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La adopción no es una acción humanitaria

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Mohamed HADDAD | Doctorado de estudios árabes e islámicos por la universidad de la Sorbona

El asunto del Arca de Zoé tiene muchas implicaciones políticas. Chad acusa a la organización francesa de secuestrar a un centenar de niños con el fin de trasladarlos a Europa. La asociación dice que los entregarían a familias europeas que pretenden adoptarlos. Con este asunto el presidente de Chad Idriss Deby, de alguna forma, se venga de Francia que le obligó a aceptar la presencia de 4.000 soldados extranjeros en su territorio, en el marco de una fuerza internacional que se desplegará próximamente en la frontera con Darfur.

Actualmente algunos indicios demuestran que se está desarrollando un comercio en torno a los niños pobres de África y Asia. Paralelamente, en los países ricos se expresan deseos de paternidad y maternidad que los perros y gatos ya no pueden satisfacer. Concierne a miles de personas que rechazaron el yugo de los valores familiares y el matrimonio en su juventud, pero han envejecido y comienzan a sentirse solas. Están también las parejas que no pueden procrear por razones médicas y las parejas homosexuales. Para todos ellos la adopción es el único medio de tener hijos.

Cuando hay mucha demanda de un producto, siempre sigue la oferta. Y el producto en cuestión son los niños del Tercer Mundo. Las motivaciones no siempre son infames, la mayoría son inocentes e incluso, generalmente, filantrópicas. ¿Por qué los ricos no van a ocuparse de los pobres? Entonces, ¿por qué se prohíbe la emigración a los pobres y se autoriza la de sus niños? Pero para decidir si se puede adoptar a un niño no se pueden aplicar los mismos criterios en Occidente y en el Tercer Mundo. En Occidente la familia es «nuclear»; la condición para que un niño sea «adoptable» es, por lo tanto, la ausencia de su padre y su madre. En cambio en numerosos países africanos la familia es «extendida», es decir, que abarca también a los abuelos y a los tíos paternos y maternos. Todos son solidarios para ocuparse de los niños.

Los registros civiles de numerosos países del Tercer Mundo padecen los efectos de las guerras, la corrupción o lagunas administrativas. Por eso Francia pretende imponer la prueba del ADN como medio para controlar la veracidad de las actas de los registros civiles. Si se concede tan poca credibilidad a los documentos oficiales de esos países, ¿por qué entonces son creíbles los certificados de los orfanatos? Y también, ¿por qué el mercado mundial de la adopción sólo funciona en un sentido? Un africano o un asiático, aunque sean ricos, nunca podrán adoptar a un niño europeo o americano, aunque sea huérfano. ¿Cuál puede ser la credibilidad de los organismos de adopción después del escándalo del Arca de Zoé sabiendo que esos organismos cobran a los solicitantes de adopción en concepto de compensaciones y gastos? La mezcla entre adopción y acción humanitaria plantea, en efecto, un problema. La adopción no está incluida forzosamente en el humanitarismo. Casi siempre hay otras soluciones para ayudar a los niños in situ. El trabajo humanitario debe ser un sacrificio y la adopción no lo es: corresponde a la voluntad de cubrir una necesidad. Antiguamente los pobres vendían a sus hijos para pagar las deudas. En Europa y en el Imperio Otomano se robaban los niños de las poblaciones sometidas. Es inaceptable que el pirateo de niños vuelva a la actualidad. Y es imprescindible que este escándalo desencadene una reflexión seria y que los organismos internacionales y las organizaciones de los derechos humanos asuman sus responsabilidades y eviten el regreso a cualquier clase de tráfico de seres humanos que se creía perteneciente al pasado.

Texto original completo en francés: www.courrierinternational.com

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