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Raimundo Fitero

Las tardes

Las tardes son, televisivamente hablando, un horror. Punto redondo. No es necesario doctorarse en sabidurías politono para entender que si todas las cadenas, todas, se ponen de acuerdo en ofertar un único modelo de entretenimiento después de los partes meteorológicos, es porque han realizado un estudio de mercado y la demanda se sitúa en ese prototipo de espacios que van de los seriales más o menos románticos, es decir los culebrones con rango, a los asuntos del corazón y esos amplios campos de variedades que son los programas en los que los tertulianos divinizados hablan de casi todo, para no decir nada. Este es el planteamiento único. Después pueden llegar los matices.

Los matices son si alguien rompe la inercia y programa películas de vaqueros, o si se entiende que llevar las cámaras a algún lugar, en directo en tiempo real, o en fingido directo, que es la moda actual, es motivo suficiente como para alcanzar otro nivel, o si simplemente nos quedamos con los testimonios anónimos más bestias o los concursos más simplones. Pero no busque más en su oferta analógica. La tarde está hecha para otras cosas más productivas, íntimas o sociales. Ver la tele por la tarde es un síntoma de una enfermedad penosa y muy larga que produce la muerte de más neuronas que cualquier otro hábito.

Así que bajando a los infiernos la otra tarde me enteré de que Paquirrín es un actor que se disfraza de trabajador de despacho financiero y que se ha separado de una persona con la que ha vivido, y se le ha visto con otra en una discoteca. ¿A quién le puede interesar lo que hace este hombre? Es más, ¿no debería estar protegido? Se le acusa en uno de los programas de tarde de cobrar de la prensa. ¿No es lo normal? Pero también me entero de que parece inminente la separación o divorcio o cese temporal de las relaciones entre Jose Mari y Ana, es decir entre Aznar y Botella, y ahí sí, ahí encuentro la luz. Ha valido la pena penar por los programas de tarde. ¡Qué gran noticia! Así que lo de la Infanta y Marichalar era simplemente una manera de preparar al pueblo para el gran acontecimiento. Este es un buen planteamiento; mañana, el nudo y el desenlace. Sembrado.

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