alpinismo Excelente actividad en el valle de Charakusa
Toma y daca por la primera al K7 west
Marko Prezelj, Steve House y Vince Anderson se llevan la primera ascensión al K7 West, en el valle pakistaní de Charakusa, tras una escalada de gran calidad y compromiso. Hicieron dos vivacs de subida y uno de bajada.
Andoni ARABAOLAZA | DONOSTIA
Ya llevamos varios números hablando del excelente movimiento que durante el pasado verano se ha dado en el valle pakistaní de Charakusa. Por los picos del valle, muchos de ellos inescalados, han trabajado -y de lo lindo- una representación del ámbito alpinístico internacional. Y para cerrar la crónica de Charakusa traemos a estas páginas la mejor actividad que, en nuestra opinión, se ha realizado. Eso sí, en su estilo; y es que ha habido otras que también llevan colgadas las diez estrellas.
Pues bien, durante los pasados agosto y setiembre, entre otros, siete titanes divididos en tres cordadas coincidían en la zona. Por una parte, los canadienses Máxime Turgeon y L. P. Ménard; por otra, los estadounidenses Kelly Cordes y Scott DeCapio; y, por último, el trío esloveno-estadounidense formado por Marko Prezelj, Steve House y Vince Anderson. Para unos, el objetivo principal era el K6 West y para otros, su vecino K7 West. Al final, por diferentes circunstancias, el K6 quedó para otra ocasión, y las dos últimas cordadas se enfrascaron en una «carrera» por la primera del K7 West, de 6.858 metros.
Las primeras noticias que llegaban vía internet eran un tanto confusas. Casi todas las informaciones afirmaban que la cordada DeCapio-Cordes se había hecho con la primera, pero no fue así. En declaraciones a Gara, Cordes adelantaba el malentendido: «No sé qué ha pasado con las noticias de internet. Scott y yo fuimos a Charakusa y fallamos; no logramos el objetivo. Más o menos hicimos media vía del K7, tras haber escalado un corredor virgen en su cara este de unos 900 metros. Entonces nos juntamos con la ruta japonesa y continuamos unos 300 metros más, pero retrocedimos. De ninguna manera se puede considerar que nuestra escalada sea una nueva vía. Retrocedimos y eso demostró que el K7 fue más fuerte que nosotros. Estábamos lejos de la cima, y todavía quedaba un montón de escalada dura. Sentimos como si la montaña nos hubiera dado una patada. Los que verdaderamente han realizado un gran trabajo son House, Anderson y Prezelj».
Calidad y compromiso
El trío protagonista de la primera a la oeste del K7 se las trae. El lector de estas páginas seguro que lo conoce bien. Tres escaladores con una tarjeta de presentación impresionante y poseedores los tres del galardón francés Piolet d'Or. La cordada llegaba al valle de Charakusa, y sin perder tiempo se ponía manos a la obra. Aclimatación en el Sulu Peak (5.950 m) por la cara noroeste; y de seguido, la primera a la arista suroeste del Naisa Brakk (5.200 m), una espectacular y perfecta pirámide roca; escalaron dificultades de hasta 6c. Ya en el 2004, Prezelj, junto a Jeff Hollenbaugh y Steve Swenson, había escalado la arista oeste de la pirámide, pero cerca de la cima se dieron media vuelta por las peligrosas avalanchas. En aquella salida identificaron la cara sur del K7 West.
Prezelj, House y Anderson se situaban frente al macizo del K7. Observan la vía a seguir, un couloir que termina un poco más abajo de la cima y que desaparece detrás de un contrafuerte de roca. Ya con algunos cambios en el terreno, la cordada hacía cima de esta cara virgen el 3 se setiembre. Según declara a Gara el propio Anderson, fue una actividad dura, tanto a nivel técnico como de compromiso: «Dificultades en roca, hielo y nieve, cada una bien determinadas en secciones. El macizo del K7 es una gran estructura en forma de fuerte flanqueado a ambos lados por varios grandes contrafuertes de granito. Y en medio de estos contrafuertes cuelgan en la parte más baja de la montaña enormes seracs activos. Eso hace que haya muy pocas líneas seguras y obvias en esta cara. La cima este es quizá la más accesible, mientras que la central es mucho más ambigua. Esta última está protegida a ambos lados por grandes seracs. La cima oeste tiene una cara sur partida por un elegante couloir que llega casi a la cima. No es nada fácil divisar la entrada al corredor. Tapado por grandes seracs activos, la entrada se las trae».
Finalmente, encuentran en el contrafuerte un gran diedro que parecía terminar en un sistema de repisas y que llevaba más o menos al interior del corredor. Con buena roca comienzan lo que propiamente es la vía. Esta sección de 6 largos la escalaron en 8. Las dificultades técnicas llegaban hasta el 6c. Escalaron con pies de gato. El líder iba sin mochila, y es que pesaba bastante. Tras una dura jornada de trabajo, en la tarde del 1 de setiembre montan el primer vivac. Un buen vivac justo encima de un serac a 5.200 metros.
Al día siguiente se meten de lleno en el largo corredor que parte el lado derecho de la cara sur. 300 metros sin encordarse y el resto a largos, unas 12 tiradas. «Nos encontramos con buen hielo, algo podrido y partes de mixto. Las dificultades eran en torno al WI5, con secciones mixtas, y tiradas de hasta 80º de hielo sorprendente y de unos cuantos centímetros de ancho. Realmente fue una sección especial. Llegamos a la parte superior del corredor a unos 6.000 metros. Después de discutir mucho, decidimos vivaquear en hielo a 30º; era el sitio más plano y cómodo que encontramos», informa Anderson.
Llega el tercer día de escalada. Como casi todos los días de estancia en el valle, amanece nublado. Empiezan con una larga travesía y siguen con varios largos de interés, con hielo alpino pero no demasiado duro. Comienzan a notar los efectos de la altitud. Se mueven mucho más despacio. Llegan casi a la arista sur e intentan seguir para arriba, pero unos hongos de nieve les cierran el paso. Atraviesan al Oeste. Según el alpinista estadounidense, lo pasaron bastante mal: «Fue la parte más difícil y peligrosa de la escalada. Nos costó mucho tiempo superarla. Los hongos de nieve tenían una inclinación entre 60º y 80º, y la nieve casi no soportaba nuestro peso. La travesía por debajo del hongo más grande nos exigió varias horas de escalada, pero finalmente llegamos a la cima. No veíamos nada, pero teníamos la sensación de haber hecho una gran actividad. El cielo se aclaró por un momento, y nos dimos cuenta de que la cima estaba 20-30 metros más arriba. De nuevo, el cielo se tapó y empezó a nevar. Subimos los últimos metros por una gran cornisa colgante. Primero llegó Marko. A sus pies, la cornisa empezó a fracturarse. Se quedó atónito y nos gritó que no nos acercáramos. Al final, nos dimos la vuelta».
Tras la escalada, tiempo para el descenso. Empiezan a rapelar por la misma vía, y llegan al segundo vivac de la ascensión hacia las nueve de la noche, después de 15 horas de trabajo. Al día siguiente, siguen rapelando: 14 rápeles por el corredor y otros 5 por el diedro de roca. Llegan al campamento base tras cuatro días de actividad, con dos vivacs de subida y uno de bajada. La primera a la cara oeste del K7 ya estaba firmada: la mejor actividad alpina del valle de Charakusa durante el pasado verano. Y todo ello, sobra decirlo, en estilo alpino.
Todavía más
Aunque parezca extraño, el K7 no era el objetivo «principal» de la expedición, sino el K6 West (7.100 m) por la cara noroeste. Pero esta vez, las condiciones de la aproximación no llevaron a buen puerto el gran reto. El propio Prezelj nos lo confirma: «Los glaciares y los seracs en el Karakorum están cambiando rápidamente. Nosotros intentamos acercarnos al K6, pero era muy que muy peligroso. Una impresionante cascada de hielo para empezar, luego un glaciar colgante cubierto de mucha nieve recién caída, amenazas de seracs por arriba... No merecía la pena meterse allí».
Ya con pocos días para regresar a casa, el 17 de setiembre Prezelj escala, junto a Turgeon, el pilar de roca de la base del K7. 900 metros de vía en 13 horas, con 15 largos y dificultades de 6c. Y ya que citamos a Turgeon, el canadiense, esta vez solo, ya que su compañero Ménard estaba lesionado por una caída, escala un corredor de hielo que recorre la cara suroeste del Farol East (6.350 m); fue el 12-13 de setiembre. Tras un vivac en la arista somital, al día siguiente hace cima. Por delante le quedan 1.300 metros de desnivel para descender. Sólo cuenta con una cuerda de 50 metros y 6 milímetros. La radio que llevaba dejó de funcionar y, por lo tanto, no tenía contacto con sus compañeros del campamento base. Al no tener noticias del canadiense, saltó la alarma en el base. No pasó de ahí, ya que Turgeon, tras un maratoniano descenso, finalmente llegó al campo base.