El devenir del campeonato suele marcar en rojo la importancia de determinadas victorias. El sufrido triunfo cosechado ayer por el Athletic en Valladolid, otorga no sólo un más que necesitado oxígeno clasificatorio, sino que también aparca momentáneamente, ya que la semana que viene hay tres partidos en ocho días, los debates sobre las urgencias del equipo. Tres puntos que, al igual que en el Ciutat de Valencia, llegaron merced a la eficacia de uno de sus hombres clave: Aritz Aduriz.

Los rojiblancos, finalmente, sin Zubiaurre en el once, saltaron al campo sin complejos. Así, nada más comenzar, la tremenda calidad del reaparecido Gabilondo hizo acto de aparición para servir un balón que Aduriz, con un testarazo picado, envió al poste. No habían pasado más de quince segundos desde el pitido inicial y los bilbainos ya asustaban al equipo de Mendilibar. Con dicho arranque, se ponía pie en pared a la posible salida en tromba del conjunto del zaldibartarra. Un equipo que tuvo en un chut de Capdevila, parado fenomenalmente por Iraizoz, su mejor opción del inicio de partido. Sin embargo, fue el Athletic quien golpeó de nuevo.

Gabilondo, otra vez, se aprovechó de un balón perdido por Marcos en la medular y envió un magnífico pase en profundidad a Aduriz. El de Aiete entró en el área, se escoró a la derecha ante la oposición de García Calvo, pero logró sacar un disparo que se coló entre las piernas de un desacertado Butelle.

El guipuzcoano no celebró el gol por respeto a su ex equipo. Eso sí, los casi 4.000 hinchas rojiblancos desplazados hasta Pucela, y quienes se quedaron en Euskal Herria, saltaron de alegría con el tanto. Con el resultado a favor, los minutos pasaban con relativa tranquilidad para un Athletic que sólo encontraba aspectos negativos en la lesión de Amorebieta y en un posible penalti de Butelle a Etxebe no pitado por el árbitro.

A la media hora de juego llegó la puntilla. Un error de los centrales vallisoletanos fue aprovechado por Aduriz para hacer el segundo. El partido estaba encarrilado. Más, cuando Pérez Burrull neutralizó la posible reacción pucelana al anular un gol, poco después del de Aduriz, a Ogbeche por falta a Ocio.

Tras el descanso, el Athletic, por medio del omnipresente Aduriz, volvió a salir a morder. Pero, esta vez, la escuadra de Mendilibar no se amilanó y trató de buscar con más ahínco la meta de Iraizoz. A pesar de que el agobio blanquivioleta fue más una sensación que una realidad, la inercia del partido les metió de lleno en el choque.

La necesidad del Valladolid y el discutible penalti que Pérez Burrull señaló a Koikili empujaron al Athletic hacia su área. Cuando faltaban 20 minutos, el de Otxandio cargaba su hombro sobre la espalda de Ogbeche, que estaba deseando notar el mínimo contacto, para que el árbitro pitase la pena máxima.

Víctor, una de las pesadillas habituales del Athletic, anotó y, a partir de ahí, se amplió el sufrimiento. Las llegadas a la zona de peligro se sucedieron, aunque sin crear opciones verdaderamente claras. Claro que huelga decir que en estos casos cualquier rebote puede echar todo al traste. De hecho, un remate de Marcos, al borde del descuento, estuvo a punto de aguar la fiesta vizcaina.

Finalmente, llegó la segunda victoria, también fuera de casa, y el entorno rojiblanco puede respirar bastante más tranquilo que hace dos semanas.