En su debut detrás de la cámara, Ben Affleck ha apostado por un proyecto en el cual, inevitablemente, surgen las siempre temidas comparaciones con un precedente de la talla de Clint Eastwood. Personalmente, tiendo a creer que Affleck era plenamente consciente del riesgo que suponía trasladar a la gran pantalla una adaptación de Dennis Lehane, un autor que con anterioridad ya había sido llevado a la gran pantalla por Eastwood en «Mystic River».

El visionado de este reto deja bien a las claras que nos encontramos ante un cineasta que no se ha amilanado en momento alguno; plasmando en toda su rabiosa intensidad un relato que mantiene fuertes nexos de unión con el ilustre precedente eastwoodiano. Todo ello se concreta en las intenciones de una historia que basa toda su fuerza en las trágicas consecuencias de una crónica negra en la cual la naturaleza humana focaliza toda su miseria en la inocencia infantil.

En este particular descenso a los infiernos de la conducta humana, Ben Affleck se decanta por un tratamiento formal comparable al sentido espartano de Eastwood, lo cual otorga al proyecto un plus mayor de credibilidad.

Otro elemento a destacar radica en la elección de Casey Affleck para el rol protagonista, si tenemos en cuenta la versatilidad que está demostrando su hermano tras la reciente lección interpretativa brindada en la película «El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford».

En esta oportunidad, el menor de los Affleck interpreta el rol de un atípico investigador privado que, con la ayuda de su compañera, se hará cargo de una investigación policial paralela y encaminada a descubrir el paradero de una niña desaparecida. Dejando a un lado las comparaciones con el publicitado caso Madeleine, la cinta «Adiós pequeña, adiós» se muestra como un sólido drama policiaco enmarcado en un entorno social que, salvadas todas las distancias sociales y políticas, rememora la escenografía de aquellos bajos fondos berlineses retratados con maestría por Fritz Lang en «M. El vampiro de Dusseldorf». Todo ello se concreta en un dilema moral muy bien resuelto en su recta final.