Tras visionar este tipo de proyectos siempre me asaltan las mismas dudas relacionadas con el nulo valor que, en la mayoría de las ocasiones, demuestran los cineastas cuando abordan la Guerra del 36 y todos aquellos episodios que se prolongaron al final de la contienda. En este caso tan extremo no había muchas excusas para no querer ahondar plenamente en la miseria fascista. Pero, lamentablemente, el miedo vuelve a aflorar y todo queda como un mero espejismo acorde con estos días de «memoria historica». ¿Por qué no ahondar en el silencio? ¿Por qué no mostrar la verdadera cara de la bestia franquista? ¿Por qué el autor de «Las 13 rosas» ha hecho una lectura tan interesada a la hora de mostrar, parcialmente, las inquietudes políticas de aquellas niñas fusiladas por la sinrazón? ¿Por qué mutila el título original de la novela y prescinde del término «rojas»?

La mayoría de los halagos hacia este filme van encaminados a la labor visual de la película y a la interpretación de Pilar López de Ayala. Del primer apartado poco se puede rebatir ya que se ha hecho un esfuerzo considerable a la hora de reconstruir el Madrid vapuleado y violado por las tropas nacionales. Si a la recreación infográfica y a los decorados puntillista se le une el talento fotográfico de José Luis Alcaine, el respaldo visual queda asegurado. En cambio, en lo concerniente a la labor de Pilar López de Ayala caben muchas dudas. El guión centra su interés en cinco de las trece niñas acusadas y condenadas a muerte por respaldar a la República y de estas cinco, es el rol de López de Ayala el que más se destaca del resto por que el guión incide en que esta niña (Blanca Brisac) fue la que con mayor «injusticia» fue fusilada ya que su relación con «los rojos» se debía, simplemente, a que estaba ligada emocionalmente a un militante republicano. A la hora de abordar el papel de los verdugos, Martínez-Lázaro se basa en la trillada fórmula del funcionario inmisericorde y para restar valor testimonial al suceso, subraya un tanto artificiosamente la conducta infantil de las reas. Es una lástima que el conjunto divague tanto a sabiendas de que todo deriva hacia un final obligatoriamente terrible y emocionante.