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De orgullos y tragedias griegas

Imanol AMIANO

Pelillos a la mar. Al Egeo, más concretamente, porque ya nos hemos dado de latigazos por «lo» del domingo y, tras sacar las conclusiones pertinentes de la tragedia -Spahija les decía a los suyos no sé qué de «proud» en uno de los tiempos muertos-, tocamos puerto. El de Atenas, para más señas.

Tragedia, lo que se dice tragedia, es la que vive Schortsanitis, haciendo honor a su nombre, que no es otro que el del mayor poeta trágico griego, Sófocles. Zampador compulsivo, ya la temporada pasada estuvo apartado por su equipo por rondar los 170 kilos de peso. Pero es que en éste, a sus 22 añitos -y poco más de dos metros- ha llegado a los 180. Antes de que se coma crudo a Gershon cual Edipo -que significa «el de los pies hinchados», vaya por Zeus- incapaz de sustraerse a la fuerza del destino, Olympiacos parece rendirse a los designios del oráculo délfico, con la esperanza de que cuando descubra que él es el único culpable de la situación, no se arranque los ojos. Con bajar veinte-treinta kilos bastaría.

Claro que a las huestes del puerto ateniense el imprevisto no les pilla por sorpresa. No en vano se han traído al interminable Tsakalidis -218 centímetros de georgiano-griego vía Houston-, a Mark Jackson -tras solucionar la denuncia del Lobos Cantabria por duplicidad de contratos-, a Mavrokefalidis -vuelve a Grecia desde Valencia- y a un Bouroussis que se cascó 12 puntos, 15 rebotes y 6 tapones en el debut de la liga griega, el domingo ante el PAOK. Y menos mal que Chris Webber desoyó la oferta de tropecientos millones de dólares que le hicieron.

Si a esto le añadimos a Mache, Lynn Greer, Quintel Woods y así hasta 15 jugadores de primer nivel -16 con Edipo-, todo lo que no sea tutear a sus vecinos del Pao y llegar a la Final Four de Madrid sería... una tragedia.

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