Maite Ubiria Periodista
Anoeta
Una imagen. Arnaldo Otegi ante un atril adornado con un pañuelo palestino. Unas palabras. Las pronunciadas por Yaser Arafat, muerto tres días antes en un hospital parisino, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Una simbología entrelazando a dos pueblos que surcan el camino siempre complicado del diálogo con el bagaje de una larga trayectoria de lucha y sacrificio a las espaldas. Unos rostros en la pantalla, con la doble lectura del respeto hacia los que se fueron y del compromiso con los que quieren seguir siendo.
Un escenario. El velódromo de Anoeta. Una fecha. El 14 de noviembre de 2004. Y una propuesta, la de los dos carriles que deben confluir en un acuerdo de paz y reconocimiento al derecho a decidir de un país. Un día que no fue arranque de nada, porque ya otros días antes abrieron camino, pero que desbrozó una ruta y explicitó ante la sociedad vasca que otra oportunidad llamaba a su puerta. Algunos tamizaron el discurso. La izquierda abertzale apuesta por sacar el conflicto de las calles, remarcaron. ¿De esas calles en las que otro día 14, el de setiembre de 2002, la Ertzaintza lanzó chorros de líquido a presión sobre manifestantes que denunciaban con una sentada la persecución al proyecto independentista?
Sacar el conflicto de las calles para llevarlo a la mesa de negociación. Esa fue la formulación elegida por un líder independentista, hoy en prisión, al igual que buena parte de la dirección de Batasuna. Y en esas mismas calles se refleja hoy, en múltiples y dolorosas formas, un conflicto que sigue a la espera de que quienes pueden quieran, para dar el salto a la dichosa mesa, a ese espacio en que todas las partes hablen de igual a igual hasta cuajar el compromiso que reclama el pueblo vasco.
Tres años después, si se quieren convertir los obstáculos presentes en oportunidad de futuro, no cabe depreciar lo avanzado. Quienes se dijeron dispuestos a asumir riesgos dejaron las sillas, pero la mesa no está vacía. Sobre ella quedaron los ingredientes que debe contener todo acuerdo duradero. Ahí es nada.
La metodología de Anoeta concita un apoyo mayoritario. Es por ello que no sorprende que algunos traten de apropiarse de ella para, adulterando la fórmula, hacer fuegos de artificio. Pero es la sociedad vasca la que tiene la patente. «Orain herria, orain bakea». ¿Y la rama de olivo? Miles de manos la sujetan.