgracia en torno a la crisis de Tiannanmen, lo desterró a Guizhu, otra de las provincias más pobres de China. Hu aceptó con total fidelidad éste y otros problemáticos destinos, como el del enclave del Tíbet, donde decretó una ley marcial para acabar con una revuelta popular en Lhasa.

Algunos analistas sostienen que logró imponerse en 2002 en premio a su fidelidad a sus superiores, por su prudencia y por su capacidad para mantener un perfil bajo.

Su primer acto político tras su nominación como secretario general del partido en 2002 no pasó desapercibido. Acudió a Xibaipo, en Hebei (norte), uno de los lugares emblemáticos del comunismo chino. Fue este valle entre montañas el que albergó a Mao y al resto de líderes revolucionarios el año anterior a la toma del poder en 1949.

Hu hizo suyo allí uno de los eslóganes de Mao al llamar al orden a los cuadros del partido: «Los camaradas deben aprender a mantenerse modestos, prudentes, libres de toda arrogancia y arrebato en la manera de trabajar. Los camaradas deben aprender a guardar un estilo sobrio y combativo».

El presidente ha hecho de la lucha contra la desigualdad social uno de sus caballos de batalla, mostrándose cercano al pueblo y a los paganos del desarrollo económico, sobre todo al campesinado. Conoce de primera mano el interior pobre de China, no sólo Guizhu sino Gansu y el Tibet, donde pasó 15 años de su vida.

En el plano ideológico, Hu defiende una sociedad socialista armoniosa, inspirada notablemente en las ideas de Confucio, el filósofo chino por excelencia. Busca así limitar las contradiciones sociales y asegurar la preeminencia del Partido Comunista Chino.

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