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La cuestión balcánica

Los kosovares votan de forma clara por la independencia

Kosovo ha dado en las urnas un claro mandato al ex dirigente de la guerrilla UÇK Hashim Thaci para que lidere el último tramo hacia la independencia. La alta abstención se explica por el callejón sin salida, económico y político, al que ha abocado la comunidad internacional a este enclave. Un callejón en el que ha sucumbido parte de la clase política local. Tras los comicios del sábado, la única solución a esta parálisis se evidencia con más claridad que nunca.

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Dabid LAZKANOITURBURU

El Partido Democrático de Kosovo (PDK), liderado por el líder político de la organización armada UÇK (Ejército de Liberación de Kosovo), Hashim Thaci, venció con holgura en unas elecciones marcadas asimismo por una importante abstención.

Escrutado el 80% de los sufragios, el PDK lograba el 34% de los votos, diez puntos por encima de la Liga Democrática de Kosovo (LDK), fundada por el extinto Ibrahim Rugova y que venció en las anteriores dos elecciones desde 1999.

Thaci recibe así mandato para llevar a este territorio, formalmente parte de Serbia pero en la práctica un protectorado de la ONU y de la OTAN, a su ansiada independencia sin nuevos retrasos y por la vía rápida.

La formación que agrupa a la mayoría de los guerrilleros albano-kosovares que lucharon con las armas en la mano contra la dominación serbia en los noventa conserva además las alcaldías de sus grandes feudos y arrebata a la LDK varios de sus tradicionales bastiones.

Victoria que se explica en parte por la decisión del futuro primer ministro de abrir las puertas del partido a varias personalidades de formaciones menores como la ADK y a los socialdemócratas del PSDK.

No faltan analistas que destacan que ciertos medios diplomáticos en Pristina -no hay que olvidar que Kosovo vive de facto bajo un protectorado internacional-, habrían decidido jugar la «carta Thaci», en un intento de desmarcarse de la incompetencia y la corrupción de sus antiguos apadrinados del LDK. Este apoyo más o menos explícito tendría a su vez razón de ser en un intento de neutralizar a los sectores más impacientes del PDK en vísperas de un período difícil de negociaciones.

La derrota de la histórica LDK, promotora de la «resistencia pasiva» frente a la opción por la lucha armada en torno a la guerrilla de UÇK, se explica por el hartazgo de la población ante sus corruptos dirigentes. Una corrupción rampante que está en el origen de una escisión interna que se produjo en diciembre del año pasado y que debilitó aún más al partido. La escindida Liga Democrática de Dardania, de Nexhat Daci - depuesto de su cargo de presidente del Parlamento y acusado de dirigirlo como un cortijo- logró en las elecciones el 10% de los votos, convirtiéndose en la cuarta fuerza política.

Otro factor de peso en la debacle de la LDK se halla en la irrupción con fuerza -un 14% de los votos- de la Alianza por un Nuevo Kosovo, del magnate Behgjet Pacolli. Esta formación obtiene un triunfo de alto contenido simbólico y político al convertirse en la primera fuerza en la capital, Pristina.

El calado de la campaña populista de Pacolli -tan poco entusiasta por lograr la independencia como sospechoso por sus vínculos con Moscú y Belgrado- se explica sin duda por la desesperación de un electorado que, tras ocho años de promesas internacionales, vive una situación económica demoledora.

Abstención y culpables

Esta desesperanza, unida al hartazgo con la clase política local, explica un índice de abstención que superó el 50%, cuatro puntos más que en los comicios de 2003. Observadores europeos se apresuraron ayer a dar un tirón de orejas a los líderes kosovares a los que imputaron, junto al temporal de nieve reinante, toda la responsabilidad de la baja participación.

Ni un mea culpa por la gestión desastrosa y no poco corrupta de la ONU y de otros organismos internacionales. Ni siquiera hicieron mención alguna a la abstención estructural que se observa en la mayor parte de los procesos electorales en buena parte de las «nuevas democracias» del Este europeo.

Sin olvidar, además, que la minoría serbia obedeció el llamamiento al boicot de Belgrado como si fuera una orden militar, el descontento popular ante la indecisión de la «comunidad internacional» para reconocer la independencia a Kosovo es un tercer elemento que explica el índice de abstención.

Un descontento que alimenta a su vez a sectores impacientes como Vetëvendosja (Autodeterminación), que boicotearon «este simulacro de democracia».

Por contra, destaca el 10% de los votos logrado por el AAK de Ramush Haradinaj, un antiguo comandante de UÇK procesado por el Tribunal de La Haya y, para algunos el «verdadero hombre fuerte» en Kosovo.

Todo apunta a que el PDK de Thaci y la LDK negociarán una Gran Coalición que les asegure los 61 escaños que dan la mayoría absoluta. Ambos partidos no se han ahorrado guiños durante la campaña electoral.

Esa parece ser la opción de la «comunidad internacional», que buscará asimismo hacer tragar a sus dirigentes con nuevos retrasos. Una opción arriesgada para estos últimos y para el conjunto de los Balcanes, como enseña la historia.

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